conquistar a la doncella 52

52.

—¿Lista para irnos? —preguntó.

—Tan lista como puedo estarlo —respondió lali, alisando la falda de brocado y seda que Clarisse afirmaba sería la envidia de todas las mujeres en la gala de Fordham.

Rocio se paró delante de lali.

—¿Está todo bien?

—Sí —se apresuró a contestar lali. No quería cargar con problemas a su amiga, quien aún estaba preocupada por Calder, aparentemente con razón.

Rocio estaba segura de haberle visto una noche, una semana atrás. Y en esos días algo sospechoso había sucedido después de regresar de casa de Lady Chatterley. La ventana del dormitorio de Rocio había aparecido rota, pero el incidente fue considerado un accidente causado por las ramas de un árbol de la casa vecina y una fuerte ráfaga de viento. Lali  no estaba convencida de esto, y Rocio estaba aterrada.

Desde aquella noche se había trasladado a Rocio a otra habitación y todo había estado en calma, pero lali no se sentiría tranquila hasta que no hubiesen encontrado a Calder. Según las cartas que habían recibido del mayordomo de los Westcott, quien le tenía mucho cariño a Rocio, nadie había visto a Calder o tenido noticias de él desde aquella noche, hacía varias semanas, en que se había escabullido en mitad de la noche.

—¿Asistirá Lord Manchester a la reunión de esta noche? —inquirió lali, mientras ambas caminaban por el corredor.

—No lo sé, ni me importa.

lali se volvió a mirarle al percibir la dureza de su voz.

—Eso no suena prometedor. ¿Ha intentado algo indecoroso?

—El hombre vive para hacer cosas indecorosas.

—¿Está molestándote? Puedo hablar del tema con peter. —Si lograba retenerlo unos minutos a su lado para hablarle.

Rocio hizo una mueca de disgusto.

—No, no está molestándome, pero realmente hace las cosas más descaradas. Yo debería estar horrorizada, o cuando menos mostrarme distante. Pero él es tan...

—¿Persuasivo? —sugirió lali.

—¡Exacto!

lali sabía de eso. Sin importar cuán a menudo la aguijoneara su conciencia, parecía ser incapaz de comportarse prudentemente cuando peter estaba cerca.

—Sospecho que el problema tiene algo que ver con su hermano Ethan —adivinó lali.

rocio asintió con la cabeza.

—¡El muy bobo se atreve a pensar que estoy intentando atraer la atención de su hermano! Me llamó coqueta. ¿Puedes creerlo? ¡Yo! Cuando él sonríe a cualquier mujer que pasa delante de sus ojos. —Dejó caer los hombros, agobiada—. No sé por qué me atrae tanto. Sólo está divirtiéndose conmigo. Ni siquiera va a quedarse mucho tiempo más por aquí. Simplemente vino a arreglar algunos asuntos relacionados con el patrimonio de su madre y después regresará a Escocia. Es un auténtico jefe de las Highlands, ¿sabes? Usa kilts[1] y escuché decir a Lady Treadwell —bajó la voz— que los hombres escoceses no llevan ropa interior debajo de esas faldas. No creo que sea verdad. Es decir, imagínate lo que sucedería si se levantara viento. —Frunció el entrecejo y por un momento pareció perder el hilo de sus pensamientos—. Bueno, me imagino que nada de eso importa. Se marchará y ése será el final de la historia.

Para entonces, habían llegado al vestíbulo y Clarisse se volvió para dirigirles una sonrisa.

—¡Pero si ambas lucís impactantes! Los hombres enloquecerán esta noche. —Parándose en el medio de las dos, las rodeó con sus brazos para conducirlas hasta la puerta principal—. Os tengo una sorpresa.

El mayordomo abrió la puerta y de pie allí fuera estaban peter y Derek, vestidos de negro, con trajes de gala.

* * *

El viaje en carruaje hasta la casa de los Foldham en Grosvenor Square[2] fue una tortura. Con la presencia de los hombres, el interior del coche pareció encogerse hasta tener el tamaño de una tabaquera. Derek se sentó junto a Rocio, peter al lado de lsli. Aunque no hablaron más de dos palabras, se vio obligada a sentir la proximidad de su cuerpo, su pierna rozándole el muslo, la fricción constante de su hombro. Sus manos grandes descansaban sobre sus muslos, y parecía inexplicablemente interesado en sus uñas cortas.

La tensión del ambiente era tan densa como la niebla de Cornualles. lali dejó escapar un suspiro de alivio cuando el carruaje se detuvo delante de la casa de los Fordham, apartada de la calle y ocupando prácticamente toda la manzana. Todas las ventanas resplandecían iluminadas y lali podía ver la multitud que había dentro. No le entusiasmaba la perspectiva de otra noche de relacionarse y sonreír.

Se sobresaltó al sentir una mano en el codo. Se volvió y vio a peter contemplándola con expresión inescrutable.

—¿Lista para entrar?

No lo estaba, pero asintió y le permitió ayudarla a apearse del coche. Del brazo de Derek, Rocio ya se había adelantado y ahora estaba de pie en la entrada, mientras el lacayo la ayudaba a quitarse el abrigo. Así que lali se encontraba a solas con peteren un incómodo silencio. Él le tomó la mano y la colocó en el hueco de su brazo, su manga suave contra la puntas de los dedos de ella, la carne debajo tan firme como ella recordaba.

Antes de llegar a la puerta, él se detuvo volviéndose hacia ella.

—Lo lamento —dijo.

—¿Qué lamenta?

lali notó la delgadez de su cara, el pronunciado ángulo de sus facciones, su mirada resignada, un brillo enfermizo en los ojos. Algo le sucedía a petery ella no podía ni remediarlo ni hacer que él le contase qué era.

—Es una disculpa general. Le he hecho demasiadas cosas indebidas, comenzando con besarla.

—¿Y lamenta haberme besado?

—¿No debería lamentarlo?

—¿Lo lamenta?

Él la miró mientras una ligera brisa jugueteaba con la cabellera de la joven, el perfume de cera de abeja flotaba a través de la puerta abierta junto a la cual el mayordomo aguardaba la entrada de ambos.

—No —admitió finalmente—. No lo lamento. Pero no puede volver a suceder. Lo que sea que hay entre nosotros es un error.

—¿Por qué?

—Hay demasiadas razones. Nunca fue mi intención que esto sucediera. Espero que lo sepa.

Ella le apretó la manga.

—Por favor, peter, habla conmigo. Dime lo que te pasa.

Pero el rostro de él adoptó de nuevo una expresión hosca, haciéndole saber a lali que ya era demasiado tarde. Él la acompañó a subir la escalinata y entraron juntos al vestíbulo brillantemente iluminado, donde las copas de cristal llenas de champaña resplandecían como pequeñas antorchas sobre la miríada de bandejas que surcaban el salón.

Mientras estaban de pie en la cima de las escaleras que llevaban al salón de baile, por un fugaz instante lali se permitió imaginar cómo sería la vida con peter.

Se permitió creer que él la amaba.

El sueño se desvaneció cuando él le besó gentilmente la mano y se alejó. La mirada de la joven siguió la silueta que se marchaba hasta que ésta desapareció en el salón de juego.

—Milady.

Christian Slade estaba de pie dos escalones por debajo de ella, resplandeciente en azul marino y gris claro, con una rosa en la mano que alargó en dirección a lali.

—Gracias —murmuró ella, bajando los ojos hacia la rosa mientras el dolor crecía en su corazón.

—¿Me haría el honor de concederme la primera pieza?

Alargó la mano y lali vaciló antes de tomarla.

El salón de baile era un refulgente diamante, la araña reflejaba un centenar de pequeños puntitos de luz, la puertaventana, abierta de par en par, hacía que el cálido resplandor se derramara sobre el balcón y más allá.

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