42.
—No.
—Por
favor. —Fin de la discusión.
La
desesperación desbordaba a Lali.
—Maxi
se casará conmigo.
—Recca
no es una opción.
—¿Porqué?
—Porque
yo lo digo.
—Está
siendo usted poco razonable.
—Estoy
en todo mi derecho.
Antes
de detenerse a pensarlo mejor, Lali cogió el pequeño jarrón de cristal de la
mesa junto a ella y lo arrojó por el aire en dirección a él. Dado que su
puntería era pésima el florero fue a parar más allá de la butaca. Pero no tuvo
tiempo ni de maldecir por no dar en el blanco ni de buscar otro objeto para
arrojar ya que él saltó de la silla en un abrir y cerrar de ojos y dio la
vuelta al sofá.
Lali
retrocedía mientras él la acechaba.
—No
me toque. Se lo advierto.
Un
músculo se movió en la barbilla de Peter.
—Ya
es hora de que alguien le enseñe que sus actos tienen consecuencias, mocosita
egoísta.
—Si
me pone una mano encima voy a...
—¿Qué
va a hacer? —se mofó él, sin dejar de avanzar hacia ella.
La
mirada de Lali se movía desesperadamente de izquierda a derecha. La tenía
acorralada. En cualquier dirección que intentase escapar, lo tendría encima de
ella al instante. Continuó retrocediendo hasta sentir su espalda apretada
contra la pared, con el pecho oprimido y respirando apenas cuando Peterse
detuvo delante de ella.
Alzando
la barbilla, Lali le miró con enojo. Temblaba cuando él alargó el brazo y le
rodeó la cara con los dedos, sin dejar de mirarla a los ojos.
—Es
usted una muchachita impetuosa —dijo él, pero hablaba con suavidad, mientras
con el pulgar le acariciaba ligeramente el contorno de la cara.
Un
anhelo empezó a arder en el interior de la joven, una necesidad que él había
despertado. Debía haberse asomado a sus ojos, porque él dejó caer la mano y
nuevamente la miró desapasionadamente.
—Dejaré
que su marido la meta en cintura. —Se alejó de ella—. Pero prestará atención a
lo que digo y hará lo que se le manda. Si se siente impulsada a desobedecer, la
encerraré en su cuarto.
—¡Ya
no soy una niña!
—Entonces
no se comporte como tal. Puede retirarse.
«¡Puede
retirarse! ¡Qué atrevimiento!»
—Me
iré, pero sólo porque deseo librarme de su odiosa presencia.
Los
ojos de él centellearon.
—Más
le valdría ir acostumbrándose a mi odiosa presencia y trabajar diligentemente para
mantenerme contento. De lo contrario, las cuatro paredes de su cuarto se
parecerán a una prisión.
—¡No
serán más parecidas a una prisión que el matrimonio en el que usted ha decidido
atraparme!
—Ya
es hora de que crezca usted, señora mía. No puede pasarse la vida campando como
un marimacho mal criado; es usted la hija de un conde. Y si sus padres vivieran
aún, haría por lo menos tres años que hubiera tenido usted su temporada. A
estas alturas muy bien podría estar casada y con un hijo. Piénselo.
Lali
recordaba lo suficiente acerca de sus padres como para saber que nunca le
hubiesen permitido vagabundear por el campo vestida con pantalones de hombre.
Probablemente estaría llevando una vida muy decorosa en el campo, asistiendo a
tomar el té, a reuniones elegantes y a bailes locales. Ya hubiera sido
acicalada, atormentada y peinada por doncellas y modistas hasta casi
enloquecerla.
¿Cómo
se las habría arreglado para soportar una vida sin los páramos, las ensenadas,
los acantilados?
¿Cómo
sobreviviría ahora sin todo eso?
Alzó
la vista hacia el rostro de Peter, todavía implacable, y se dio cuenta de que
nada de lo que ella dijera le conmovería. El corazón le pesaba. No podía perder
Moor's End; no la perdería. Si debía seguirle el juego a Peter, al menos se
llevaría algo que fuera de ella. Si tenía que casarse, encontraría un hombre
que la dejara regresar a Cornualles y le diera tanta libertad como ella
deseara. Un hombre amable. Gentil. Un hombre que fuera el polo opuesto de su
tutor.
—Bien
—dijo ella—. Con gusto iré a Londres. Pero Rocio debe venir conmigo, y también
Jsper y Olinda.
Él
la estudiaba con una expresión casi triste en los ojos.
—Pueden
venir, pero si te ayudaran en cualquier plan poco sensato, los consideraré
responsables. ¿Comprendes?
Su
advertencia era clara. Sus amigos conocerían su ira si se le oponían. Lalijamás
se había sentido tan sola.
—Comprendo.
—Bien.
Entonces la veré por la mañana.
Le
dio la espalda y caminó rígidamente hacia la ventana para mirar hacia fuera. La
lluvia había disminuido hasta convertirse en un hilo de agua, y a través de los
cristales ya eran visibles las formas oscuras de los árboles arqueados bajo el
peso del agua.
Lali
se demoró un instante más mirando la figura solitaria de Peter, temerosa, por
primera vez, del futuro y de lo que le tenía reservado.
Obligó
a sus pies a moverse. Acababa de abrir la puerta, cuando las palabras de Peter
la detuvieron.
—Espero
que se quede en su cuarto —dijo sin mirarla—. No vuelva a bajar.
Lali
salió sin hacer ruido.
Peter
se quedó de pie inmóvil, escuchando el ruido de los pasos de ella perderse en
la distancia. Luego dejó caer la cabeza sobre una de sus manos y cerró los
ojos, el desprecio que sentía por sí mismo amenazaba con estallar de un momento
a otro. Si ella se hubiera quedado un minuto más...
Giró
abruptamente, atravesó enojado la habitación y cogió la caja negra de encima de
la mesa. Hundiéndose en el sofá, la apoyó en su regazo, mientras le temblaban
las manos.
La
imagen de los ojos tristes de ella lo acosaría toda la noche. Lali, el nombre
iba con ella. Era tan incorregible como habían proclamado las institutrices y
no se comportaba en absoluto como la dama que se suponía que era.
Y
aún así Peter sentía su pérdida. Deseaba a la ladronzuela enfundada en
pantalones que rescataba gatitos y amenazaba a los libertinos con hacerles daño
físico. Al demonio con ella por ser la única mujer en el mundo que él no podía
tener.
Olvidaría
lo que fuera que sentía por ella, desterraría cualquier culpa que lo agobiara
porque había aprendido hacía mucho tiempo que una conciencia era un estorbo. Se
las había arreglado para pasar la mayor parte de su vida sin acordarse
demasiado de la posible bondad del corazón humano, y no quería empezar ahora.
Con
manos bañadas de sudor levantó la tapa de la caja. Dentro estaba la panacea
para cualquier dolor, una alegría efímera que podía comprarse por apenas un
chelín y llevarse despreocupadamente en un bolsillo del chaleco.
Bajó
los ojos, clavándolos en un familiar infierno, un infierno en el que había
vivido por casi diez años, desde sus primeros días en la India.
Durante
los años que siguieron sólo había logrado escapar del tormento por períodos
cortos. Pero los fantasmas de su pasado se filtraban a través del muro
cuidadosamente construido y arrasaban con su fuerza de voluntad.
Estaba
dominado por su adicción al opio.
Hurgó
en la caja y cogió la larga punta de metal, haciéndola girar una y otra vez
sobre su palma, tratando de luchar contra la necesidad de soltar la aguja y
cerrar la tapa de un golpe. Pero había seguido esta rutina muchas veces antes y
la ejecutaba de memoria.
Abrió
un paquetito y ensartó una de las píldoras en el extremo de la aguja. Estaba
demasiado húmeda y habría que secarla. Extrajo una pequeña lamparilla de
alcohol y la encendió, produciendo un punto de intenso calor encima de la
campana de vidrio templado.
Cuando
hubo logrado la consistencia deseada, untó la píldora sobre la base del
recipiente. Luego invirtió la lamparilla hasta que la píldora se derritió y
vaporizó, y el olor saturó el aire.
Cerró
los ojos y rogó por la salvación, pero ésta no llegó. Entonces respiró
profundo, inhalando los intensos vapores de la droga a través del tubo
principal de la pipa de bambú, odiándose por todo aquello en lo que se había
convertido.
—Veo
que has dejado entrar al demonio.
A
través de la brumosa euforia que se filtraba en su torrente sanguíneo, Peterreconoció
la voz.
—Vete
de aquí —le dijo a Tahj.
No
podía soportar que su amigo le viera en este estado, cuando se quedaba allí de
pie, como el centinela de una vida fracasada.
naaaaaaaaa como siempreo me haces eso mueor por mas
ResponderEliminarpeter es un tarado no lo soporto espero que taj lo ayude
ResponderEliminarsubi mas porfavor
ResponderEliminarme tiene loca la novela quiero mas
ResponderEliminarque bueno que subiste otro amo la nvoela
ResponderEliminarjodeme que actitud mas estupida de peter por dios que habla los ojos y al ayude necesita un golpe en la cabeza
ResponderEliminarsubi mas porfavor
ResponderEliminarpobre lali no se merese lo que le esta haciendo peter
ResponderEliminarnananana que alquien le aga reaccionar a peter esta mal este pibe
ResponderEliminarquiero mas novela que esta buenisima
ResponderEliminarLali no se va a dejar avasallar.¿d k le sirven las drogas?si la conciencia no es efimera ,esta constantemente en nosotros,eso no te hace olvidar.
ResponderEliminarNo creo k consiga llevarla a Londres,no veo a Lali sumisa para nada,si esta peleando xk no casen a su amiga,con ella no va a poder Peter
ResponderEliminarY de momento Peter ya a rechazado a Maxi,habiendo visto k se llevaban bien,y eso ya le molesto,no creo k ni el mismo, encuentre el indicado para ella.
ResponderEliminarhayy dios q cap mass noveee
ResponderEliminarque capitulo por dios estoy ansiosa por leer mas
ResponderEliminarquiero mas novela
ResponderEliminardios peter cada vez esta mas loco haora se droga me da pesar
ResponderEliminarpeter me saca espero que se de cuenta que esta haciendo todo mal y que el puede estar con lali y casarse mas grosa
ResponderEliminarpone mas porfavor
ResponderEliminaresta muy buena, espero mas
ResponderEliminarno Peter tiene qe reaccionar no tiene qe llevar a Lali a Londres y casarla!! :/ y menos fumar opio ... Espero qe reaccione pronto. Mas nove no me dejes asi!!!! :(
ResponderEliminarTahj,¿vendria a ser como su conciencia?
ResponderEliminarMe encanto el capitulo
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