Un beso
44.
—Sí —respiró hondo
y recitó de carrerilla la frase que Rochi había utilizado para convencerla de
esa empresa, al menos una de ellas—. La vida actual es muy complicada, hay
infinidad de virus y bacterias pululando a nuestro alrededor de las que no
tenemos conocimiento y que pueden atacar nuestro sistema inmunológico, no
podemos siquiera intuir las que nos atacan por el aire o por contacto
dermatológico pero podemos y debemos evitar las que nos puedan afectar por
contagio sexual y ya que no hemos sido prudentes y nos hemos arriesgado debemos
cuanto menos conocer las consecuencias que este ataque de lujuria haya podido
tener, y en caso de las hubiera, hacerlas frente, por eso lo más coherente en
este momento es contar con todo el conocimiento i nuestra disposición y eso
incluye un análisis de sangre actual. —Lo miró ansiosa en busca de su
respuesta, Rohi la había convencido a ella, quizá su razonamiento le
convenciera a él.
— ¡Joder! ¿Y todo
eso lo has pensado tú sólita? Porque la mitad de las palabras que has usado me
suenan más a cierta amiga tuya. —No es que ella no tuviera razón, que la tenía,
es que no le sonaba a ella misma... aunque eso del "ataque de
lujuria" le había gustado mucho.
—Sí, bueno, pero no
por eso no estoy en lo cierto. ¿No? Mira, yo sé que no tengo nada y te creo
cuando me dices que no tienes nada, pero la verdad es que no nos conocemos
apenas y que cada cual tiene su vida y sus experiencias —esto también lo había
dicho su amiga—, así que no cuesta nada cerciorarnos, ¿no crees?
—Está bien. El
lunes me haré un análisis. —Le parecía una autentica chorrada, él no tenía
apenas vida sexual y jamás lo había hecho sin condón, pero si un análisis le
quitaba esa expresión nerviosa de la cara se lo haría. Nunca viene mal saber
cómo se anda de salud.
—Perfecto —contestó
ella más animada—, yo haré lo mismo. Bueno... no estamos muy lejos del centro
cívico y tengo que recoger el coche —si es que estaba todavía, acababa de
recordar que no lo dejó muy bien aparcado exactamente.
—Vamos, pues —dijo
pasando un brazo por su cintura.
— ¿Me acompañas? —
¡Vaya! Esto no se lo esperaba, había imaginado que ahora se despedirían y cada
cual iría por su lado.
—Claro. ¿Por qué no
iba a acompañarte?
—Pensé que te irías
adonde quiera que estés viviendo a por algo de ropa y tal; debes tener frío.
—No lo había
pensado —claro que no, entre el tatuaje, las ostras, los caracoles y los
análisis de sangre estaba tan apabullado que ni recordaba que iba a medio
vestir—. Si quieres recogemos tu coche, vamos a por el mío y luego pasamos la
noche en mi hotel.
—No. Hoy imposible.
—El día siguiente era segundo domingo de mes y eso era sagrado—. Mañana tengo
cosas que hacer temprano. Lo siento.
—Aps. ¿Cosas
importantes? —preguntó a la vez que la mano que abrazaba su cintura hacía
presión para que comenzaran a andar, ahora que se lo había mencionado sí que
tenía un poco de frío—. ¿No se pueden dejar para otro día?
—No. Imposible.
Mañana es segundo domingo de mes y desde hace cuatro años el segundo y el
cuarto domingo de cada mes voy a comer con mi ahijada, no pienso variar mi
rutina. —El Vinagres no la había dejado nunca ir con su ahijada, su madre Enar
no le parecía buena compañía, y en cuanto se hubo deshecho de él lo primero que
hizo fue prometerse que jamás volvería a desaparecer de la vida de Mar y no
pensaba incumplir su promesa ahora, ni por un vampiro del tres al cuarto, ni
por el hombre de su vida... aunque pudieran ser la misma persona.
—Si vas a comer con
ella no veo ningún problema en que desayunes conmigo. —La mano que rodeaba su
cintura comenzó a acariciarle lentamente la cadera.
—Es que salgo muy
pronto de casa. A las diez como mucho ya estoy preparándome. —Esa mano quería
convencerla, Lali lo sabía y no se iba a dejar.
—Bueno, hasta las
diez tenemos tiempo —comentó besándola en la frente para luego bajar lentamente
por su cara hasta apropiarse de su boca en un beso lento y sensual.
—Sí —respondió
rendida. Joder, el tipo besaba de maravilla. Demonios. ¡No!—. No, no puedo,
acabaría remoloneando contigo y llegaría tarde. Necesito estar en casa, tener
mi ropa, mis cosas, además tengo que dar de comer a mis niñas y si paso la
noche fuera tendré que pegarme un madrugón tremendo y seguro que se me pegan
las sábanas. Irrevocablemente no.
—Es importante para
ti. —No era una pregunta—. Entonces pasaré yo la noche en tu casa y cuando te
vayas me iré a mi hotel, ¿te parece bien así? —comentó hundiendo su cara en el
cuello de ella a la vez que la mano que acariciaba su cadera estrechaba su lazo
y la abrazaba.
—Me parece
perfecto, pero, ¿y tu ropa?
—No pienso llevarla
puesta mucho tiempo, como mucho... —se interrumpió bruscamente—, ¿A cuánto
estamos de donde tienes el coche?
—Nos quedan unos
diez minutos, ¿por qué? — ¿Qué tenía esto que ver con la ropa?
—Ajá, pienso estar
vestido como mucho quince minutos más.
— ¿Quince minutos?
—Diez para llegar
al coche —la lengua del hombre acarició sus labios—, cuatro más para llegar a
tu casa —le dio un pequeño mordisco en el labio inferior—, y uno para quitarte
la ropa. —La lengua se introdujo en su boca y le acarició el paladar—. Espero
que en ese momento tu estés impaciente por quitarme la mía y cuanto menos
lleve, menos tardarás.
Y por fin ambas
lenguas se entablaron en un duelo provocando corrientes de calor en el cuerpo
de ambos.
— ¡Serán guarros! A
su edad y sobándose como dos perros en celo. ¡Asquerosos! —se oyó una voz
indignada a su espalda.
—Vamos, madre, no
haga caso. ¿Qué se puede esperar de la loca esa?
Se separaron
sobresaltados. Justo detrás de ellos estaba la mujer más arrugada y con la ropa
más negra que había visto peter jamás, y para colmo estaba agarrada al brazo
de...
—Joder... la
puñetera Marquesa tenía que estar por la zona, manda huevos —comentó Lali en
susurros—. Hola —saludó incomoda.
— ¡Desvergonzados!
¡Sátiros!
—Vamos, madre, que
casi es la hora —gruñó la Marquesa mirándolos altivamente.
— ¿Qué coño hacen
esas aquí? —preguntó peter al oído de Lali, haciéndola estremecer con su
aliento cálido.
—Misa de ocho.
Iglesia. Ahí —le respondió Lali también entre susurros señalando una iglesia
que había cerca.
—Espero que se
diviertan en misa, señoras —les dijo entonces peter en voz alta y con un ligero
deje irónico.
— ¡Joven
impertinente! ¡Grosero! ¡Insolente!
—Vamos —dijo peter
agarrándola de la mano y echando a correr—, alejémonos antes de que nos eche
mal de ojo.
—Demonios, sí
—jadeó Lali riendo a la vez que corría.
Corrieron un rato
hasta que Lali no pudo más y se paró inclinada apoyando las manos en las
rodillas entre jadeos y risotadas. peter la miró, estaba sonrojada por la
carrera, el pelo revuelto caía a ambos lados de su cara y el culo asomaba
respingón por debajo de la enorme sudadera. No pudo resistir la tentación, le
dio una buena palmada en el trasero para a continuación ir subiendo poco a poco
las manos por las nalgas hasta llegar a la cinturilla de los leggins, la
sudadera tapaba justo donde estaba el tatuaje que se moría por ver. Pasó los
dedos lentamente por debajo de la prenda y comenzó a subirla pero ella se
incorporó de golpe dejándole con la miel en los labios; casi había conseguido
ver el jodido tatuaje. Casi.
45.
—Eh, mantén las
manos quietas, vaquero. No quiero que nos vuelvan a llamar la atención —dijo
clavándole el dedo índice en el torso.
—Me has herido
—contestó agarrándose el pecho y poniendo cara de sufrimiento.
—Bufón —rió Lali.
En ese momento algo llamó su atención—. Leches. Espera aquí un segundo.
— ¿Adónde vas?
—A la tienda —dijo
entrando en un todo a cien.
Entró, preguntó a
la dependienta por el rifle de aire comprimido del escaparate, uno que llevaba
un tapón de corcho atado a la punta, y lo compró. Salió de la tienda con una
sonrisa tal que, francamente, a peter le dio miedo.
— ¿Para qué quieres
eso?
—La verdad es que
no lo sé, ha sido como un pálpito, lo he visto y no he podido dejar de comprarlo...
ya se me ocurrirá algo —comentó con una sonrisa que decía que ya se le había
ocurrido y que era mejor no saberlo. Dios.
—Si piensas matarme
con eso me avisarás antes, ¿verdad?
— ¡Por favor! Esto
no hace daño ni a una mosca. Además, yo no soy tan malvada.
—Malvada, no.
Retorcida. —A saber qué se le había ocurrido hacer con eso; para bien o para
mal, tarde o temprano se enteraría. Esperaba que fuera para bien.
Llegaron al Clio
que, milagrosamente, seguía aparcado todavía con una rueda encima de la acera y
sin ninguna nota de multa, y montaron. Bueno, más bien Luka montó y peter se
encogió dentro. Dios, sí que era pequeño.
— ¿Y cómo es que
comes con tu ahijada cada dos domingos?
—Cada dos domingos
no. El segundo y el cuarto domingo de cada mes.
—Es lo mismo.
—No, no lo es. Hay
meses que tienen más fines de semana que otros y si quedara un domingo si un
domingo no sería más complicado para calcular las vacaciones y todo eso. De
esta manera sé exactamente cuándo quedo y puedo planificarlo todo en base a esos
días.
— ¿También vas a
verla cuando estás de vacaciones?
—Por supuesto
—respondió muy seria.
— ¿Aunque estéis tú
o ella fuera de Madrid?
—Sí. Tengo coche,
esté donde esté me desplazo sin problemas —dijo chasqueando los dedos.
— ¡Vaya! Es raro
que alguien haga eso.
— ¿El qué?
—Programar y
modificar su vida por otra persona. Eres increíble —dijo dándole un beso en la
mejilla.
—Bah, exageras, ni
programo ni modifico nada. Tú todos los días te afeitas, ¿no? Pues yo dos fines
de semana al mes como con Mar. Ni más ni menos —comentó restándole importancia.
—Visto así...
Imagino que tu ahijada estará contenta de tenerte de madrina.
—Ahora sí, antes
apenas nos veíamos —contestó entristecida, aunque enseguida sonrió de nuevo—.
La verdad es (que lo pasamos genial, es una cría encantadora y súper divertida.
—Y sus padres se
quedan tranquilos unas horas sin ella —dijo recordando la cantidad de veces que
de pequeño su madre se había quejado de no tener ni un solo minuto para ella
misma.
—Bueno, lo cierto
es que sí. Irene se queda muy tranquila los domingos —respondió Lali sonriendo,
pero la sonrisa no llegaba a sus ojos.
—Mmh, Irene. ¿La
tienes en las fotos del comedor? —No recordaba a ninguna Irene.
—No, a Irene no.
— ¿Y eso?
— ¿Y eso qué?
—No sé, me resulta
extraño, tienes una pared llena de fotos de tus amigos, ¿y no tienes a la
persona que te hizo madrina de su hija?
—Irene no es la
madre de Mar. Su madre es Mery y de ella sí que tengo fotos.
—Aps —respondió
totalmente confundido recordando a la chica rubia con cara de corazón,
embarazadísima y sonriente desde la pared del salón de Lali.
Si tengo que tener
esta conversación, prefiero tenerla en el coche mirando a la carretera que en
casa mirándole a la cara, pensó Lali. Lo cierto es que a él no le incumbía una
mierda nada de lo que ella hacía, pero no sabía por qué quería sincerarse, al
menos un poco.
—Cuando mery se
quedó embarazada era muy joven, apenas había cumplido los diecisiete años y lo
cierto es que ninguno de nosotros tenía por aquel entonces la cabeza muy amueblada
—frunció el ceño al decir esto—. Bueno, rochi sí la tenía amueblada, pero no la
hacíamos caso, al fin y al cabo la adolescencia está para hacer locuras, ¿no?
—preguntó, buscando aprobación y retando a la vez.
—Sí. Yo las lié
buenas a los dieciocho. —Aunque nunca había sido tan irresponsable de dejar
embarazada a ninguna chica, pero viendo la cara de Lali y recordando lo
ocurrido la noche anterior, se cuidó muy mucho de decirlo.
—Pues eso nos pasó
a nosotras, las hormonas revolucionadas, los primeros trabajos, el primer
dinero propio, el primer novio... y a mery le salió mal la jugada. Ni más ni
menos. Un polvo y zas, embarazo al canto. —Ironía, desencanto, todo se mezclaba
en su voz según iba narrando la historia—. Matrimonio, fin de los estudios, convertirse
en madre, llevar una casa... empezó poco a poco a alejarse de nosotras, tenía
cosas más apremiantes que hacer y nunca tenía tiempo para hacerlas. La vida
siguió su curso, euge y nicose lo tomaron más en serio y casi desaparecieron
del mapa; Ruth se fue un año a Detroit, y yo me lié con el Vinagres. Todos
desaparecimos a la vez y ninguno se dio cuenta de que a mery se le estaba
cayendo el mundo encima. Un buen día se largó de casa de casa y dejó a su hija
con su abuela. —No había sido así exactamente pero a él qué le importaba—. Fin
de la historia. Así que cuando retomé mi vida decidí que Mar y yo seríamos
grandes amigas y aquí estamos.
—Una historia
triste.
—Una puta mierda.
Ya hemos llegado.
Las maniobras para
aparcar el coche dieron a Lali el respiro que necesitaba. Concentrada en meter
un Clio en un hueco para un Smart tuvo el tiempo justo para calmar su
resentimiento y esbozar una sonrisa que, aunque falsa y forzada, era mejor que
un gruñido. peter comprendió que era mejor no indagar en el tema por mucho que
le intrigara la historia y por mucho que le reconcomieran los términos el
Vinagres y "retomar su vida", aunque... qué carajo, él no era un
caballero honorable y comprensivo de novela, era un tío normal y corriente con
una curiosidad normal y corriente y la palabra "relación" con el
nombre ¿Vinagres? le había sonado a chino. Así que preguntó.
46.
—Y quién es el
Vinagres. —Vistos los motes de los vecinos, casi pensaba que era uno de ellos.
—Un tío avinagrado
—dijo ella abriendo la puerta del portal con una mirada que decía "fin de
la conversación".
—Vale.
Subieron al
ascensor y entraron en silencio al piso. Lali fue directa a por sus niñas, sacó
a Laura de su terrario, la miró muy atentamente, revisó su cola, sus patas, el
lomo, la tripa.
—Bien, señorita, me
va usted a decir por qué se ha portado mal. —Puesto que el estado físico de la
iguana era impecable estaba claro que la culpa del incidente con la mejilla de peter
era de ella.
—Shh. —La iguana la
miró con ojos penetrantes.
—No está nada bien
que ataques a los invitados, te lo he dicho mil veces.
—Shh. —La iguana la
sacó la lengua.
—A mí no me
respondas —Luka la miró muy seriamente, enfadada—, te he dado una educación así
que compórtate.
—Shh. —Laura movió
la cola amenazante.
— ¡Pero bueno! Te
acabas de quedar sin remolacha, por lista. —La soltó en el suelo y, dándole la
espalda, se fue al acuario a ver a las tortugas bajo la atenta mirada de Alex,
que no salía de su asombro.
—Shh. —Laura
zigzagueó lentamente hasta dar con su testa en el tobillo de la mujer. —No.
—Shh. —Un nuevo
golpe de cabeza.
—Te he dicho que
no. Primero atacas a mi amigo y después me levantas la cola. Ni de coña. Te has
quedado sin remolacha. —La ignoró de nuevo y cogió a una de las tortugas
acariciándola con la nariz, peter no supo distinguir si era Clara o Lara—,
Cosita preciosa, ¿qué tal el día? —La tortuga le mordisqueó la nariz—. Ahora,
espera un poco. —Cogió la otra tortuga y repitió el mismo ritual de caricias en
el caparazón—. ¿Os habéis portado bien? No como "otras", espero.
—Miró seriamente a Laura y luego le dio la espalda.
—Shh. —Joder, pensó
peter, la jodida iguana se estaba enroscando en la pierna de Lali, trepando por
ella.
— ¿Qué te he dicho?
Has sido muy mala.
—Shh. —Laura ya
estaba a la altura de la cintura y alargaba su cabeza hacia la cara de su ama.
—Está bien... pero
que no se vuelva a repetir —dijo muy seria bajando la cabeza, dejando la cara a
escasos centímetros de la iguana; ésta sacó su asquerosa lengua y le lamió el
carrillo... ¡Demonios!, pensó Alex poniendo cara de
asco. Lali soltó a las tortugas y abrazó a su iguana—, a ver cómo te portas.
¡Mierda! Lali se
estaba acercando a él con ese bicho entre los brazos. ¿Qué pretendía?
—Ven, tócale la
cabeza.
—Ni de coña. —Alzó
las manos para protegerse.
—No seas gallina.
—Le acercó la iguana.
—Hombre precavido
vale por dos y tu iguana tiene malas pulgas —dio un paso atrás.
—Exagerado. Vamos,
ven, que te va a pedir perdón. —Extendió los brazos hacia él con la iguana
plácidamente recostada en ellos.
—No jodas, los bichos
no piden perdón. —Bajó los brazos lentamente y se quedó muy quieto, Lali estaba
como una cabra y él más por prestarse a este juego.
—Laura sí. La he
educado yo y sabe lo que le conviene. —Le puso la iguana a la altura de la
cara.
—Jodeeerrr. —La
iguana le miró con asco, sacó la lengua y le dio un rápido lengüetazo en la
barbilla, luego se volvió apresuradamente hacia su dueña, trepó por entre sus
brazos y se acomodó en su cuello. La cara de asco de peter solo era comparable con la cara de asco de Laura.
—Muy bien, mi
cielo. Tendrás tu remolacha. Pero a partir de ahora no quiero más movidas. —Lali
bajó la iguana al suelo y se fue hacia la cocina.
—Shh. —Laura miró a peter proponiendo un pacto con su mirada: tú no te acerques a mí y yo no me
acercaré a ti.
peter levantó las manos en un gesto de
exasperación y luego empezó a reírse a carcajadas, esto era cosa de locos. Se
fue al baño a lavarse la cara con una tonelada de jabón y cuando salió vio a Lali
dando de comer a sus bichos. Remolacha, pepinos, brócoli para Laura y pienso
para las tortugas. ¿Pienso? ¿No gusanos?
— ¿Has cambiado de
dieta?
— ¿Eh? —preguntó Lali
inclinada sobre el acuario, la sudadera resbalando sobre su trasero.
—Las tortugas, no
les das gusanos. —peter posó la mirada en ese lugar que la tela tapaba, ojalá
tuviera rayos X como supermán para poder ver el tatuaje. ¡Dios! ¿Por qué tenía
que acordarse de eso ahora?
—No. Esta noche
pienso, no las voy a dar siempre lo mismo, ¿no? —Totalmente ignorante de los
pensamientos del hombre, lali siguió a lo suyo mientras él se acercaba por
detrás.
—No. —Gracias a
Dios, ver cómo daba de comer gusanos hubiera acabado con su incipiente
erección.
peter se pegó a
ella y Lali dio un respingo al sentir su polla dura contra sus nalgas.
—Vaya, estamos
animados. —No era una pregunta.
—Shh. —Si a la
iguana le funcionaba eso como respuesta, a él también.
Pegó su torso a la
espalda femenina y trazó con las manos el camino de las caderas a los pechos a
la vez que sus labios recorrían la suave curva del cuello. Ella respondió
empujando su culo contra él y llevando las manos desde el acuario hacia su
nuca. Sonó un ruido.
— ¡Ay! ¡Mierda! —Se
había olvidado del bote de pienso que sujetaba y éste se le había caído al
suelo vaciándose entero—, ¡Qué desparrame!
Se agachó para
recoger las bolitas y presentó una estupenda panorámica de sus nalgas a su
atento espectador que no perdió un segundo y plantó las manos en el sitio donde
más deseaban estar, el borde de la sudadera. Pasó los dedos por debajo de la
tela y fue subiéndola poco a poco, expectante por el ver el jodido tatuaje que
no se podía quitar de la cabeza.
—Eh, muchachote,
agradecería tu ayuda por aquí, ¿sabes? —Lali se movió hacia otro lado buscando
más puñeteras bolitas sin molestarse siquiera en mirarle.
—Joder. —peter se
agachó para ayudarla intentando deshacerse de la imagen del tatuaje a punto de
ser descubierto.
—Oye, si tanto te
molesta no hace falta que me ayudes.
—Perdona, me he
hecho daño al agacharme —se disculpó, y era cierto relativamente, le dolían la
polla y las manos de frustración.
Se apresuró en
recoger todo el pienso y se acercó a Lali nuevamente, sus intenciones eran
claras, la quería desnuda. Ya.
Lali se giró hacia
el mueble del comedor y abrió un cajón, sacó unos cuantos folletos
publicitarios de comida a domicilio mientras se mordía el labio inferior. Sus
intenciones también eran claras. Tenía hambre. Ya.
— ¿Qué te parece un
chino para pillar la cena?
—No me hace mucha
ilusión, la verdad —comentó recordando la alimentación de ciertas tortugas,
puag.
—Mmh, ¿un kebab?
—El folleto del turco tenía una pinta estupenda, tanto que Lali sintió cómo
rugía su estómago.
47.
Y sí, resultaron
ser dos Kebabs, que pidieron a la mayor brevedad posible y que les comunicaron
sufrirían una espera de una hora en la recepción del pedido por afluencia de
público. ¡Mierda!, pensó Lali muerta de hambre.
¡Genial!, pensó peter
muerto de otra clase de hambre. Es curioso cómo la desgracia de uno puede ser
la alegría de otro...
Sábado 8 de
noviembre de 2008, 21.30h
lali frunció el
ceño, fue a la cocina y abrió la nevera... miró arriba y abajo... a un lado y a
otro... incluso abrió el congelador... no había nada comestible, todo tenía que
descongelarse y hacerse. Mierda.
peter observó a Lali
inclinada sobre la nevera, la mano apoyada
sobre la puerta, las piernas ligeramente abiertas, se acercó a ella teniendo
mucho cuidado de no tocar su cuerpo, cuando solo unos milímetros los separaban
puso una mano en su espalda.
— ¿Tienes hambre?
—preguntó con voz ronca.
—Más que el perro
de un ciego —gruñó ella sin molestarse en mirarlo.
Observó ladeado la
desolación que era la nevera, aparte de un bote de gusanos no había mucho más
que comer; mejor, no quería más estorbos, durante todo el santo día cada vez
que había intentado algo, cada vez que se había puesto duro, alguien los
interrumpía, ahora no iba a permitirlo. Dejó que su mano resbalara por la
espalda hasta encontrar la costura central de los leggins y bajó por ella
acariciando el trasero a su paso, Lali se tensó, la mano siguió su camino
recorriendo lentamente esa línea tentadora que como un mapa de carreteras
mostraba el camino a seguir llevándolo hasta el final de las nalgas, extendió
los dedos dejando el corazón sobre la costura y los otros abarcando la parte en
que los muslos se unen al trasero, presionó ligeramente y luego dejó que
siguieran paseando por el interior los muslos soslayando totalmente el perineo,
ignorándolo. A través de la tela Lali pudo sentir su caricia. Unos labios
cálidos rozaron su cuello lamiendo zonas que ella pensaba que no eran para nada
erógenas... resulta que estaba equivocada, sintió subir por el brazo que
apoyaba en la nevera los dedos masculinos de la mano que aún estaba libre,
lentamente, trazando curvas sobre la sudadera, deteniéndose en la parte interna
del codo a la vez que la otra mano seguía atormentando sus muslos sin llegar a
ninguna parte, o al menos a ninguna parte interesante. Era como si todas las
sensaciones, todo el calor del cuerpo femenino se hubiera concentrado en esos
tres únicos puntos en que se tocaban. Una lengua juguetona se asomó entre los
labios posados en su nuca, humedeciendo el lugar que antes ardía, para luego
apartarse y soplarlo, el espasmo de placer fue inmediato, los pezones se
irguieron, la vulva latió, pero en contra de los deseos de Lali, los labios se
alejaron por completo dejándola desamparada. Ahora solo la tocaba en dos puntos
del cuerpo, los dedos que recorrían los muslos retomaron el camino de la
costura para ir subiendo poco a poco, apartándose del sitio al que pertenecían
para volver a posarse sobre la espalda y a continuación abandonar su piel,
dejándola fría, vacía. lali respiraba impaciente mientras los dedos juguetones,
la única parte de sus cuerpos que aún permanecía en contacto, subían por la
parte interna de su brazo hasta la muñeca, se detenían allí a trazar unos pocos
y abrasadores círculos y continuaban su recorrido sobre sus dedos para después
alejarse en el aire... abandonándola.
—Sígueme... —un
susurro en su oído, un roce en el aire, una mano esperando ser apresada.
Y ella capturó su
mano y le siguió...
Sus cuerpos solo se
unían por las yemas de los dedos como un hilo frágil y cálido que en cualquier
momento podría romperse. Los pasos firmes de peter se dirigieron
inexorablemente al dormitorio, encendió la luz del pasillo dejándolo tenuemente
iluminado, atravesó la puerta y tiró suavemente de la mano de Lali acercándola
a él hasta que ni siquiera un soplo de aire pudo deslizarse entre sus cuerpos;
acarició su nuca y se inclinó a besarla. No fue un beso rápido, ni salvaje, ni
excitante, fue como un soplo de aire cálido, como la brisa del mar que en
verano acaricia y aplaca la piel quemada. Trazó con la lengua el camino húmedo
de sus labios parando en la comisura, descubriendo cada pequeña arruga, pasando
luego a la unión de éstos hasta que se separaron espontáneamente permitiéndole
el acceso, recorrió los dientes deteniéndose en los colmillos, probando su filo
para luego abandonarse en el paladar, presionando, tentando hasta encontrar
respuesta, hasta iniciar un pulso de apéndices húmedos e impacientes. Lali se
derretía en su boca mientras las manos presionaban en su cintura para acercarla
más, para pegarla a él. Cuando la tuvo todo lo cerca que quería, dejó que los
dedos resbalaran hacia abajo buscando el borde de la ropa hasta encontrarlo;
extendió la palma y se introdujo delicadamente por debajo, dejando ésta presa
en la "V" que formaba el pulgar para luego ir subiendo poco a poco,
acariciando las caderas, los costados, deteniéndose en asimilar cada una de las
hendiduras de las costillas, arrastrando la tela hacia arriba sin pausa hasta
llegar las axilas. Aún inmersa en aquel beso elegante y sutil, Lali sintió cómo
las manos dejaban de desnudarla y, tras unos segundos —los que tardó su cerebro
en hacer click— subió los brazos que mantenía pegados a ambos lados del cuerpo
hasta la nuca de peter y las manos de él continuaron con su etéreo camino a
través de su cuerpo. Subieron por sus brazos con la sudadera todavía enganchada
y cuando ella los levantó del todo la molesta prenda los recorrió abandonando
por fin su piel y yendo a caer al suelo, Lali dejó caer sus manos hasta la nuca
del hombre y allí las mantuvo relajadas, jugando con los rizos suaves,
anudándolos a sus dedos; no permitiría que parase aquel beso. peter le recorrió
la columna vertebral con caricias lánguidas, tan sutiles que apenas sí las
notaba y la ansiedad por sentirlo más cerca, más apretado, adentro al fin y al
cabo, hacía que escalofríos de placer recorrieran su cuerpo.
Los dedos
encontraron el cierre del sujetador y lo desabrocharon para luego posarse sobre
el encaje y llevarlo hacia el comienzo de los pechos, rozando la base de éstos,
dibujando estelas de placer sin llegar a la areola, sin acercarse siquiera a
los pezones, que esperaban impacientes cualquier caricia, sintiéndose tan
abandonados, tan ansiosos en su dureza que Lali casi lloraba por ellos; los
pulgares subieron acercándose a ellos por encima del sujetador, delineando el
encaje de los bordes de éste, ignorándolos de nuevo.
Lali gimió cuando
las manos apretaron la tela y la alejaron de la piel, sintió que los tirantes
se clavaban en sus omóplatos y bajó los brazos lentamente, recorriendo con las
manos el pecho del hombre, parándose en su cuello, estudiando la clavícula para
acabar posándose sobre la camisa a la altura de los pezones masculinos. También
estaban duros, también querían atención. Se dispuso a dársela cuando sintió que
las manos de peter dejaban sus pechos y se deslizaban hacia arriba,
acariciándola los hombros para luego enredar los dedos en las tiras del
sujetador y bajárselas lentamente por sus brazos, acariciando de nuevo la
sensible piel del interior y dejando que el sujetador cayera al suelo. Ella se
pegó más a él, a su torso. La camisa antes tan suave, ahora se tornaba áspera
contra sus pezones insatisfechos y ella se apretó más, sintiéndolos hinchados,
inhiestes, preparados... e ignorados cuando las manos de él bajaron hasta la
cintura y se detuvieron allí. Ambos se quedaron inmóviles, solo las lenguas
seguían su viaje a través de sus bocas combatiendo sutilmente entre ellas por
ser la que más placer otorgase.
48.
peter deslizó los
dedos por debajo de la cinturilla de los leggins, recorriendo la exquisita
tripita para luego continuar por las caderas y quedarse paradas en la base de
la espalda, acariciando con los pulgares el lugar donde intuía que estaría el
tatuaje, intentando sentir bajo las yemas de los dedos su dibujo para después
introducir las manos totalmente por debajo de la tela, recorrer las nalgas
apretándolas, buscando la unión entre ellas hasta dar con el coxis,
presionándolo, escurriéndose ahí con el índice una y otra vez hasta sentir que
la espalda de Lalia se arqueaba contra él; entonces y sólo entonces, cuando
ramalazos de placer la recorrían haciéndola jadear en su boca, él continuó su
recorrido por las nalgas, bajando por su grieta, acariciando y apretando el ano
a su paso, para abandonarlo en pos del perineo, deteniéndose aquí, buscando la
humedad, impregnando los dedos en ella y volviendo a subir por las nalgas,
deteniéndose un poco más en el ano para acabar de nuevo en la base de la
espalda asiendo los leggins. Las piernas de Lali temblaban y se abrían sin
poder evitarlo, era tan maravilloso, tan dulce, que apenas sí podía respirar.
peter terminó el
beso y la miró a los ojos leyendo la pasión en ellos, luego lamió sus mejillas,
su barbilla, bajando por la clavícula, arrodillándose ante ella,
reverenciándola mientras aferraba los leggins y los iban deslizando por sus
caderas, por sus muslos.
Los labios masculinos
bajaban a la par que sus dedos, caminando por su cuerpo con tiernos lametones y
delicados besos, soslayando de nuevo los pezones y escabullándose hacia el
ombligo, dibujando cada letra de la palabra "Condones" pintada con
rotulador rojo en su abdomen, con las manos deteniéndose en la parte posterior
de las rodillas, acariciando esos puntos de placer que no debieran existir en
bien a la estabilidad, pero que existían y que obligaron a Lali a sujetarse en
los hombros de peter temerosa de derrumbarse cuando éste jugueteó con la lengua
en su ombligo, recorriéndola, lamiéndola, metiéndola y sacándola, mandándole
imágenes de cosas más grandes y largas entrando en sitios más cálidos y
húmedos. ¡Dios! Su vagina comenzó a temblar, contrayéndose, anhelando algo que
el maldito hombre no le proporcionaba. Cuando sintió que por fin los leggins
recorrían sus tobillos y abandonaban su cuerpo soltó temblorosa las manos de
los hombros de peter y se sujetó a su cabeza, abriendo más las piernas en
inclinando hacia delante las caderas, instándole con su cuerpo, con sus manos a
que la besara donde en esos momentos era imprescindible, pero peter la ignoró,
o era idiota o quería hacerla sufrir, no había más opciones y no sabía por qué,
pero se quedaba con la segunda. Desde el ombligo sintió los labios de él seguir
el camino ascendente que llegaba hasta su boca olvidando de nuevo sus pezones,
¡maldita sea!, para depositar un beso tan casto y tan tierno que apenas sí se
dio cuenta.
peter la miró
fijamente, pasó una mano por debajo de sus rodillas y otra por su espalda
levantándola en vilo para luego girar hacia la cama y depositarla en ella con
suma delicadeza. El seguía totalmente vestido.
Lali asistió
excitada al espectáculo de un hombre, peter, desnudándose lentamente, parándose
en cada jodido botón de la camisa hasta que quedó totalmente desabrochada para
luego bajar muy lentamente hasta la bragueta de los vaqueros, el pene se le
marcaba grande y duro bajo ellos y él lo acarició perezosamente mirándola a los
ojos en todo momento. El glande despuntaba por la cintura de los pantalones y peter
le prestó una especial atención, recorriendo con el índice la abertura de la
uretra, esparciendo una tímida gota de esperma por la cabeza gruesa y encarnada
de su polla, apretando y abriendo la abertura, exprimiéndola. Cuando oyó jadear
a Lali sonrió y bajó la mano hacia los botones del pantalón, desabrochándolos
lentamente, prodigándose caricias y disfrutando de la mirada de ella según su
polla iba asomando por el hueco de la tela, cuando hubo acabado dejó resbalar
los pantalones por sus piernas y de una patada los lanzó junto al resto de la
ropa.
Era una imagen
imponente, la camisa blanca abierta, el pecho musculoso asomando por ella, el
vello rubio rodeando los pezones y bajando como una flecha por el abdomen hasta
expandirse en el pubis, el pene rígido, enorme, surcado de venas oscilando ante
ella. peter se lo recorrió con una mano, arriba y abajo, parando en el capullo,
frotando el frenillo, haciendo que el glande llorara gotas de semen que recogía
tiernamente con el pulgar para luego extenderlas perezosamente por todo el
tallo de la polla, abarcándola entera con sus dedos, bajando y subiendo por
ella. Cuando Lali lo vio bajar la mano que le quedaba libre a los testículos y
comenzar a frotarlos sensualmente, se dio cuenta de que era la primera vez en
su vida que veía masturbarse a un hombre. Por ella. Para ella. Y era sin lugar
a dudas la imagen más hermosa, más erótica que había visto jamás.
—No sabes cuánto te
deseo —gimió él entrecortadamente— he soñado contigo así todo el día.
Y en ese momento se
arrodilló ante ella, le abrió los muslos y se apropió de su clítoris,
lamiéndolo, mordisqueándolo, introduciéndole los dedos en la vagina una y otra
vez hasta que toda ella tembló corriéndose en su boca con un grito silencioso.
Bebió el orgasmo femenino hasta que sintió que cesaban los temblores; entonces,
y sólo entonces, trepó por su cuerpo, le dio la vuelta tumbándola boca abajo,
pasó una mano por su estómago haciéndola subir el trasero hacia su erección y
la penetró lentamente, pegándole el pecho a la espalda, besando su nuca,
apretando dentro de ella, moviéndose en círculos sin sacar ni un milímetro su
pene, simplemente aprendiéndose cada punto erógeno de su vagina, sosteniéndose
tras ella con una mano y acariciándole esa dulce y blanda barriguita con la
otra hasta que la oyó gemir, entonces bajó a su pubis, lo recorrió, encontró el
clítoris y lo pellizcó suavemente con dos dedos, la vagina tembló, volvió a
fluir la humedad por ella y peter bombeó sacando el pene muy lentamente hasta
dejarlo casi fuera, manteniendo solo el glande dentro para de golpe hundirse en
ella una y otra vez, casi abandonando sus profundidades para volver al instante
envistiendo salvajemente, golpeando el perineo con su hueso pélvico y el
clítoris con sus testículos mientras los dedos ascendían hasta sus pechos y los
provocaban, pellizcando aquellos pezones que tan olvidados tenía, haciéndolos
circular entre sus dedos a la vez que la polla seguía entrando y saliendo sin pausa,
cada vez más rápido, cada vez más fuerte, cada vez más profundo, haciéndola
moverse en éxtasis, temblando y gritando hasta que sintió que todo se
desvanecía, que la luz estallaba en su cabeza a la vez que un orgasmo demoledor
se apropiaba de su cuerpo.
peter sintió que el
calor inundaba sus testículos ascendiendo por su polla, haciéndole temblar todo
el cuerpo, tan caliente, tan húmedo, sin condón... Joder. Tuvo el tiempo justo
de salir de ella y derramarse sobre su espalda a la vez que un rugido salía de
sus pulmones dejándolos vacíos. Respiró agitadamente intentando volver a la
realidad. Cuando lo consiguió vio a Lali derrumbada sobre el colchón,
totalmente relajada, con los labios entreabiertos y los ojos cerrados. Era la
imagen más hermosa que había visto en su vida.
Suspiró, se había
vuelto a olvidar del maldito condón, era la tercera vez que le ocurría. Joder.
No obstante, un pensamiento acudió a su obnubilado cerebro... se había corrido
sobre su espalda, justo en el lugar donde debía estar el tatuaje. Sonrió
orgulloso para sí. Que se joda Dani, él lo ha visto, genial, pues yo me he
corrido sobre él, ¡toma ya!
Miró la espalda
femenina para fijar esa imagen victoriosa en su cerebro, pero... no vio el
tatuaje... Mmh... El dormitorio estaba en penumbra, iluminado solamente por la
luz del pasillo, quizá fuera eso. Se incorporó sobre un codo buscando el
interruptor encima de la cama, dio con él y encendió la luz. Una luz blanca y
potente que iluminaba cada rincón del cuarto, pero que no mostraba el maldito
tatuaje.
Lali gruñó, se tapó
los ojos con la almohada y alzó una mano en busca del interruptor impertinente
que mostraba al mundo —a peter— todos los michelines que la oscuridad había
ocultado. Pero él volvió a pulsarlo.
Lali se removió en
la cama hasta colocarse por debajo de las sábanas, lo que fuera con tal de no
aparecer a plena luz mostrando ¡todo!
na jajajaj laura me mata cuando le fue a lamer la barba a peter como extrane la novela que ubeno que volviste
ResponderEliminarcomo gozan estos dos por dios
ResponderEliminarmas porfavorrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr
ResponderEliminarpeter se quedo con ganas de ver el tatuage
ResponderEliminargracias por subir varios cap sos grosa espero el proximo
ResponderEliminarque chusma peter querinedo saber todo de lali
ResponderEliminaraaa mi vida de peter se muere por ver ese tatoo sera que lo tendra o sera una jodita de dani hasta yo estoy curiosa por saber
ResponderEliminar=)
ResponderEliminarme fasino todos los caps
ResponderEliminardale se buenita y subi mas es una adiccion tu novela me dejas con ganas de mas no desaparescas tanto tiempo
ResponderEliminarSi siguen así, hasta santino o allegra no paran je!
ResponderEliminarjaajjaja el tatuaje nunca existio jajajan na si es asi me mato jajjajaaj la iguana que obvediente jajajja mas
ResponderEliminarLaura todo un caso,pobre Peter todo lo k soporta con tal d estar con Lali,a Laura ,a Dani,los analisis,etc...claro k el algo quiere algo le cuesta.
ResponderEliminara bueno estos dos me parese que peter quiere tener un baby con lali que ni se cuida para nada
ResponderEliminarquieroooooooooooooo masssssssssssss
ResponderEliminarlos dos son unos quenchis no pueden estar sin tocarse y hacer sus cosas los amo
ResponderEliminarme muero por mas
ResponderEliminarlaurita si es un caso jajaaja como ovedese a lali y peter lo que tiene que pasar pobre me muero
ResponderEliminarme parese que ese tato no existe y que peter callo en el juego de dany me muero saber si es cierto o no
ResponderEliminarsubi mas grosa no los dejes asi
ResponderEliminarjajaj q buien cap! mass
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