13.
—Vale, pues tenía
cerebro. Lleno de tanta mierda que los pensamientos se quedaban pegados con la
cola o se destruían con la coca...
lali torció los
labios recordando... Lo cierto es que el Zombi había sido uno de los grandes
errores de su vida. Empezó a salir con él a los 17 años y lo dejó tres meses
después, pero la experiencia fue tan aterradora que los tres años siguientes se
había visto incapaz de salir con ningún hombre, y como las mujeres no le
gustaban para eso, pues su vida sentimental se había vuelto inexistente.
El Zombi no era un
mal tipo, lo que pasaba es que no era nada. Al principio había resultado
divertido, un tipo sin cabeza que hacía tonterías, y a lali le gustaba reírse,
así que cuando aquel día en la discoteca él la había besado —su primer beso—,
ella le había correspondido, lo malo fueron los noventa días siguientes. Al
tercer día descubrió que la mitad de las tonterías que decía provenían de su
adicción a la coca y que la otra mitad venían de su apego por esnifar pegamento
cuando no tenía coca a mano. Era incapaz de decir una frase coherente y por
supuesto no recordaba jamás que había prometido no volver a meterse mierda. A
los diez días le mandó a la mierda por primera vez, él lloró un poco, prometió
un mucho y volvieron a empezar. Al mes le dejó por segunda vez, él volvió a
llorar otro poco y a prometer otro mucho, lali ya no esperaba nada, pero se lo
seguía pasando bien con el grupo así que siguió adelante, además normalmente
estaba tan ido que no había ningún problema con el sexo, directamente no se le
levantaba. Aguantó dos meses más, aunque no se puede decir que salieran como
pareja exactamente, ella iba con el grupo y de vez en cuando el Zombi se
acordaba de que tenía novia. A los tres meses él recordó de golpe que tenía
novia, también recordó que tenía un apéndice de su cuerpo al que si se le
prestaba atención incluso podía llegar a levantarse y usarse y se puso pesado
para conseguir esa atención. Ese día lali lo dejó por tercera vez. De su
relación obtuvo un odio tremendo hacia cualquier droga, un recelo descomunal
hacia los hombres, su virginidad intacta y los nudillos desollados. El Zombi
por su parte ganó un ojo morado que jamás recordó cómo se golpeó y si consiguió
algo más, pues lo olvidó a los cinco minutos, al fin y al cabo no tenía muy
buena memoria.
—Sí, la verdad es
que no fue una buena elección —dijo lali volviendo al presente.
—Y luego, tras unos
cuantos años de secano, vas y te lías con el Vinagres. Joder... salir de la
sartén para caer a las brasas.
—Buenooooo, tampoco
fue tan malo...
—No. Fue peor.
Vicente, alias el
Vinagres. Ufff. Lo conoció en una discoteca cuando tenía veinte añitos, era un
tío serio, sereno, inteligente y más aburrido que una ostra. lali empezaba a
sentir de nuevo la revolución de las hormonas y ya era hora... así que cuando
decidió que necesitaba sexo —joder, veinte y virgen, parecía el título de una
canción—, se dedicó a buscar su hombre ideal y eso incluía un tío limpio, sin
drogas. Inteligente, que pudiera articular más de mil frases coherentes. Con
memoria, que se acordara de que ella existía. Serio y trabajador, no era pedir
mucho, ¿verdad?
lali llevaba un par
de años trabajando con galerías de arte montando exposiciones, y no es que allí
tuviera muchas oportunidades de conocer hombres de ese tipo, sus jefes y
compañeros eran más bien del tipo soñador, más inmersos en sus creaciones que
en lo que pasaba por el mundo. Gente muy agradable y divertida, pero con
ataques de creatividad que les hacían olvidar el resto de la creación... y lali
estaba incluida en ese resto. Así que, cuando conoció al Vinagres en la
discoteca y se cercioró de que cumplía sus normas, se tiró de cabeza al río.
Lástima que antes no hubiera probado cuan profundo era.
El Vinagres resultó
ser un tipo soso los días normales y un tipo obsesivo los días anormales. Y la
cuestión es que al principio todo había sido miel sobre hojuelas. Quedaban
cuando ella acababa de trabajar, que nunca solía ser a la misma hora porque
dependía de cómo se desarrollara el montaje, salían a tomar unas Coca-Colas y
luego cada uno a su casita. Todos los sábados, sin faltar ni uno, iban al cine
y luego a cenar al burguer, y los domingos paseaban por el parque hasta las
diez de la noche, que al día siguiente el Vinagres madrugaba (ella no, qué va).
A los tres meses exactos de comenzar a salir cambió la rutina de los sábados.
Hicieron el amor por primera vez. Un beso, cinco minutos de sobeteo,
penetración, cinco minutos de embestidas, orgasmo (masculino), esperar media
hora, sobeteo cinco minutos y otra vez penetración, bombeo durante quince
minutos (la segunda vez era más lento), orgasmo (masculino) y a vestirse que
había que llegar a casa a una hora prudencial. La primera vez le dolió un poco,
pero entre bostezo y bostezo tampoco se enteró demasiado. No es que fuera el
polvo de su vida, ni de la de nadie, pero bueno, tampoco era tan malo. Estaba a
gusto con él, no se pasaba de listo y en el cine echaban buenas películas. A
los seis meses de relación, la rutina de los sábados volvió a cambiar, lali
decidió que mientras él bombeaba ella podía perfectamente acariciarse a sí
misma y así fue como, tres meses después de empezar a hacer el amor, llegó al
orgasmo por primera vez; nada del otro mundo, pero bueno, quince minutos de
"comba" daban para bastante en la imaginación y además estaba de moda
la película de Brad Pitt, Troya, y ella la había visto un par de veces
en el cine, así que tenía el cuerpo de Brad muy presente, siempre y cuando
tuviera los ojos cerrados. Al cabo de año y medio y después de innumerables
sábados de sobeteos, penetraciones y bombeos perfectamente cronometrados, y por
qué no decirlo, después de muchos Brads Pitts, Erics Bañas, Hughs Jackmans,
Heaths Ledgers, Orlandos Blooms, Vigos Morttesens, un par de Batman y joder,
hasta un Harry Potter —¡Dios!, lo que hace el aburrimiento, hasta con yogurines
se lo montaba, tan desesperada estaba—, el Vinagres decidió que había llegado
el momento idóneo de irse a vivir en pareja, alquiló un estudio y lali, sin
saber bien cómo —probablemente estaba tan aburrida que cualquier cosa distinta
le pareció en ese momento una aventura—, se encontró viviendo en pareja. Tenía
veintidós años y el aburrimiento de una ameba. El primer año de convivencia no
fue malo, solo aburrido. En el segundo año el Vinagres empezó a estar todavía
más avinagrado. Ya no solo cronometraba los polvos, sino que cronometraba cada
segundo del día. A las dos comida, a las cinco merienda, a las diez cena, a las
once en la cama. Si era viernes película en la tele hasta las doce y luego cama
y si era sábado, pues un polvo de doce a doce y cuarto y luego a dormir. Ya ni
siquiera echaban el segundo. lali dejó sus montajes de exposiciones porque el
Vinagres se enfurecía cuando ella no era puntual y en montajes jamás se puede
ser puntual. Estuvo un tiempo en paro y fue a peor, porque ahora debía tener la
casa perfectamente simétrica. Los paños de cocina tenían que ser del mismo
color que la encimera, las toallas del baño del mismo color que los toalleros,
las sabanas solo blancas, la ropa de diario solo vaqueros y camisa, si era algo
más elaborado levantaba sospechas en el Vinagres y tenía que someterse a
interrogatorio. Los fines de semana únicamente eran admitidos camisones y
estaba prohibido salir a la calle a no ser que fuera primeros de mes y tocara
cine. Por supuesto la casa debía estar impoluta a cualquier hora del día, si no
trabajaba fuera entonces debía trabajar dentro. Los lunes filetes de pollo, los
martes lentejas, los miércoles filetes de ternera, los jueves puré de verdura,
los viernes garbanzos. Los sábados y domingos el Vinagres traía comida de
fuera, el sábado del chino, el domingo del turco. Y jamás había variación. A no
ser que lali quisiera bronca. Lo único en lo que lali jamás cedió fue en su
tarde de los viernes con euge.
A los veinticuatro
años lali estaba hasta las narices, encontró trabajo en una cristalería y
esperó que con ello el Vinagres se diera cuenta de que volvía a ser productiva
—según los cánones de él, porque sinceramente curra más una mujer en casa que
fuera— pero el Vinagres se había acostumbrado a la buena vida y exigía que todo
siguiera como hasta entonces, eso sí, lali debía trabajar también fuera de
casa, no iba a ser él solo el que se matara a currar. Currar fuera, porque en
casa no hacía nada de nada... Los gritos, las broncas, el tirar las sillas al
suelo, golpear muebles y empujones varios empezaron a estar a la orden de día. lali
chillaba como la que más y si había que empujar, empujaba. Podía aburrirse,
podía pasar sin orgasmos, pero en una discusión desde luego jamás se dejaba
pisar. Estaba harta.
ay pobre lali le a ido tan mal con los chicos espero que con dracula le valla mejor
ResponderEliminarmas porfavor
ResponderEliminara ya entiendo porque entonces es asi muero por mas
ResponderEliminarsubi mas porfavor
ResponderEliminarestoy segura que con peter no se va aburrir y vaa difrutar lo tanto que no difruto por tantos anos jajajaajj
ResponderEliminarquiero mas porfavor
ResponderEliminarjodeme pobre lali lo qeu a pasado de amores que mala suerte a tenido pero pronto cambiara con dracula
ResponderEliminarespero el proximo genia
ResponderEliminarme encanto mas grosa
ResponderEliminar=)
ResponderEliminarespero massssssssssssssssssssssssssssssssssss
ResponderEliminarespeor que pronto le cambie la suerte a lalita
ResponderEliminar=)
ResponderEliminarme gusto el cap un poco triste por todo lo qeu a pasado pero me imagino que ya no
ResponderEliminarhasta pronto genia quiero mas que me re encanta y quiero saber como sigue todo
ResponderEliminarPobre todo lo q tuvo pasar... espero el próximo!
ResponderEliminarCon razon,con dracula se esta liberando.
ResponderEliminarCon 24 y aguantar eso, ¿como lo hizo?,es inaguantable,nunca debio aceptar vivir con el vinagres,x favor,si el mote ya lo dice todo.
ResponderEliminarpobre laliiii
ResponderEliminarmassss