CONQUISTAR A LA DONCELLA 50

CHICAS COMO DIJE EN DISFRAZADOS, SIENTO NO HABER SUBIDO NOVE PERO ESTOY DE EXAMENES, CADA 15 FIRMAS LES SUBO UN NUEVO CAP :) COMO SI FUESE UNA ESPECIE DE MARATON.

—Prometo no atacar a su tutor. Lo último que deseo es arruinarle su fiesta, usted podría no perdonármelo nunca. —Llevándose a los labios la mano de ella, le dio un ligero beso en el dorso—. Detestaría perder la oportunidad de conocerla a usted mejor.

—Quítele las manos de encima, Redding —se oyó el gruñido de advertencia de peter.

Enderezándose lentamente, el conde saludó con indiferencia al tutor de la joven.

—Vaya, Lanzani. Qué sorpresa más desagradable. Pensé que desdeñaba usted las fiestas.

Los ojos de peter centellearon peligrosamente.

—No cuando es una fiesta ofrecida para mi pupila, maldito cabrón.

—¡peter! —le regañó Clarisse—. El conde es mi invitado. No permitiré que le insultes.

La mirada de fuego de peter se centró en Lady Dane.

—Sabías que yo no le quería aquí y aun así le invitaste.

—Esta fiesta es para lali, no para ti.

—Ganó Blackthorne Manor, lanzani —intervino el conde—. Debería estar alardeando, sin embargo aquí está, bufando como un toro enojado. ¿No tiene usted nada mejor que hacer?

—Piénselo dos veces antes de usar conmigo ese tono condescendiente, Redding. No tengo ningún problema en machacarle la cabeza contra el suelo.

Sólo la mandíbula apretada del conde revelaba su enojo.

—Le prometí a Lady mariana que no convertiría su baile en un espectáculo de lucha. Pero si quieres que dirimamos la cuestión fuera, me complacerá darte gusto.

—Bien. —peter dio un paso, pero el grandote que estaba de pie a su lado le cogió del brazo.

—Piensa, hombre —le dijo secamente—. No es momento ni lugar para eso.

lali rogaba que peter escuchara a su amigo. Se le veía crispado y había algo salvaje en los ojos que clavó en su amigo, el cual ni pestañeó.

Transcurrieron unos momentos tensos y luego peter liberó su brazo de un tirón. Al hacerlo, el reverso de su mano chocó con la barbilla de lali, a quien el golpe hizo caer hacia atrás, sin llegar al suelo al ser rescatada por los brazos del conde.

—¡Dios mío, peter! —exclamó Lady Dane, corriendo hacia lali—. ¿Qué te ha dado?

Apretándose el labio, donde una gota de sangre le manchó los dedos, lali levantó la vista a tiempo para ver la mirada afligida de peter. Aunque el golpe no había sido intencional, conmovía la culpa que reflejaban sus ojos.

Le dio la espalda a lali, quien instintivamente alargó la mano hacia él, pero él giró sobre sus talones y se abrió paso a empujones entre la concurrencia, para desaparecer por una puerta lateral.

—No se preocupe —dijo su amigo, palabras que la mente de lali apenas registró—. Él estará bien. A propósito, soy Derek Hardwicke.

—El Marqués de Manchester —se apresuró a completar Clarisse.

Derek parecía un poco incómodo con el título.

—Desearía que nos hubiéramos conocido en mejores circunstancias —dijo con franqueza.

A lali le llevó un momento darse cuenta de que le hablaba a ella.

—Sí —dijo distraídamente, volviendo a mirar hacia la puerta por la que había desaparecido peter.

—Y usted es... —Miró inquisitivamente a Rocio.

Haciendo una reverencia, su amiga respondió:

—Lady rocio igarzabal, milord.

Él le cogió la mano.

—Un placer —murmuró, rozándole la piel con sus labios, contacto que se prolongó un momento más de lo que permitía el decoro—. Ansío volver a verla. Ahora, sin embargo, debo ir en busca del testarudo de mi amigo.

—Por favor, dígale a peter que estoy bien —rogó lali.

—Se lo diré —dijo él gentilmente, con una sonrisa tranquilizadora.

Luego inclinó la cabeza.

—Redding —dijo con voz inexpresiva—. Señoras. —Su mirada se demoró audazmente en Rocio antes de volver la espalda y seguir el mismo camino que momentos antes había tomado Lucien.

* * *

Dando grandes zancadas a ciegas, peter echó a andar por las calles de Londres, oscuras y desiertas, mientras en su mente revivía la escena en el salón de baile y veía la sangre que un gesto suyo había hecho brotar del labio de lali. Nunca antes había lastimado a una mujer. El enojo había eclipsado su sentido común. Y en ese breve flash, había reconocido en él mismo a un hombre como su padre y había sentido odio y repugnancia.

También miedo.

Miedo de la ira incontrolable. De los celos que seguramente bullían en su sangre. Su padre había tenido sólo un método para librarse de sus celos.

Y era golpear a su esposa.

peter cerró los ojos apretándolos con fuerza. Jesús, él no podía dejarse dominar por sus emociones. Se decía a sí mismo que había sido la presencia de Redding lo que le había hecho explotar, no el hecho de que el desgraciado hubiera tocado a su lali.

Se atragantó con una risa amarga. ¿Su lali? Ella no era de él y jamás lo sería. Y si había que ser honesto, Clarisse había hecho exactamente lo que él le había pedido. Christian Slade era considerado un buen partido. Rico, guapo, privilegiado. Nada de lo que peter había sido jamás.

Oyó el traqueteo de cascos y ruedas que se acercaban, retumbando en dirección a él. El cochero titubeó en ir más despacio al ver a peter,  cuyo aspecto en la oscuridad era amenazante, sin abrigo ni corbata y con la melena alborotada, pero éste le facilitó la decisión poniéndose delante del vehículo.

Los caballos frenaron ruidosamente a tan sólo un metro delante de peter, mientras el cochero le miraba detenidamente y con recelo desde debajo de una gorra mugrienta.

—¿A dónde, señor?

—Limehouse[1]—gruñó peter, metiéndose al coche—. Hay cinco libras extra si puedes llevarme rápido a La Gruta.

Con semejante incentivo, el cochero salió dando bandazos y peter dejó caer la cabeza contra los cojines, tratando de borrar la imagen delali.

* * *

Mucho después de que el baile hubo terminado, lali aún permanecía despierta e inquieta, mirando por la ventana hacia la calle donde la tenue luz de los faroles creaba extraños dibujos sobre el suelo. Un gato callejero deambulaba por el pasaje delante de la casa, metiendo la nariz entre las grietas en busca de algún roedor desprevenido.

Fancy se apartó, rodeándose con los brazos. ¿Dónde estaría Lucien ahora? ¿Habría podido encontrarlo Lord Manchester? De haber sido así, ¿le habría dicho que ella no le culpaba por lo que había sucedido?

Cerró los ojos y suspiró. El resto de la velada había transcurrido como un recuerdo borroso de rostros e interminables preguntas, la mayoría de las cuales Fancy respondía de memoria. Durante ese tiempo, Christian Slade se había quedado cerca de ella. No estaba segura cómo, pero él se las había ingeniado para arrancarle la promesa de que a la mañana siguiente darían juntos un paseo a caballo por el parque. Decidió que a primera hora de la mañana le enviaría una nota para declinar cordialmente la invitación. No podía herir así a peter.

Los ojos de lali se abrieron lentamente cuando el sonido de su nombre pareció surgir de la oscuridad, susurrado persistentemente a través de los finos cabellos de su nuca.

Su corazón latía aceleradamente mientras daba media vuelta con lentitud, escudriñando cada rincón, cada lugar en penumbras. «No hay nadie aquí», se regañó.

Luego alguien repitió su nombre, en voz más alta, de un modo más insistente, y entonces se dio cuenta de que la voz venía desde afuera.

Miró hacia la noche apacible, deslizando la mirada por el patio de abajo, donde una silueta emergió desde detrás de un árbol y se quedó de pie iluminada por la luz de la luna.

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