21.
Si había que viajar
fuera del país para comprobar un nuevo material iba él porque no tenía familia
que atender, si surgía una reunión con socios o clientes acudía él porque
estaba soltero y tenía todo el tiempo libre del mundo, si algún cliente petardo
recordaba que necesitaba un nuevo material y era cuestión de vida o muerte —y
por supuesto lo recordaba cuando el reparto ya había salido y no era posible
mandárselo—, entonces era él quien se desplazaba al culo del mundo a llevárselo
aunque tuviera que viajar de Barcelona a Cádiz sin paradas, daba lo mismo, él
no tenía novia, nadie le esperaba en casa.
Estaba harto. De
hecho esto se había vuelto tan habitual que cuando algún cliente, proveedor,
socio, etc., tenía algún problema, le llamaba a él directamente al móvil porque
siempre, SIEMPRE, estaba disponible; ya se encargaba su padre de dejarlo claro:
"habla con mi hijo que él tiene tiempo y yo no", y Drácula se había
quedado sin tiempo. En definitiva, y hablando claro, como estaba "soltero
y solo en la vida", era la persona idónea para hacer cualquier cosa a
cualquier jodida hora del día o de la noche y si se le ocurría quejarse de su
suerte delante de sus padres, estos le convencían de que estaba mejor así, que
una pareja daba muchos problemas y que tenía más tranquilidad él solito.
¿Tranquilidad para quién? Para él no, más bien para sus papis que aprovechaban
cada segundo libre para hacer cosas que "animaran" a la pareja sin
importarles lo poco "animada" que estaba la vida de su hijo.
Su existencia se
había convertido en una maratón de horas ocupadas en tareas que había llegado a
aborrecer, por eso cuando meses atrás vio la posibilidad de trasladarse a
Madrid no lo dudó un momento. Y ahora por fin, se iba. Adiós. Ciao. Bye bye.
La semana pasó en
un visto y no visto, ultimando todos los detalles. Conformando créditos y
soluciones con los bancos, convenciendo a empleados fiables para trasladarse y
concertando citas con arquitectos y contratas de reformas para empezar las obras
de instalación de la nueva nave en el momento en que la compra fuera un hecho.
Tal cual iban las
cosas imaginaba que en un par de meses la ampliación del negocio iría viento en
popa.
Una vez solucionado
el tema empresarial pasó al personal, buscó por Internet pisos de alquiler en
Alcorcón y de hecho encontró uno ubicado cerca del domicilio de Lali —eso se
llamaba acoso y derribo pero le daba lo mismo— por las fotos del anuncio y tras
la entrevista telefónica con el dueño llegó a la conclusión de que era lo que
buscaba. El lunes iría a echarle un vistazo y probablemente dejara los papeles
firmados, mientras tanto pensaba pasar el fin de semana en el hotel con ella
atada a su cama, más que nada para evitar que se volviera a ir dejando
mensajitos en el espejo del baño...
Se estuvo
despidiendo de su familia durante toda la semana, al menos un par de veces al
día. Les costaba dejarle partir. ¿A ver de quién se iban a aprovechar a partir
de ahora?
Aguantó las charlas
de su padre sobre nuevas adquisiciones y aperturas de empresas —a veces su
viejo olvidaba que tenía un máster en empresariales—, y asistió atónito a una
charla sobre sexo seguro impartida en exclusiva para él por su madre.
—Recuerda, lleva
siempre un paquete de condones en el bolsillo —le miró por encima de las gafas,
sonriendo y catalogando a su hijo—, un paquete bien grande, por cierto. Lo
mejor en esta vida es el sexo seguro y esporádico —le repetía una y otra vez,
remarcando con alzamientos de cejas la palabra "esporádico", joder,
como si ella hubiera tenido mucho sexo de ese... por Dios, esperaba que no—.
Nada de hacerlo al tun tun que luego pasa lo que pasa.
Y, sinceramente, no
sabía si se refería a que podía coger una enfermedad mortal o a que podía dejar
embarazada a una mujer. Aunque se temía que a su madre le aterrorizaba más la
segunda opción.
—Eres muy joven,
mira a tus hermanos, liados de por vida con lo bien que se vive solo, sin
cargas, sin compromisos, la de cosas que puedes probar sin pareja estable, si
total, para el sexo vale cualquiera, no se te ocurra dejarte liar. Pero qué
pena atarse la vida siendo tan joven...
Y su padre lo
miraba asomando la cabeza por encima del periódico, sonriendo para sí mismo,
como diciendo: mira lo que me pasó a mí, déjate liar, no lo dudes, no te
aburrirás jamás.
No es que tuviera
prisa por encontrar pareja pero tampoco le parecía mala opción, sobre todo con Lali
rondando por su cabeza, pero su madre se lo ponía muy oscuro, tan oscuro que
estaba tentadísimo de liarse con alguien para toda la vida solo por llevarle la
contraria... recapacitó. ¿Su madre era capaz de decirle lo contrario de lo que
quería que hiciera? Sí. No. Ni idea.
A veces pensaba en
el matrimonio de sus padres, era un tanto extraño, pero sinceramente veía
difícil que dos personas tan insólitas fueran capaces de encontrarse más a
gusto con otras personas, que con ellos mismos. Sí, había quejas soslayadas,
indirectas en forma de vibrador "Tomas Grant" pero también había
muchas risas y carantoñas. Un matrimonio feliz y bien avenido que disfrutaba
haciendo pensar a los demás que se llevaban mal.
Cuando por fin
llegó el viernes estaba deseando coger el avión y regresar a Madrid. Con Lali.
Se le habían hecho interminables las horas en la Terminal hasta que salieron
las maletas, hasta que salió del aeropuerto, hasta que llegó al parking de la
T4 (había dejado su coche allí toda la semana). Había llegado al hotel,
tramitado una habitación doble —no iba a dejar opción a Lali —, deshecho una
maleta, duchado y vestido, todo en menos de una hora. Tenía prisa por llegar al
lugar de la cita.
Cuanto antes mejor.
Y allí estaba
ahora.
Esperando a una
mujer que no aparecía.
Volvió a mirar el
reloj, las nueve y tres minutos, más de media hora de plantón. Se acabó, se
largaba. Adiós.
Se alejó de la
farola en que estaba apoyado y se encaminó hacia la salida de la plaza, un
banco llamó su atención, parecía acogedor, de madera y con patas de hierro como
todos los jodidos bancos de España, pero este parecía más... cómodo, se acercó,
estaba vacío y él estaba cansado de estar de pie —mentira cochina—; se sentó,
miró el reloj, las nueve y cinco. Bien. Descansaría un poco y si a las nueve y
cuarto no había llegado, por su madre que se iría.
Reanudó con ojo
avizor su observación de los "nadie" que pasaban por allí y en ese
momento lo vio.
Un Clio aparcaba de
mala manera, el conductor parecía tener bastante prisa porque salió dando un
portazo descuidado que no cerró del todo la puerta, se dio media vuelta y cerró
bien, luego pulsó el mando como unas diez veces mientras se alejaba del coche
hasta que se dio cuenta de que no funcionaba y se volvió a acercar para cerrar
con llave, movió los hombros como relajándolos, se dio media vuelta y echó a
correr hacia el centro cívico. Bueno, a correr exactamente no, parecía más bien
que anadeaba deprisa, porque no doblaba las rodillas y, claro, no hay quien
corra con las rodillas rígidas, aunque eso podía deberse a unos pantalones tan
ajustados que no debía ni poder respirar con ellos, llevaba además un enorme
bolso oscuro que le iba dando golpes rítmicamente en la espalda y el estómago,
una chaqueta de pana entallada de la que sobresalía por debajo de las caderas
¿un trapo blanco enorme atado con un nudo? Y en la cabeza portaba un...
¿turbante? ¿Hippie? cuando el "elemento" estuvo más cerca y pudo
fijarse en su cara comprobó atónito que "eso" era... Lali. Echó un
segundo vistazo a la figura y llegó a la conclusión de que hasta vestida como
un payaso, era la mujer más hermosa que había tenido el privilegio de ver.
Viernes 7 de
noviembre de 2011, 21.07h
22.
Joder con el
puñetero bolso, le estaba dejando los riñones y el estómago hechos una
piltrafa; a cada paso que daba la golpeaba sin piedad. Maldita sea. No debería
haberlo cogido, pero... ¿dónde iba a meter sino el "Kit de supervivencia para
encuentros sexuales esporádicos"? Un cepillo, un bote de laca, un estuche
de maquillaje, un cepillo de dientes, pasta dental, un paquete de galletas, un
paquete de condones y un bolsito de aseo con un tanga y un sujetador limpios
para arreglarse por la mañana amen del resto de cosas que usualmente llevaba en
el bolso... Y parecía que no, pero pesaba un huevo. Claro que podía haberlo
dejado en el maletero del coche pero a ver con qué cara le soltaba ella al
Draculín que antes de iniciar el viaje a ningún hotel tenía que pasar por su
coche a por el bolsón para la noche, joder, qué corte, ¿no?
En ese momento se
paró de golpe, su cerebro, que había estado hundido en las brumas de la
desesperación por culpa de su pelo, volvía a funcionar a la máxima potencia.
¿Para qué coño quería el "kit de supervivencia para E.S.E." si no iba
a tener un "E.S.E."? (Encuentro Sexual Esporádico). Dios, se había
olvidado por completo de su horrendo pelo y del hilo que abrochaba sus
pantalones. Era inconcebible un E.S.E. sin desnudarse y quitarse el turbante y
cualquiera mostraba a nadie y menos a Colmillitos las pintas que tan
diabólicamente ocultaba su disfraz. Demonios.
Se dio media vuelta
y regresó al coche, no se molestó en pulsar el mando a distancia, se había
vuelto a quedar sin pilas. Abrió el maletero y lanzó dentro el mega bolso, al
fin y al cabo no lo iba a necesitar y bastante tenía ya con las estrecheces de
los pantalones como para aguantar también los golpes del "bolso
asesino". Volvió a cerrar el coche y se dirigió, una vez más, al Centro
Cívico, aunque con tanto retraso lo mismo Mordisquitos ya ni estaba.
Drácula asistía
asombrado al errático paseo de Lali. Cuando parecía que por fin llegaba a la
plaza se quedó parada de golpe, giró sobre sus talones y volvió al coche.
Joder. ¿Acaso se lo había pensado mejor y había decidido irse? No. Al cabo de
un segundo volvía a girar sobre sus talones y se dirigía de nuevo hacia él...
¿Nerviosismo o locura?
Por lo visto se
había deshecho del bolso. Casi mejor, esa cosa era un arma a tener en cuenta.
Decidió esperar sentado tranquilamente a que ella se acercara, ahora que podía
ver su cara iluminada por las farolas descubrió en su expresión una mueca de...
¿fastidio? ¿Irritación? Parecía que se avecinaba una noche divertida.
Lali inhaló todo el
aire que los estrechos pantalones la permitían y observó la plaza. No había
nadie. Había llegado demasiado tarde. Mierda, pensó pateando el suelo. Volvió a
echar un vistazo sólo por si las moscas y entonces lo vio en un banco medio
oculto entre las sombras. Estaba sentado con las piernas extendidas, los brazos
sobre el respaldo y la mirada atento a sus movimientos; tenía una completa
expresión de... depredador. Llevaba unos vaqueros corrientes, deportivas y
chaqueta de cuero abierta que dejaba asomar una camisa de color oscuro, esa
parecía ser su manera estándar de vestir. Se acercó a él cautelosamente, no
sabía si estaría enfadado por su tardanza.
—Hola, siento
llegar tarde, me entretuve.
—Ya veo.
—Es que estuve con
una amiga probando cosas en mi pelo. — ¿Por qué había dicho eso?
— ¿Con tu pelo? Ah,
lo dices por el turbante. No está mal, es algo... fuera de lo común.
— ¿Sí, verdad?
—Respiró aliviada, no parecía enfadado y su pelo no la había delatado todavía—.
Quería cambiar de aires y se nos ocurrió esto.
— ¿Se os ocurrió?
¿A ti y a quien más? —Tenía que saber quién era el artífice de ese asesinato al
buen gusto.
—A euge y a mí —al
verlo fruncir el ceño, aclaró—. La conoces, iba disfrazada de R2D2.
—Ah sí, la
recuerdo. —Dios, un robot haciendo turbantes, así iba el mundo.
Como ella no
parecía tener intención de acercarse él, se levantó y la abrazó decididamente a
la vez que le lamía los labios para luego besarla suavemente. Cómo no, a Lali
le hicieron chiribitas los ojos; este tío desde luego sabía cómo besar. Al
punto la pasó un brazo sobre los hombros como si fueran una pareja de toda la
vida, Lali estaba flipando.
—Bueno, ¿vamos al
italiano? Te gusta la pasta, ¿verdad?
—Sí, lo cierto es
que me gusta cualquier comida. —Otra cosa era dónde carajo iba a meter la
comida con la tripa estrujada como la tenía por los pantalones.
—Perfecto, vamos,
tengo el coche aparcado aquí al lado.
Y así, con un brazo
musculoso, cálido y posesivo rodeando sus hombros, Lali pudo por fin relajarse,
no había salido tan mal como pensaba. Cuando llegaron al coche estaba dando
gracias a todos los dioses habidos y por haber de que fuera un coche grande,
con amplio espacio para estirar sus rígidas piernas. Conducir el Clio hasta
allí había sido un verdadero suplicio, incluso pensó que el pantalón le iba a
estallar de estar tan encogida. Entró con cuidado en el Carnival y se sentó sin
siquiera doblar las rodillas sintiendo cómo la cinturilla de los pantalones se
le clavaba en el estómago dejándola sin respiración otra vez, y para colmo de
desgracias, cuando acabó de acomodarse y se giró para abrocharse el cinturón de
seguridad, notó cómo la costura de las ingles se acoplaba ajustadamente y sin
compasión encima de su clítoris. Joder. Lo malo es que esto no la molestaba
exactamente... sino todo lo contrario.
Drácula la miraba
por el rabillo del ojo, en vez de sentarse casi se había tumbado sobre el
asiento, le quedaban tan apretados los pantalones que dudaba que pudiera
respirar. ¡Mujeres!, no les importaba estar incómodas con tal de estar
guapas...
Draculín arrancó el
coche e inició la marcha hacia el restaurante. Al pasar sobre el primer bache
la oyó maldecir entre dientes. Unos metros después pasó sobre un badén, ella
volvió a quejarse, la miró de reojo, giró hacia el centro pasando sobre un
socavón y cuando ella se quejó esta vez pudo ver que tenía la cara colorada y
sudaba. Preocupado paró en doble fila.
— ¿Te encuentras
bien?
—Sí, claro —dijo
entre dientes, cada vez que el maldito coche botaba los vaqueros hacían magia
en su clítoris.
— ¿Segura? Estás
roja como un tomate.
—Sí, no pasa nada.
¿Queda mucho? —preguntó nerviosa, ¡vaya situación!
—Unos diez
minutos... y varios baches más —contestó intrigado.
—Genial, pues
pongámonos en marcha —tomó aire en un intento de relajarse.
Volvió a poner el
coche en marcha mientras la miraba sin perder detalle. Parecía a punto de...
¿correrse?
Cada mínimo bache
en el camino era una tortura, se estaba animando de mala manera. Sudaba a mares
y repetía para sus adentros la tabla del nueve en un intento por pensar en
otras cosas, pero no había manera, hasta que por último llegó uno un poco más
fuerte que los demás y un gemido escapó de su garganta, nueve por nueve ochenta
y uno. Dios, había estado cerca. En un experimento por minimizar los efectos de
la costura en su entrepierna llevó las manos a la <V> de los vaqueros e
intentó aflojarlos, nueve por ocho setenta y dos, joder, no había manera, cada
vez peor.
— ¿Se puede saber
qué te pasa? —preguntó aminorando la marcha y mirándola fijamente.
—Na... nada. —Dios,
putos vaqueros, estaba a puntito, nueve por siete sesenta y tres.
— ¿Nada? Parece que
está a punto de darte un patatús.
—Joder. ¡Para!
23.
Aparcó el coche
—gracias a Dios había un hueco libre a mano— y Lali bajó a toda velocidad,
quizá el frío otoñal la tranquilizara un poco, nueve por seis cincuenta y
cuatro. Miró a su alrededor y vio que estaban a pocos metros del portal de su
casa... ¡Dios! estaba por subir y cambiarse de ropa y al diablo con la cita,
con la sensatez y con todo.
—Oye, mira... es
que estos pantalones me están molestando.
—No parece que te
molesten mucho la verdad —comentó él, mirando fijamente las manos de Lali que
no paraban de moverse intentando aflojar el tiro de los pantalones— ¿te pica?
— ¡No, qué va...
qué tontería! — ¡Ahora va a pensar que tengo ladillas!
— ¿Segura? Si
quieres te rasco yo —su sonrisa picara y sus ojos lascivos no dejaban lugar a
dudas de que la "friccionaría" intensamente.
—¿¿Qué?? No, qué
va... ja ja ja —ni ella se tragaba esa risa tan falsa—, es que me aprietan un
poquitín. Nada importante.
—Deja que te ayude.
Apartó sus manos de
la costura de los pantalones y colocó la suya en su lugar, frotando suavemente
la costura humedecida a la vez que mordisqueaba su boca y le rodeaba la cintura
con la mano libre.
—Tienes los
pantalones humedecidos —susurró.
—Es que me
aprietan. —Dios, ¿por qué estaba diciendo esas chorradas? Nueve por cinco
cuarenta y cinco.
—Ya lo habías
comentado.
Se apretó más
contra ella y Lali pudo sentir su polla dura como una piedra presionando su
estómago.
¡Por favor, que no
se dé cuenta de que tengo los pantalones atados con un hilo! Le mordisqueó y
lamió los labios hasta que se rindió con un gemido abriéndolos para él. Su
lengua entró violenta recorriéndole los dientes, acariciando el paladar,
respiraban entre jadeos totalmente absortos de lo que les rodeaba.
Una mano rodeó su
cintura hasta acabar masajeando sus nalgas mientras la otra hacía magia en la
costura empapada. Dios, estaba a punto de correrse en mitad de la calle... en
mitad de la calle y justo enfrente de la tienda donde compraba el pan todos los
días, pensó con un destello de lucidez. Abrió los ojos de golpe y sí,
efectivamente, allí estaba la "rubia", la cotilla oficial del barrio
y dueña de los frutos secos, joder. Y no les quitaba ojo de encima. Empujó con
manos temblorosas el estupendo y musculoso torso que se apretaba contra ella y
consiguió separarse de la rigidez que prometía maravillas pegada a su estómago.
Respiró profundamente bajó la mirada extrañada de Drácula, miró la entrepierna
del hombre, mierda, se notaba enorme contra la tela del pantalón. Dentro de una
hora todo el barrio sabría que casi se había tirado a un tío en plena calle.
Miró de nuevo a su acompañante, se mordió el labio inferior y sin darse tiempo
a pensarlo más le sacó la camisa de los pantalones y le cubrió con ella la
erección. Luego se giró y entró con toda la seguridad que pudo reunir a la
tienda.
Inspirar, expirar.
Si no puedes con el enemigo únete a él. La "rubia" iba a cotillear,
bien, pues aprovecharía que por primera vez en su vida estaba con un tío más
bueno que el pan. Que le mirase bien y así luego podría restregárselo a la
Marquesa y CIA. Al fin y al cabo se enterarían en seguida, de perdidos al río.
—Hola
"rubia", quiero dos botellas de Coca-Cola light, una bolsa de patatas
fritas y diez regalices de esos que tienen cosa blanca por dentro —y,
volviéndose a Dracu, que estaba alucinado por el cambio de situación, le
preguntó—: ¿Te apetece algo?
—Sí. Una bolsa de
pipas —dijo reaccionando; si quería comprar, comprarían— y unos cheetos.
—Vale, todo eso,
"rubia". ¿Qué te debo?
—Pues 7,30
—respondió la "rubia" sin quitar el ojo de encima al hombre—. ¿Cómo
por aquí a estas horas? —preguntó indagando; cuanto más supiera más podría
contar, el resto se lo inventaría.
—Ya ves... dando un
paseo. No, deja, pago yo —dijo Lali cuando le vio sacar la cartera—. Nos vemos
—dijo mientras salía como una exhalación de la tienda.
—Joder, se va a
enterar todo el barrio —comentó Lali una vez lejos de la tienda.
— ¿Y qué más da? No
vives aquí, ¿no? —dijo él con toda la intención.
—Mmh, pues mira tú
por dónde, sí. Vivo justo en ese portal.
—Vaya, se pilla
antes a un mentiroso que a un cojo... dijiste que vivías muy lejos —sonrió él.
—Dios —dijo Lali
frotándose la cara, estaba "calentita" y la habían pillado in
fraganti—. Pues sí, me has descubierto, ¿algún problema?
—No, ningún
problema, y bien ¿Nos vamos? Lo digo porque la reportera más dicharachera de
Barrio Sésamo acaba de salir... —dijo refiriéndose a la "rubia", que
estaba con la oreja puesta a ver si captaba más ondas.
—Bufff, la verdad
es que si te soy sincera he tenido un día de mierda y no sé si tengo humor para
ir a cenar a ninguna parte...
El esperaba una
respuesta mientras ella lo miraba fijamente, calculando. Los vaqueros seguían
haciendo de las suyas y las caricias de él no habían sido exactamente
relajantes. Apenas podía respirar, no podía moverse yendo tan ajustada, el
puñetero turbante de los huevos se estaba deshaciendo, lo cierto es que se le
estaba resbalando por la frente amenazando con caer sobre sus ojos.
—Si no te importa
voy a casa a cambiarme de ropa, estos vaqueros me están haciendo papilla la
entrepierna. ¿Esperas aquí a que me cambie o prefieres acompañarme?
— ¿Hace falta
preguntarlo? —contestó cogiéndole la mano y guiándola hacia el portal, una
sonrisa lasciva iluminó su rostro, estaba duro y siempre había tenido fantasías
con los ascensores.
—Promete que te
portarás bien —había visto su expresión y sabía perfectamente lo que
significaba.
—Por supuesto...
Se inclinó
divertido haciendo una reverencia exagerada, tomó su mano y le besó los
nudillos.
—Seré el perfecto
caballero.
Tiró de su muñeca y
Lali dio un traspié quedando pegada a él, ocasión que aprovechó para besarla
lentamente a la vez que guiñaba un ojo a la "rubia".
—Tonto —río ella
cuando acabó el beso.
Entraron en el
portal riendo como dos adolescentes pillados en plena travesura. Llamó al
ascensor y mientras montaban, Lali recordó de golpe el "estado" de su
piso. Mierda —nunca mejor dicho—, cuando se fue esa mañana había dejado la cama
sin hacer y los cacharros sin fregar, arrugó la nariz recordando... El polvo
llevaba sin pasarse desde el domingo, ¡mierda!, igual que el suelo... ¡¡Dios!!
Y la ropa estaba tendida sobre los radiadores y en un tendedero en mitad del
salón. Demonios, lo primero que verían al entrar en su casa serían los
calcetines de lana colgados en el radiador de la entrada. Lo mejor para la
autoestima. Mierda, mierda, mierda. Decidió coger el toro por los cuernos.
jajajaj como me rei al final por dios lali si que le pasan cosas es lo mas
ResponderEliminarbuenisimo los caps
ResponderEliminarestoy ansisa por leer mas
ResponderEliminarlali siempre le tienen que suceder cosas graciosa haora quiero saber como safa de eso
ResponderEliminarsos una genia escribieno me enganchas en todas las novelas que escribis
ResponderEliminarcomo me rio con toda la novela hasta el proximo cap =D
ResponderEliminarquiero mas
ResponderEliminarque calenton que es peter jajajajaj
ResponderEliminarhemosa la novela como siempre
ResponderEliminaray no quiero saber que va apasar
ResponderEliminarjodeme que lali casi se olvida y lo hace alli mismo con peter jajaja como amo la novela
ResponderEliminarno lo podes cortar alli y dejarno con la intriga gracias genia por escribir estas novelas son lo mas
ResponderEliminarmas porfavor
ResponderEliminarnecesito otro mas grosa
ResponderEliminarjaja no le sale nada bien pobre más nove!
ResponderEliminar@vale_cadenas
jajaj ya esta mass no la puede embarar ni nada asiq q no haga ninguna locuuraa
ResponderEliminarmasss noveee
me mori de risa me encanta quiero mas
ResponderEliminarAngie***
Jajajajajajajaj!!!!!!,increible ,asi o mas,la pura realidad.
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