27.
Regresaron entre
risas al comedor justo cuando la película empezaba, Dracu se hundió en un
extremo del sillón mientras que Lali se hundía en la otra punta con las piernas
cruzadas sobre los cojines. Ella comenzó a decir los diálogos de la película
que correspondían a Igor, y Drácula, entre risas, la acompañó con los de
Fronkonstin.
Cuando por fin
llegó la pizza les dolía el estómago de tanto reír. Ella la puso sobre la mesa
y luego cogió los cojines del sofá, esos que estaban tirados en el suelo.
—Así que son para
esto —comentó él al ver que Lali se sentaba en el suelo sobre ellos.
—Sí, los cojines de
Dani para comer van mejor que el sillón, al menos no te hundes... aunque más
que nada los usamos cuando vienen mis amigos, como puedes comprobar no hay
muchas sillas donde sentarse —de hecho no había ni una.
— ¿Los cojines de
Dani? —preguntó un poco mosca con el tal Dani de las narices.
—Eh, sí. Los trajo
él, así que los llamamos así.
—Mmh... qué buen
amigo, ¿no? Trayendo cosas para tu casa —dijo irónico. Vaya mierda que ha
traído, era lo que en realidad pensaba.
—Sí, todos hemos
contribuido, mira, el sillón es de mi abuela, la tele de mi madre, el
microondas de la madre de euge, el mueble de la iguana lo hicieron entre Javi y
Dani, igual que la tortuguera y la mesa blanca. El cuadro de corcho lo trajo
Ruth y los cuadros a punto de cruz euge... Cada persona que viene pone su granito
de arena.
—Vaya, pues
entonces falto yo por traer algo...
—Bah, que tontería
—le restó importancia Lali un poco cohibida, lo cierto es que lo que había en
su casa lo habían traído sus mejores amigos, personas muy importantes para
ella, no un tío para E.S.E. —Coge pizza o te quedarás sin ella.
Sí, pensó él
mientras comía, será una tontería pero cada uno de sus amigos ha dejado aquí su
huella. No sabía exactamente por qué, pero se sentía enfadado al ver que no
había nada suyo para que ella pudiera ver y recordar cuando él no estuviera en
esa casa —por cierto, iba a hacer lo posible para que fueran las menos veces.
Lali estaba sentada
sobre los cojines del capullo de Dani, con una pierna doblada bajo el culo y la
otra extendida con los dedos del pie haciendo círculos dentro de los
calcetines, en las manos un trozo enorme de pizza goteaba queso y ella
intentaba atraparlo con la lengua mientras reía por algún diálogo de la
película. Se estaba poniendo duro solo con mirarla. Lo único que fallaba en la
escena era esa estúpida gorra amarilla que tapaba su pelo. ¿Por qué demonios
estaba tan empeñada en ocultárselo?
—Oye, ¿cómo te
llamas?
—Fronkonstin.
— ¡No, lo digo en
serio!, ¿cuál es tu nombre? Nunca me lo has dicho.
—Juan Pedro, pero
todo el mundo me llama Peter. —Y ahora vendrán las mil preguntas sobre de dónde
viene mi nombre y por qué es tan raro, pensó molesto.
— ¡Vaya! Es un
nombre genial, siempre me ha gustado Juan Pedro.
— ¿Te gusta el
nombre de Juan Pedro? —comentó divertido a la vez que se levantaba para a
continuación sentarse en el sillón detrás de ella, apoyándola entre sus piernas
y masajeándole los hombros.
—Sí. Me parece
musical y muy bonito. ¿Algún problema? — Lali Luka enarcó una ceja y se cruzó
de brazos.
—Ninguno, siempre y
cuando, si tenemos alguna niña, estés de acuerdo en ponerla Livia —comentó el
indiferente mientras rodeaba sus hombros acariciándola el cuello.
— ¡Livia! Pero si
fue una manipuladora, asesina e intrigante... ¡Me encanta esa mujer! Sabía
manejar a los hombres( Livia es la protagonista de una mitologia griega) —dijo
sonriendo de forma picara a la vez que dejaba caer la cabeza a un lado.
—Trato hecho,
entonces —dijo besándola y mordisqueándole la nuca.
— ¿Trato hecho?
—Mmh, no se estaba enterando de nada con tanta caricia.
—Si es niño,
Bagoas, si es niña, Livia. —Sus manos recorrieron la clavícula y se
introdujeron bajo la sudadera acariciando lentamente, tentando por encima del
sujetador los pezones.
—Bagoas y Livia...
Sí. Suena bien... —dijo por decir algo, no sabía de qué iba el tema realmente,
sus pezones estaban duros y su vagina vibraba, qué más daban unos nombres
arriba o abajo.
—Pues entonces
pongámonos a ello —sus dedos bailaban con los pezones haciendo que estos
dolieran de deseo, apretándolos para al momento siguiente soltarlos y
consolarlos con las palmas de la mano haciendo círculos sobre ellos.
— ¿A qué?
—respondió ella entre gemidos.
—A engendrar un
Bagoas y una Livia... —susurró
Siguió
acariciándola mientras sus labios le recorrían la nuca, deteniéndose en el
lóbulo de la oreja para morderlo suavemente. Era tan suave, sabía tan bien que
no podía parar de lamer su piel. Lali gemía y apretaba las piernas rítmicamente
a la vez que relámpagos de placer recorrían su vagina llenándola de calor,
haciéndola humedecer, era plenamente consciente del pene rígido y poderoso que
se friccionaba contra su espalda una y otra vez.
Las suaves yemas
dejaron de atormentar los pezones para recorrer lentamente la distancia hasta
su ombligo y detenerse allí, trazando círculos incandescentes, acariciando la
suave depresión, haciéndola imaginar esos mismos movimientos en otra parte de
su cuerpo que se sentiría bastante más agradecida. Inclinó la cabeza buscando
unos labios cálidos y húmedos que la besasen, los encontró dispuestos a
devorarla. Quizá fuera porque abrieron la boca a la vez sin pararse a medir
distancias o porque ambos estaban demasiado descontrolados, la cuestión es que
no se encontraron labio contra labio, sino dientes contra dientes, con ese
sonido desagradable de dos huesos chocando. Se separaron avergonzados y al
momento peter comenzó a reír; Lali se mordió los labios, estaba guapísimo
cuando reía, sus ojos se iluminaban y en las comisuras de su boca se formaban
unas arruguitas deliciosas, dignas de ser probadas. Se acercó a él lentamente y
comenzó a lamerle la comisura de la boca. Sí, realmente sabía tan bien como
creía. Le mordisqueó delicadamente el labio inferior mientras él coqueteaba con
su barriguita. Lali tenía el cuello totalmente torcido hacia atrás en una
postura forzada, pero cuando él permitió la entrada de su lengua se olvidó de
todo, le recorrió el cielo de la boca, sus dientes, aprendió su sabor cálido
mientras él la admitía pacientemente o por lo menos hasta que la lengua de peter
despertó y comenzó entonces una lucha ávida por hacerse con el control, control
que ella no pensaba entregar. El beso se torno feroz, los apéndices se
cruzaban, chocaban, peleaban en un pulso erótico y salvaje que tuvo su eco en
los estremecimientos que recorrían el cuerpo de la pareja.
Las caderas de Lali
pasaron a la acción tomando sus propias decisiones contra aquellos dedos tontos
que solo jugaban con su ombligo, se alzaron intentando colocarlos en el lugar
adecuado es decir un poco más abajo, pero traicioneros como eran la ignoraron desplazándose
a sus pechos. Gruñó descontenta contra los labios del hombre, los cuales
formaron una sonrisa traviesa. Por supuesto que peter lo estaba haciendo
aposta, pero a este juego podían jugar dos. La erección que seguía frotándose
contra sus costillas rítmicamente ahora mismo iba a probar su propia medicina. Lali
a separó la espalda, peter jadeó al sentir que su polla quedaba libre y que,
disgustada, comenzaba a pulsar dolorosamente contra la tela del bóxer. Joder,
estaba en la gloria friccionándose contra ella, no era suficiente, pero era
aguantable y ahora le habían negado ese placer. Apretó las manos contra la barriguita
de la mujer intentando por todos los medios que todo volviera a ocupar el lugar
que tenía antes, pero ella se mantuvo alejada, lo miró a los ojos desafiante
mientras le cogía las manos y las enseñaba el camino correcto, es decir,
descendiendo en picado por su tripa hasta la cintura de los pantalones.petersonrió,
bajó la cabeza y lamió su cuello dejando que le guiase; estaba duro como una
piedra, si la única manera de encontrar consuelo era esa, por él perfecto.
28.
Siguió el camino
hasta bordear los pantalones y la oyó jadear triunfal; qué equivocada estaba.
Paseó los dedos por encima del tanga adentrándose en su entrepierna mojada. A
través de la tela húmeda podía sentir su clítoris tenso, hinchado, apetecible,
lo atrapó entre dos dedos pellizcando suavemente, aumentando la presión
gradualmente a la vez que la sentía temblar agarrada a sus muñecas; su espalda
se arqueaba vibrando. Estaba a punto de correrse.
—Por debajo del
tanga —susurro Lali — tócame por debajo.
—No —contestó
separándose de ella y levantándose bruscamente.
—Joder —maldijo al
sentir que se alejaba—, joder —repitió. No le salían las palabras, estaba
dolorida y quería más, ¿por qué la dejaba así?
El se colocó a
horcajadas sobre ella, la cogió de las caderas y de un impulso la tumbó en los
cojines sobre el suelo. Situó una mano a cada lado de su cabeza y la besó
rabiosamente mordiéndole el labio, apresándola contra su cuerpo, frotando su
polla contra su pubis.
—No vas a correrte
con mis dedos. Te vas a correr con mi polla. Te voy a follar sobre los cojines
del "Dani" basta que te oiga gritar —dijo en un arrebato. Dani le
había regalado unos cojines de mierda y él la iba a follar sobre ellos hasta
que ella los cambiara de nombre—, te voy a comer el coño hasta que grites mi
nombre, lo succionaré, lo morderé y lo lameré hasta que te oiga chillar,
entonces te hundiré la lengua hasta el fondo, hasta que supliques, y luego te follaré
hasta que digas basta, una y otra vez, y otra, y cuando no puedas más, seguiré
follándote con mi polla y con mi lengua. Sin tregua…le bajaba la cremallera de
los vaqueros con manos temblorosas, dándose cuenta de que tenía un estúpido
ataque de celos contra un tipo al que ni siquiera conocía, pero es que le
escocía el nombre de los putos cojines, llevaba escociéndole toda la jodida
noche.
Cuando por fin bajó
la cremallera tiró de los pantalones hasta quitárselos y los lanzó sin mirar
—si hubiera mirado habría visto que caían haciendo una elipse perfecta hasta la
tortuguera—. Un tanga diminuto, rosa y sin adornos era lo único que impedía la
visión de la vulva perfecta y el clítoris rosado que le habían visitado en
sueños durante toda la semana. La miró a los ojos, ella le devoraba a su vez,
desabrochándole los botones de la camisa, bajándola por sus hombros,
apretándose contra su erección. Se habían convertido en bárbaros que solo
buscaban una cosa: placer. La camisa le molestaba, estaba trabada en sus brazos
impidiendo que la abrazara, la rompió de un tirón, necesitaba tocarla. Le sacó
la sudadera sin saber cómo y hundió la cara en sus tetas, respirando
profundamente, llevando su aroma cálido y sensual hasta las profundidades de su
cerebro mientras sus manos las masajeaban desde debajo de las axilas, Lali
peleaba con los puñeteros pantalones de peter, el botón se le resbalaba, tenía
esa polla enorme y necesitada al alcance de la mano y no podía llegar hasta
ella. Tiró con fuerza hasta que saltó el botón para a continuación bajar
desesperada la cremallera, pero en vez de encontrar el metal, se topó con otro
jodido botón.
—Joder. Mierda de
putos botones —gritó furiosa; quería esa polla y la quería ya.
peter se apoyó
sobre un codo, bajó una mano y con una facilidad pasmosa se desabrochó; la
polla saltó como un resorte bajo sus calzoncillos y él puso su mano sobre ella
y apretó, subiendo y bajando, una y otra vez, mientras la miraba a los ojos.
Incitando, como diciendo, ¿qué te parece nena?, ¿la quieres? Y Lali la quería.
— ¡Y una mierda! Tu
dedícate a tu cumplir tus amenazas que esa polla es mía —dijo agarrándole la
muñeca y retirándole la mano para a continuación sortear el incordio de su slip
y agarrarla posesivamente—, ¿Vas a hacer que grite? ¡Ja! Veremos quién pide
clemencia antes —exclamó dándole un empellón que le hizo perder el equilibrio y
caer tumbado de espaldas en el suelo. Se subió sobre él y sin pensarlo dos
veces se la metió en la boca.
Su pene era enorme,
imponente, liso como la piel de un bebé y rosado en el glande del que asomaba
una solitaria gota preseminal; era un hermoso capullo, hinchado y terso, que
pedía a gritos un poco de atención, atención que su lengua se ocupó de
dispensar. Chupó golosa como si de un caramelo se tratara a la vez que frotaba
su vulva húmeda y anhelante contra las piernas del hombre.
Succionó como si le
fuera la vida en ello, deleitándose con su sabor salado y cremoso, acariciando
la cabeza del pene con lametones lánguidos, aprendiendo su forma, su sabor, su
olor. Su lengua juguetona encontró la pequeña abertura de la que manaría el
semen y se introdujo tentándola. Cuando lo sintió jadear, lo mordió suavemente,
notando cómo los muslos se tensaban bajo ella una y otra vez, hasta que unas
manos masculinas, poderosas y delicadas agarraron su cabello y las caderas del
hombre empezaron a convulsionar, queriendo introducirse más en ella, acariciar
su paladar, sentir el fondo de su garganta. Lali le complació. Lentamente lo
enterró en su boca, con la lengua moviéndose en toda su largura, los dientes
arañándole delicadamente, la cálida saliva mojándole, apretando los labios
contra él, arriba y abajo una y otra vez, soltándole cuando le sentía
hincharse, a punto. El abrió las piernas, mostrando sin palabras el camino
hacia sus testículos. Ella permitió que se apaciguara entre jadeos para bajar
por todo su tallo con la lengua en una caricia tan suave que parecía la de una
pluma, llegando hasta la base y acabando por lamerle lentamente el escroto
mientras ponía la palma de la mano sobre el glande y apretaba, como indicándole
que esperara, que se tranquilizara, pero si algo estaba lejos de la intención
de peter era precisamente eso, quería ese calor sobre él, joder, le dolían los
huevos y ella quería que se relajara, ¡y una mierda! Movió las caderas y le
sujetó la cabeza indicando que no quería, no podía esperar. Ella entonces
absorbió un testículo, sosteniéndolo, atormentándolo mientras su mano le
recorría, le masturbaba, hasta que se hinchó tanto que pensó que explotaría y
en ese momento sus labios abandonaron el escroto y volvieron a subir
lentamente, sigilosamente por toda la longitud del miembro, torturándolo de
nuevo mientras la palma de la mano volvía a posarse sobre el glande. El cuerpo
de peter temblaba incontrolable, los jadeos apagaban
el ruido del televisor y ella volvía a empezar el tormento. Iba a matarle. ¡Ni
de coña! La cogió por las mejillas haciendo que lo soltara, eso dolió, joder si
dolió. Perder su calor, su humedad, fue difícil pero lo consiguió. La agarró
por debajo de las axilas y la tumbó sobre la espalda. Iba a darla su merecido.
Ahora.
Le abrió las
piernas y hundió en ellas la cabeza para lamer el clítoris por encima del tanga empapado, su sabor era increíble,
su aroma embriagador. El clítoris creaba un bulto visible bajo la tela
rosa y el atacó allí, cogiéndolo entre sus dientes y apretando gradualmente,
absorbiendo cuando ella gemía. Uno de los dedos esquivó el elástico y se coló
en su interior. Resbaló. Otro dedo le acompañó. Los curvó y apretó contra su
vagina a la vez que trabajaba el sensible capullo. Su meñique se acomodó en la
hendidura de sus nalgas, provocando la rugosa abertura que le tentaba... Dios,
cómo le tentaba. El clítoris se hinchó aún más en respuesta a su
atrevimiento, las caderas temblaron, los jugos le humedecieron la mano. Él
siguió lamiendo, chupando, metiendo y sacando los dedos en una cadencia
enloquecedora, parando cuando sentía temblar la vagina y continuando cuando se
relajaba. Hasta que oyó palabras y no jadeos.
—Drácula, peter —Dios, no sabía ni cómo nombrarle para llamar su atención—, digo tu
nombre, cumple tu promesa —retaba entre gemidos.
— ¿Qué promesa?
—Fóllame hasta que
diga basta.
—Joder —le apartó
el tanga, no había tiempo para quitárselo. Se dispuso a penetrarla cuando entre
las brumas de su mente vio que estaban tumbados en el suelo y que los cojines
de Dani habían quedado olvidados a un lado. Y una mierda. Iba a manchar esos
jodidos cojines con su orgasmo. La levantó desesperado y la colocó sobre ellos
en un último vestigio de voluntad; entonces, y sólo entonces, volvió a apartar
la molesta tela y la penetró de un empellón.
29.
Se sintió colmada
cuando entró en ella y empezó a bombear una y otra vez, fue rápido, fue
salvaje, su vagina hizo erupción temblando violentamente a la vez que el
éxtasis la devastaba. Cuando ella se estremeció apretando caóticamente su
miembro atormentándolo, estrujándolo, queriendo exprimir hasta la última gota
de un orgasmo demoledor él apenas tuvo tiempo de apartarse y apretar su pene
sobre la tripa de Lali. El semen escapó fulminante de su cuerpo regándole el
abdomen.peter situó los dedos sobre la barriguita acogedora de la mujer y
extendió el esperma impregnándose la mano para luego con movimientos certeros
limpiarse el pringoso líquido contra los cojines hasta verlos irremisiblemente
marcados. Cumplida su venganza secreta, sonrió y se derrumbó sobre ella. Misión
cumplida.
—Pesas.
— ¿Eh?
—Pesas.
—Perdona.
peter se echó a un
lado enredándose con los pantalones que aún llevaba por las rodillas y acabó
cayendo desmadejadamente al suelo.
—Puñeteros cojines,
ni siquiera son lo suficientemente grandes para acogerme —se quejó entre
dientes moviendo las piernas para quitarse los pantalones hasta que se encontró
con la barrera de las deportivas y se dio por vencido.
— ¿Qué?
—Nada.
—Vale —contestó Lali
somnolienta, estaba a un tris de quedarse dormida.
Totalmente
despierto gracias al frío helador que le recorría el cuerpo —el suelo estaba
muy, pero que muy frío—, peter se incorporó sobre un codo con los tobillos aún
trabados y contempló a la mujer que estaba tumbada a su lado, recorrió con la
mirada su cuerpo jugoso, su tripita subiendo y bajando con la respiración, sus
mullidos muslos relajados después del ejercicio, sus formidables pechos
enrojecidos por sus besos, su boca brillante, los pómulos marcados, la nariz
respingona, los ojos cerrados, quizá soñando con él... extendió una mano y le
acarició las mejillas, era preciosa, tan dulce e indómita a la vez. Recorrió
sus facciones lentamente disfrutándolas hasta llegar a la ridícula gorra que
seguía firmemente encasquetada en su frente, quería hundirse en ese suave y
precioso cabello castaño, así que lentamente retiró la gorra observando
complacido su precioso pelo naranja. ¿Naranja? ¡¡Naranja!!
—¡¿Qué has hecho?!
—exclamó sentándose de un salto.
— ¿Qué? —Lali
despertó aturdida por su grito.
—Sí, mírate... ¿Qué
ha pasado?
—Joder —Lali se
incorporó de golpe—. Mierda.
Estaba desnuda. ¡En
bolas! Y con las luces del salón encendidas iluminando cada michelín, cada
pelito de sus piernas que hubiera escapado a la dolorosa cera, sin nada que
disimulase su culo, con las tetas apuntando hacia el ombligo, qué narices
apuntando, ¡caídas hasta el ombligo!, Dios mío. ¿Y la ropa? La sudadera al lado
de la puerta, los pantalones en el acuario, ¡las tortugas los estaban
mordiendo! Se miró detenidamente en un instante de pánico, el tanga rosa estaba
dado de sí... ay, Dios, echado a un lado, se veían perfectamente todos y cada
uno de los rizos frondosos de su coño, ni ingles brasileñas ni narices... selva
amazónica como poco. Y solo tenía ¡dos manos! Se tapó el pecho, se lo pensó
mejor y se tapó las ingles, se lo volvió a pensar y se acurrucó como un feto
sobre los cojines, agarrándose las rodillas, escondiéndose. Sí, así no se le
veía nada, excepto sus enormes caderas, ¡demonios!, cruzó los tobillos e
intentó colocar los pies de tal manera que las disimularan un poco, misión
imposible, sus muslos se desparramaban gloriosos sin que pudiera hacer nada por
evitarlo... Qué pintas tenía que tener... y a plena luz. ¿Por qué demonios
había puesto halógenos? Con lo baratas que son las velas y lo poco que
iluminan. ¿Y ahora qué? ¿Cómo se las iba a apañar para que Alex se largara con
viento fresco y poder recuperar una pizca de dignidad?
El miraba asombrado
el pelo fosforito de la mujer. ¿Pero qué había hecho? Su hermoso pelo, su
melena sedosa, esas ondas largas y sinuosas que había soñado rodeándole el
pene, ese castaño natural y divino había muerto, perecido, asesinado. Porque
eso que brotaba de su cabeza era un asesinato al buen gusto. ¿Y qué narices la
pasaba? No hacía más que moverse como si tuviera el baile de San Vito. ¿Y por
qué se tapaba los pechos y el pubis? Lo que tenía que hacer era taparse el
pelo, no privarle de su hermosura. Joder, ahora se había hecho un feto. No se
veía de ella más que esa... esa... esa cosa naranja.
—Esto... ¿Y no
tienes que ir al servicio? —preguntó esperanzada, por Dios que se largue para
que pueda ir a por algo para taparme, rezó.
—Pues no, todavía
no me han dado arcadas... pero no estoy seguro de que no me den —comentó
irónico e irritado.
— ¿Perdón? —La
vergüenza acababa de dar paso al enfado. ¿Quién coño se creía él que era para
soltarle esa bazofia? Ya había oído demasiado de esa mierda en su vida y no
estaba dispuesta a oír más—. A lo mejor la que tiene que vomitar soy yo.
Lali se levantó con
toda la dignidad que pudo reunir —la cual, todo hay que decirlo, era más bien
escasa—, y con la cabeza bien alta se dirigió hacia la puerta, cogió su
sudadera —grande, larga, ancha y que gracias a Dios le tapa todo lo que hacía
falta tapar y en cuanto estuvo todo lo cubierta que podía estar, se dio la
vuelta mirándolo airada. Se iba a enterar el colmillitos de las narices quién
era ella.
peter estaba de pie
con los brazos cruzados esperando una explicación que era perfectamente
consciente de no merecer, porque al fin y al cabo él no era nadie para opinar
sobre su antaño hermosísimo cabello.
—Mira,
"Draculín", si no te gusta lo que ves te puedes ir largando por esa
puerta YA —dijo señalando la salida airadamente—. Ni tú ni nadie me va a
insultar en MI casa.
— ¿Cuándo te he
insultado? Que yo sepa solo he preguntado qué cojones te has hecho en el pelo.
— ¿En la cabeza? ¿A
qué coño te refieres? — ¿No era su cuerpo? ¿Era su cabeza lo que no le gustaba?
Joder, pues llevaba viéndola toda la santa noche.
—A eso que te has
hecho en el pelo —dijo señalándola crispado.
— ¿En el pelo? —Lali
se llevó las manos a la cabeza. Ay, Dios, la gorra no estaba—. Ah... sí, el
color del pelo. —Joder, joder, joder, se le había olvidado por completo, ¿y
ahora qué?, pues ante todo dignidad, ya lo dijo Sir Oscar Wilde "las
mujeres prefieren tener razón a ser razonables"—. Pues mira, me lo he
cambiado.
— ¿Por qué?
—preguntó pesaroso.
—Porque estaba
aburrida de llevarlo siempre igual —contestó orgullosa.
—Pues haberte hecho
una coleta o un moño... pero eso... eso...
— ¿Sí? —dijo
alzando una ceja, segura de sí misma (más o menos) tras su enorme sudadera.
—Joder, es el color
más ridículo que he visto en mi vida.
— ¿Ri-dí-cu-lo?
—movió el cuello subrayando cada sílaba—. ¿Me habla de ridículo un tío en bolas
de pie en mitad de mi salón con los pantalones enrollados en los tobillos? Por
favor...
—Joder —dijo al
darse cuenta de su posición en esos momentos. De un tirón se subió los
pantalones y volvió a cruzar los brazos arrogante—, ya está. Lo mío, como ves,
tenía fácil solución. A ver cómo te las apañas para solucionar tu desastre.
—No es ningún
desastre. Y no voy a solucionar nada sólo porque tus gustos difieran de los
míos.
—Me parece
perfecto.
—Y si no te gusta,
ya sabes... —estaba embalada.
— ¿Qué?
30.
—O cierras los ojos
o te acostumbras o te largas —caminó hacia él—. Nunca, jamás, nadie, y menos un
Vinagres va a decidir lo que me pongo o no me pongo, lo que hago o no hago, lo
que pienso o no pienso —recalcaba furiosa cada palabra apretando el índice
contra su pecho—, ¿lo captas? Nadie, jamás, va a volver a tener ese derecho
sobre mí. ¿Ha quedado claro?
—Transparente —algo
oculto en su mirada le hizo claudicar, había más de lo que se mostraba.
—Bien. Voy a
ducharme. Tú haz lo que quieras.
Y se largó al baño
sin mirar si él se quedaba o se iba.
Manda huevos
discutir por tan tremenda chorrada, pensó cuando el chorro de agua caliente cayó
sobre su cara. Un mechón de pelo naranja del flequillo le cubrió los ojos
cuando se inclino a coger el gel. Vale, no es que su pelo fuera divino de la
muerte, pero tampoco era para ponerse así, y sí que tenía fácil solución, de
hecho mañana mismo se lo pensaba teñir de su color por mucho que hubiera dicho;
nunca se quedaría con el pelo de "ese" color.
Lo que la fastidiaba,
lo que verdaderamente le jodía, hablando en plata, era que por culpa de cuatro
palabras ella hubiera vuelto al pasado, a cuando se encogía por no tener la
apariencia perfecta que el Vinagres quería. Mierda, mierda, mierda. Se le había
ido de las manos. Si no hubiese estado medio dormida no habría reaccionado así
pero despertarse con un grito la había trasportado a otra época, a otra persona.
Sacudió la cabeza, respiró profundamente y se empezó a acariciar la tripita en
un mantra que llevaba años practicando. Suave y redondita, perfecta. Luego
subió a los pechos sosteniéndolos con las manos pegadas al abdomen, no llegáis
al ombligo ni de coña, no estáis caídos, sois notables y bonitos. Se dejó caer
pegada a la pared hasta quedar sentada en el suelo de la ducha y se abrazó las
piernas, largas y bien proporcionadas, sí, señoritas, sois preciosas.
Listo.
Se irguió y sacudió
los hombros. Volvía a ser la de siempre.
peter se daría de
cabezazos contra la pared si encontrara alguna desocupada contra la que darse.
Pero entre el cuadro de las fotos y las estanterías no había hueco para
partirse esa estúpida calabaza que tenía por cabeza así que decidió fumarse un
cigarro. No había visto ningún cenicero en la casa, así que no sabía si sería
bienvenido el humo del pitillo por lo que abrió una ventana y sacó todo su
torso fuera mientras fumaba. La discusión había sido desproporcionada y eso era
culpa suya. No tenía ninguna razón de peso para opinar sobre nada de Lali. Y lo
sabía de sobra. Pero había soñado con esa melena toda la semana y verla en ese
estado le había puesto de mal humor. Y como ella bien había dicho, nadie tenía
derecho a decidir en su lugar... o para ser más exactos, nadie iba a
"volver" a tener ese derecho. Esa palabra lo cambiaba todo. En fin,
no era asunto suyo. Esperó paciente a que saliera del baño para disculparse, si
no tenía razón, no la tenía. Y punto.
Cuando la vio
aparecer, con el pelo húmedo —no quería pensar en el color—, el albornoz bien
abrochado y esa expresión de determinación en la cara casi se dio por vencido.
Casi. Se separó de la ventana abierta y se encaró a ella.
—Siento haber dicho
lo que dije —ya está, ¿para que dar rodeos?
—No pasa nada
—contestó Lali.
—Y de todas maneras
—tragó saliva—, no te queda mal del todo.
—Cierto.
—Es un color
original —continuó peter al ver que no lo mandaba a hacer puñetas.
— ¿Sí? — ¿Se estaba
disculpando? ¡Caramba!, eso sí que no le había pasado nunca a Luka.
—Sí. Muy natural
—según lo dijo se dio cuenta de que ese tono era todo menos natural.
— ¿Natural? — ¿Le
estaba tomando el pelo o es que era daltónico?
—Sí, del color de
las zanahorias... —joder, lo estaba arreglando, pero lo cierto es que sí
parecía una zanahoria. Intentó evitar sonreír.
— ¿Zanahorias?
—repitió ella sintiendo cómo se curvaban sus labios en una risita.
—Sí... Frescas,
zanahorias frescas...
—Más bien
zanahorias radiactivas —acabó Lali en una carcajada.
— ¡Dios! —peter
estalló también, las carcajadas de ambos podían oírse en la Patagonia, lo malo
es que también se oían en el piso de abajo.
—¡¡¡Hostia, que la
gente DECENTE duerme a estas horas!!!
—Uis, esa es la
Marquesa, cierra la ventana rápido, antes de que nos lance una maldición —logro
decir Lali entre risas.
— ¡Mejor marquesa
que puta! —se oyó amortiguado al cerrar el cristal.
— ¡Será posible! Se
va a enterar esa arpía —se revolvió Alex abriendo de nuevo la ventana.
—Deja, no pasa
nada, nos pasamos así toda la vida. Tranquilo, no merece la pena —dijo LALI
agarrándole del brazo y cerrando la ventana.
— ¿Que no merece la
pena? Te acaba de llamar puta. ¿Cómo se atreve?
—Vamos, vamos, no
hay que hacer uso de palabras malsonantes —dijo muy calmada, demasiado,
mientras le llevaba hacia la cocina—, hay que tener cabeza.
—Joder, ¿cómo
puedes no enfadarte?
—Shh, calla. Esta
mañana la Marquesa tendió su ropa y a estas alturas ya debe de estar seca —dijo
susurrando.
— ¿Y? —Qué
importaba eso, no comprendía nada.
—Shh, no hables
alto. Mejor estate callado —abrió la ventana de la cocina, miró hacia abajo y
volvió a cerrarla—, shh... No la ha recogido...
Recorrió la cocina
de puntillas y cogió una regadera mientras peter la miraba alucinando; la llenó
de leche, abrió la ventana... y regó la ropa tendida de la vecina de abajo.
—Son las dos de la
mañana y hace un frío que pela, mañana por la mañana la ropa estará llena de
manchas blancas congeladas, todo el mundo pensará que son cagadas de pájaros...
—Dios, eres
retorcida —dijo a la vez que la abrazaba—; recuérdame que de ningún modo te
tenga como enemiga.
—No me tengas como
enemiga —dijo arqueando las cejas muy seria.
—Jamás —contestó
besándola.
ay como me encantaron los cap mas
ResponderEliminarna como me rei que lali penso que estaba hablando de su cuerpo y el estaba hablando del pelo no jajajjaajaj
ResponderEliminarque mala lali si es vengadora cada vez me gusta mas la novela hasta pronto
ResponderEliminarmas porfavor
ResponderEliminarque bueno que peter se disculpo porque realmente no tenia que saltar asi
ResponderEliminarme encanto mas
ResponderEliminarSon únicos estos dos! Más nove!
ResponderEliminarque celoso es peter jajaaj solo por los cogines como difrutan estos dos estando juntos
ResponderEliminarame los cap quiero mas porfa
ResponderEliminarque energia tienen estos dos mas =)
ResponderEliminarque lindo la pasan estos dos quiero un peter asi de ardiente jajajajaja
ResponderEliminarquieroooooooooooo masssssssssssssss
ResponderEliminarme encanto
ResponderEliminarsibi mas porfavor
ResponderEliminarespero el proximo genia
ResponderEliminarEntiendo la decepcion d Peter x el pelo,soñar durante toda una semana con su pelo,y encontrarse el zanahoria,jajaja,es como esperar una comida,y cuando llegas a casa,te encuentras otra ,y pones mala cara.
ResponderEliminarCeloso d Dani,k ni siquiera lo conoce,bueh!,si k le pego fuerte el amor.¿Continuaras con "Tan solo una mirada?.
ResponderEliminarme alegra que todo se arreglara estuvo buenicima
ResponderEliminary porque no subes con tan solo una mirada entre semana esta muy linda
un beso
Angie***
h7uuuu jajaja q capitulosss
ResponderEliminarmasssssss