jueves, 15 de marzo de 2012

Disfrazados 21,22 y 23


21.

Si había que viajar fuera del país para comprobar un nuevo material iba él porque no tenía familia que atender, si surgía una reunión con socios o clientes acudía él porque estaba soltero y tenía todo el tiempo libre del mundo, si algún cliente petardo recordaba que necesitaba un nuevo material y era cuestión de vida o muerte —y por supuesto lo recordaba cuando el reparto ya había salido y no era posible mandárselo—, entonces era él quien se desplazaba al culo del mundo a llevárselo aunque tuviera que viajar de Barcelona a Cádiz sin paradas, daba lo mismo, él no tenía novia, nadie le esperaba en casa.

Estaba harto. De hecho esto se había vuelto tan habitual que cuando algún cliente, proveedor, socio, etc., tenía algún problema, le llamaba a él directamente al móvil porque siempre, SIEMPRE, estaba disponible; ya se encargaba su padre de dejarlo claro: "habla con mi hijo que él tiene tiempo y yo no", y Drácula se había quedado sin tiempo. En definitiva, y hablando claro, como estaba "soltero y solo en la vida", era la persona idónea para hacer cualquier cosa a cualquier jodida hora del día o de la noche y si se le ocurría quejarse de su suerte delante de sus padres, estos le convencían de que estaba mejor así, que una pareja daba muchos problemas y que tenía más tranquilidad él solito. ¿Tranquilidad para quién? Para él no, más bien para sus papis que aprovechaban cada segundo libre para hacer cosas que "animaran" a la pareja sin importarles lo poco "animada" que estaba la vida de su hijo.

Su existencia se había convertido en una maratón de horas ocupadas en tareas que había llegado a aborrecer, por eso cuando meses atrás vio la posibilidad de trasladarse a Madrid no lo dudó un momento. Y ahora por fin, se iba. Adiós. Ciao. Bye bye.

La semana pasó en un visto y no visto, ultimando todos los detalles. Conformando créditos y soluciones con los bancos, convenciendo a empleados fiables para trasladarse y concertando citas con arquitectos y contratas de reformas para empezar las obras de instalación de la nueva nave en el momento en que la compra fuera un hecho.

Tal cual iban las cosas imaginaba que en un par de meses la ampliación del negocio iría viento en popa.

Una vez solucionado el tema empresarial pasó al personal, buscó por Internet pisos de alquiler en Alcorcón y de hecho encontró uno ubicado cerca del domicilio de Lali —eso se llamaba acoso y derribo pero le daba lo mismo— por las fotos del anuncio y tras la entrevista telefónica con el dueño llegó a la conclusión de que era lo que buscaba. El lunes iría a echarle un vistazo y probablemente dejara los papeles firmados, mientras tanto pensaba pasar el fin de semana en el hotel con ella atada a su cama, más que nada para evitar que se volviera a ir dejando mensajitos en el espejo del baño...

Se estuvo despidiendo de su familia durante toda la semana, al menos un par de veces al día. Les costaba dejarle partir. ¿A ver de quién se iban a aprovechar a partir de ahora?

Aguantó las charlas de su padre sobre nuevas adquisiciones y aperturas de empresas —a veces su viejo olvidaba que tenía un máster en empresariales—, y asistió atónito a una charla sobre sexo seguro impartida en exclusiva para él por su madre.

—Recuerda, lleva siempre un paquete de condones en el bolsillo —le miró por encima de las gafas, sonriendo y catalogando a su hijo—, un paquete bien grande, por cierto. Lo mejor en esta vida es el sexo seguro y esporádico —le repetía una y otra vez, remarcando con alzamientos de cejas la palabra "esporádico", joder, como si ella hubiera tenido mucho sexo de ese... por Dios, esperaba que no—. Nada de hacerlo al tun tun que luego pasa lo que pasa.

Y, sinceramente, no sabía si se refería a que podía coger una enfermedad mortal o a que podía dejar embarazada a una mujer. Aunque se temía que a su madre le aterrorizaba más la segunda opción.

—Eres muy joven, mira a tus hermanos, liados de por vida con lo bien que se vive solo, sin cargas, sin compromisos, la de cosas que puedes probar sin pareja estable, si total, para el sexo vale cualquiera, no se te ocurra dejarte liar. Pero qué pena atarse la vida siendo tan joven...

Y su padre lo miraba asomando la cabeza por encima del periódico, sonriendo para sí mismo, como diciendo: mira lo que me pasó a mí, déjate liar, no lo dudes, no te aburrirás jamás.

No es que tuviera prisa por encontrar pareja pero tampoco le parecía mala opción, sobre todo con Lali rondando por su cabeza, pero su madre se lo ponía muy oscuro, tan oscuro que estaba tentadísimo de liarse con alguien para toda la vida solo por llevarle la contraria... recapacitó. ¿Su madre era capaz de decirle lo contrario de lo que quería que hiciera? Sí. No. Ni idea.

A veces pensaba en el matrimonio de sus padres, era un tanto extraño, pero sinceramente veía difícil que dos personas tan insólitas fueran capaces de encontrarse más a gusto con otras personas, que con ellos mismos. Sí, había quejas soslayadas, indirectas en forma de vibrador "Tomas Grant" pero también había muchas risas y carantoñas. Un matrimonio feliz y bien avenido que disfrutaba haciendo pensar a los demás que se llevaban mal.





Cuando por fin llegó el viernes estaba deseando coger el avión y regresar a Madrid. Con Lali. Se le habían hecho interminables las horas en la Terminal hasta que salieron las maletas, hasta que salió del aeropuerto, hasta que llegó al parking de la T4 (había dejado su coche allí toda la semana). Había llegado al hotel, tramitado una habitación doble —no iba a dejar opción a Lali —, deshecho una maleta, duchado y vestido, todo en menos de una hora. Tenía prisa por llegar al lugar de la cita.

Cuanto antes mejor.

Y allí estaba ahora.

Esperando a una mujer que no aparecía.

Volvió a mirar el reloj, las nueve y tres minutos, más de media hora de plantón. Se acabó, se largaba. Adiós.

Se alejó de la farola en que estaba apoyado y se encaminó hacia la salida de la plaza, un banco llamó su atención, parecía acogedor, de madera y con patas de hierro como todos los jodidos bancos de España, pero este parecía más... cómodo, se acercó, estaba vacío y él estaba cansado de estar de pie —mentira cochina—; se sentó, miró el reloj, las nueve y cinco. Bien. Descansaría un poco y si a las nueve y cuarto no había llegado, por su madre que se iría.

Reanudó con ojo avizor su observación de los "nadie" que pasaban por allí y en ese momento lo vio.

Un Clio aparcaba de mala manera, el conductor parecía tener bastante prisa porque salió dando un portazo descuidado que no cerró del todo la puerta, se dio media vuelta y cerró bien, luego pulsó el mando como unas diez veces mientras se alejaba del coche hasta que se dio cuenta de que no funcionaba y se volvió a acercar para cerrar con llave, movió los hombros como relajándolos, se dio media vuelta y echó a correr hacia el centro cívico. Bueno, a correr exactamente no, parecía más bien que anadeaba deprisa, porque no doblaba las rodillas y, claro, no hay quien corra con las rodillas rígidas, aunque eso podía deberse a unos pantalones tan ajustados que no debía ni poder respirar con ellos, llevaba además un enorme bolso oscuro que le iba dando golpes rítmicamente en la espalda y el estómago, una chaqueta de pana entallada de la que sobresalía por debajo de las caderas ¿un trapo blanco enorme atado con un nudo? Y en la cabeza portaba un... ¿turbante? ¿Hippie? cuando el "elemento" estuvo más cerca y pudo fijarse en su cara comprobó atónito que "eso" era... Lali. Echó un segundo vistazo a la figura y llegó a la conclusión de que hasta vestida como un payaso, era la mujer más hermosa que había tenido el privilegio de ver.

Viernes 7 de noviembre de 2011, 21.07h



22.

Joder con el puñetero bolso, le estaba dejando los riñones y el estómago hechos una piltrafa; a cada paso que daba la golpeaba sin piedad. Maldita sea. No debería haberlo cogido, pero... ¿dónde iba a meter sino el "Kit de supervivencia para encuentros sexuales esporádicos"? Un cepillo, un bote de laca, un estuche de maquillaje, un cepillo de dientes, pasta dental, un paquete de galletas, un paquete de condones y un bolsito de aseo con un tanga y un sujetador limpios para arreglarse por la mañana amen del resto de cosas que usualmente llevaba en el bolso... Y parecía que no, pero pesaba un huevo. Claro que podía haberlo dejado en el maletero del coche pero a ver con qué cara le soltaba ella al Draculín que antes de iniciar el viaje a ningún hotel tenía que pasar por su coche a por el bolsón para la noche, joder, qué corte, ¿no?

En ese momento se paró de golpe, su cerebro, que había estado hundido en las brumas de la desesperación por culpa de su pelo, volvía a funcionar a la máxima potencia. ¿Para qué coño quería el "kit de supervivencia para E.S.E." si no iba a tener un "E.S.E."? (Encuentro Sexual Esporádico). Dios, se había olvidado por completo de su horrendo pelo y del hilo que abrochaba sus pantalones. Era inconcebible un E.S.E. sin desnudarse y quitarse el turbante y cualquiera mostraba a nadie y menos a Colmillitos las pintas que tan diabólicamente ocultaba su disfraz. Demonios.

Se dio media vuelta y regresó al coche, no se molestó en pulsar el mando a distancia, se había vuelto a quedar sin pilas. Abrió el maletero y lanzó dentro el mega bolso, al fin y al cabo no lo iba a necesitar y bastante tenía ya con las estrecheces de los pantalones como para aguantar también los golpes del "bolso asesino". Volvió a cerrar el coche y se dirigió, una vez más, al Centro Cívico, aunque con tanto retraso lo mismo Mordisquitos ya ni estaba.

Drácula asistía asombrado al errático paseo de Lali. Cuando parecía que por fin llegaba a la plaza se quedó parada de golpe, giró sobre sus talones y volvió al coche. Joder. ¿Acaso se lo había pensado mejor y había decidido irse? No. Al cabo de un segundo volvía a girar sobre sus talones y se dirigía de nuevo hacia él... ¿Nerviosismo o locura?

Por lo visto se había deshecho del bolso. Casi mejor, esa cosa era un arma a tener en cuenta. Decidió esperar sentado tranquilamente a que ella se acercara, ahora que podía ver su cara iluminada por las farolas descubrió en su expresión una mueca de... ¿fastidio? ¿Irritación? Parecía que se avecinaba una noche divertida.

Lali inhaló todo el aire que los estrechos pantalones la permitían y observó la plaza. No había nadie. Había llegado demasiado tarde. Mierda, pensó pateando el suelo. Volvió a echar un vistazo sólo por si las moscas y entonces lo vio en un banco medio oculto entre las sombras. Estaba sentado con las piernas extendidas, los brazos sobre el respaldo y la mirada atento a sus movimientos; tenía una completa expresión de... depredador. Llevaba unos vaqueros corrientes, deportivas y chaqueta de cuero abierta que dejaba asomar una camisa de color oscuro, esa parecía ser su manera estándar de vestir. Se acercó a él cautelosamente, no sabía si estaría enfadado por su tardanza.

—Hola, siento llegar tarde, me entretuve.

—Ya veo.

—Es que estuve con una amiga probando cosas en mi pelo. — ¿Por qué había dicho eso?

— ¿Con tu pelo? Ah, lo dices por el turbante. No está mal, es algo... fuera de lo común.

— ¿Sí, verdad? —Respiró aliviada, no parecía enfadado y su pelo no la había delatado todavía—. Quería cambiar de aires y se nos ocurrió esto.

— ¿Se os ocurrió? ¿A ti y a quien más? —Tenía que saber quién era el artífice de ese asesinato al buen gusto.

—A euge y a mí —al verlo fruncir el ceño, aclaró—. La conoces, iba disfrazada de R2D2.

—Ah sí, la recuerdo. —Dios, un robot haciendo turbantes, así iba el mundo.

Como ella no parecía tener intención de acercarse él, se levantó y la abrazó decididamente a la vez que le lamía los labios para luego besarla suavemente. Cómo no, a Lali le hicieron chiribitas los ojos; este tío desde luego sabía cómo besar. Al punto la pasó un brazo sobre los hombros como si fueran una pareja de toda la vida, Lali estaba flipando.

—Bueno, ¿vamos al italiano? Te gusta la pasta, ¿verdad?

—Sí, lo cierto es que me gusta cualquier comida. —Otra cosa era dónde carajo iba a meter la comida con la tripa estrujada como la tenía por los pantalones.

—Perfecto, vamos, tengo el coche aparcado aquí al lado.

Y así, con un brazo musculoso, cálido y posesivo rodeando sus hombros, Lali pudo por fin relajarse, no había salido tan mal como pensaba. Cuando llegaron al coche estaba dando gracias a todos los dioses habidos y por haber de que fuera un coche grande, con amplio espacio para estirar sus rígidas piernas. Conducir el Clio hasta allí había sido un verdadero suplicio, incluso pensó que el pantalón le iba a estallar de estar tan encogida. Entró con cuidado en el Carnival y se sentó sin siquiera doblar las rodillas sintiendo cómo la cinturilla de los pantalones se le clavaba en el estómago dejándola sin respiración otra vez, y para colmo de desgracias, cuando acabó de acomodarse y se giró para abrocharse el cinturón de seguridad, notó cómo la costura de las ingles se acoplaba ajustadamente y sin compasión encima de su clítoris. Joder. Lo malo es que esto no la molestaba exactamente... sino todo lo contrario.

Drácula la miraba por el rabillo del ojo, en vez de sentarse casi se había tumbado sobre el asiento, le quedaban tan apretados los pantalones que dudaba que pudiera respirar. ¡Mujeres!, no les importaba estar incómodas con tal de estar guapas...

Draculín arrancó el coche e inició la marcha hacia el restaurante. Al pasar sobre el primer bache la oyó maldecir entre dientes. Unos metros después pasó sobre un badén, ella volvió a quejarse, la miró de reojo, giró hacia el centro pasando sobre un socavón y cuando ella se quejó esta vez pudo ver que tenía la cara colorada y sudaba. Preocupado paró en doble fila.

— ¿Te encuentras bien?

—Sí, claro —dijo entre dientes, cada vez que el maldito coche botaba los vaqueros hacían magia en su clítoris.

— ¿Segura? Estás roja como un tomate.

—Sí, no pasa nada. ¿Queda mucho? —preguntó nerviosa, ¡vaya situación!

—Unos diez minutos... y varios baches más —contestó intrigado.

—Genial, pues pongámonos en marcha —tomó aire en un intento de relajarse.

Volvió a poner el coche en marcha mientras la miraba sin perder detalle. Parecía a punto de... ¿correrse?

Cada mínimo bache en el camino era una tortura, se estaba animando de mala manera. Sudaba a mares y repetía para sus adentros la tabla del nueve en un intento por pensar en otras cosas, pero no había manera, hasta que por último llegó uno un poco más fuerte que los demás y un gemido escapó de su garganta, nueve por nueve ochenta y uno. Dios, había estado cerca. En un experimento por minimizar los efectos de la costura en su entrepierna llevó las manos a la <V> de los vaqueros e intentó aflojarlos, nueve por ocho setenta y dos, joder, no había manera, cada vez peor.

— ¿Se puede saber qué te pasa? —preguntó aminorando la marcha y mirándola fijamente.

—Na... nada. —Dios, putos vaqueros, estaba a puntito, nueve por siete sesenta y tres.

— ¿Nada? Parece que está a punto de darte un patatús.

—Joder. ¡Para!



23.

Aparcó el coche —gracias a Dios había un hueco libre a mano— y Lali bajó a toda velocidad, quizá el frío otoñal la tranquilizara un poco, nueve por seis cincuenta y cuatro. Miró a su alrededor y vio que estaban a pocos metros del portal de su casa... ¡Dios! estaba por subir y cambiarse de ropa y al diablo con la cita, con la sensatez y con todo.

—Oye, mira... es que estos pantalones me están molestando.

—No parece que te molesten mucho la verdad —comentó él, mirando fijamente las manos de Lali que no paraban de moverse intentando aflojar el tiro de los pantalones— ¿te pica?

— ¡No, qué va... qué tontería! — ¡Ahora va a pensar que tengo ladillas!

— ¿Segura? Si quieres te rasco yo —su sonrisa picara y sus ojos lascivos no dejaban lugar a dudas de que la "friccionaría" intensamente.

—¿¿Qué?? No, qué va... ja ja ja —ni ella se tragaba esa risa tan falsa—, es que me aprietan un poquitín. Nada importante.

—Deja que te ayude.

Apartó sus manos de la costura de los pantalones y colocó la suya en su lugar, frotando suavemente la costura humedecida a la vez que mordisqueaba su boca y le rodeaba la cintura con la mano libre.

—Tienes los pantalones humedecidos —susurró.

—Es que me aprietan. —Dios, ¿por qué estaba diciendo esas chorradas? Nueve por cinco cuarenta y cinco.

—Ya lo habías comentado.

Se apretó más contra ella y Lali pudo sentir su polla dura como una piedra presionando su estómago.

¡Por favor, que no se dé cuenta de que tengo los pantalones atados con un hilo! Le mordisqueó y lamió los labios hasta que se rindió con un gemido abriéndolos para él. Su lengua entró violenta recorriéndole los dientes, acariciando el paladar, respiraban entre jadeos totalmente absortos de lo que les rodeaba.

Una mano rodeó su cintura hasta acabar masajeando sus nalgas mientras la otra hacía magia en la costura empapada. Dios, estaba a punto de correrse en mitad de la calle... en mitad de la calle y justo enfrente de la tienda donde compraba el pan todos los días, pensó con un destello de lucidez. Abrió los ojos de golpe y sí, efectivamente, allí estaba la "rubia", la cotilla oficial del barrio y dueña de los frutos secos, joder. Y no les quitaba ojo de encima. Empujó con manos temblorosas el estupendo y musculoso torso que se apretaba contra ella y consiguió separarse de la rigidez que prometía maravillas pegada a su estómago. Respiró profundamente bajó la mirada extrañada de Drácula, miró la entrepierna del hombre, mierda, se notaba enorme contra la tela del pantalón. Dentro de una hora todo el barrio sabría que casi se había tirado a un tío en plena calle. Miró de nuevo a su acompañante, se mordió el labio inferior y sin darse tiempo a pensarlo más le sacó la camisa de los pantalones y le cubrió con ella la erección. Luego se giró y entró con toda la seguridad que pudo reunir a la tienda.

Inspirar, expirar. Si no puedes con el enemigo únete a él. La "rubia" iba a cotillear, bien, pues aprovecharía que por primera vez en su vida estaba con un tío más bueno que el pan. Que le mirase bien y así luego podría restregárselo a la Marquesa y CIA. Al fin y al cabo se enterarían en seguida, de perdidos al río.

—Hola "rubia", quiero dos botellas de Coca-Cola light, una bolsa de patatas fritas y diez regalices de esos que tienen cosa blanca por dentro —y, volviéndose a Dracu, que estaba alucinado por el cambio de situación, le preguntó—: ¿Te apetece algo?

—Sí. Una bolsa de pipas —dijo reaccionando; si quería comprar, comprarían— y unos cheetos.

—Vale, todo eso, "rubia". ¿Qué te debo?

—Pues 7,30 —respondió la "rubia" sin quitar el ojo de encima al hombre—. ¿Cómo por aquí a estas horas? —preguntó indagando; cuanto más supiera más podría contar, el resto se lo inventaría.

—Ya ves... dando un paseo. No, deja, pago yo —dijo Lali cuando le vio sacar la cartera—. Nos vemos —dijo mientras salía como una exhalación de la tienda.

—Joder, se va a enterar todo el barrio —comentó Lali una vez lejos de la tienda.

— ¿Y qué más da? No vives aquí, ¿no? —dijo él con toda la intención.

—Mmh, pues mira tú por dónde, sí. Vivo justo en ese portal.

—Vaya, se pilla antes a un mentiroso que a un cojo... dijiste que vivías muy lejos —sonrió él.

—Dios —dijo Lali frotándose la cara, estaba "calentita" y la habían pillado in fraganti—. Pues sí, me has descubierto, ¿algún problema?

—No, ningún problema, y bien ¿Nos vamos? Lo digo porque la reportera más dicharachera de Barrio Sésamo acaba de salir... —dijo refiriéndose a la "rubia", que estaba con la oreja puesta a ver si captaba más ondas.

—Bufff, la verdad es que si te soy sincera he tenido un día de mierda y no sé si tengo humor para ir a cenar a ninguna parte...

El esperaba una respuesta mientras ella lo miraba fijamente, calculando. Los vaqueros seguían haciendo de las suyas y las caricias de él no habían sido exactamente relajantes. Apenas podía respirar, no podía moverse yendo tan ajustada, el puñetero turbante de los huevos se estaba deshaciendo, lo cierto es que se le estaba resbalando por la frente amenazando con caer sobre sus ojos.

—Si no te importa voy a casa a cambiarme de ropa, estos vaqueros me están haciendo papilla la entrepierna. ¿Esperas aquí a que me cambie o prefieres acompañarme?

— ¿Hace falta preguntarlo? —contestó cogiéndole la mano y guiándola hacia el portal, una sonrisa lasciva iluminó su rostro, estaba duro y siempre había tenido fantasías con los ascensores.

—Promete que te portarás bien —había visto su expresión y sabía perfectamente lo que significaba.

—Por supuesto...

Se inclinó divertido haciendo una reverencia exagerada, tomó su mano y le besó los nudillos.

—Seré el perfecto caballero.

Tiró de su muñeca y Lali dio un traspié quedando pegada a él, ocasión que aprovechó para besarla lentamente a la vez que guiñaba un ojo a la "rubia".

—Tonto —río ella cuando acabó el beso.

Entraron en el portal riendo como dos adolescentes pillados en plena travesura. Llamó al ascensor y mientras montaban, Lali recordó de golpe el "estado" de su piso. Mierda —nunca mejor dicho—, cuando se fue esa mañana había dejado la cama sin hacer y los cacharros sin fregar, arrugó la nariz recordando... El polvo llevaba sin pasarse desde el domingo, ¡mierda!, igual que el suelo... ¡¡Dios!! Y la ropa estaba tendida sobre los radiadores y en un tendedero en mitad del salón. Demonios, lo primero que verían al entrar en su casa serían los calcetines de lana colgados en el radiador de la entrada. Lo mejor para la autoestima. Mierda, mierda, mierda. Decidió coger el toro por los cuernos.

18 comentarios:

  1. jajajaj como me rei al final por dios lali si que le pasan cosas es lo mas

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  2. estoy ansisa por leer mas

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  3. lali siempre le tienen que suceder cosas graciosa haora quiero saber como safa de eso

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  4. sos una genia escribieno me enganchas en todas las novelas que escribis

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  5. como me rio con toda la novela hasta el proximo cap =D

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  6. que calenton que es peter jajajajaj

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  7. hemosa la novela como siempre

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  8. ay no quiero saber que va apasar

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  9. jodeme que lali casi se olvida y lo hace alli mismo con peter jajaja como amo la novela

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  10. no lo podes cortar alli y dejarno con la intriga gracias genia por escribir estas novelas son lo mas

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  11. necesito otro mas grosa

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  12. jaja no le sale nada bien pobre más nove!
    @vale_cadenas

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  13. jajaj ya esta mass no la puede embarar ni nada asiq q no haga ninguna locuuraa
    masss noveee

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  14. me mori de risa me encanta quiero mas

    Angie***

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  15. Jajajajajajajaj!!!!!!,increible ,asi o mas,la pura realidad.

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