domingo, 12 de febrero de 2012

MI JEFE CAPITULO 2


Era hora de madurar. Transformarse en ella misma de nuevo. Romper con todo y salir corriendo. Como su madre le había dicho tan sucintamente una vez “dejar de ser una alfombrilla de cocina”. Respiró hondo y se miró detenidamente. Muy bien. Iría de nuevo a responder por él. Pero iba a tener que buscarse otra niñera para el futuro. La vida se le pasaba volando a una velocidad récord y sería sencillamente estúpido seguir babeando como un perrito alrededor del Sr. Galán-Del-Siglo durante otros siete años más. Era hora de cortar el cordón umbilical que iba desde el bonito y apretado trasero de su jefe hasta su propio ombligo, e intentar conseguir un trabajo en el que seguramente ganaría mucho menos, pero que le devolvería un cierto grado de orgullo.

¿Orgullo? ¿Qué demonios era eso? Ah sí, ahora lo recordaba. Siempre se había sentido muy orgullosa de su capacidad de gestión. De su competencia. De sus habilidades como experta en relaciones públicas. Eso fue en primer lugar lo que le facilitó este trabajo en concreto. Y esas mismas habilidades le proporcionarían otro, quizás con un sueldo más bajo, pero que le restituiría un poco de autoestima. El sentimiento de volver a ser una persona auténtica, en lugar de una mandadera-escapista-artista-interferencia-corredora por excelencia. Sí. Sigue así. Repetírtelo es bueno. Tengo que mantener el impulso.

Apartando los ojos de su infeliz reflejo, se acercó al sofá y colocó la bolsa del ordenador al lado de su maleta. No había empacado mucho. Sólo un neceser con cosméticos, el cepillo de dientes, camisón, albornoz y una muda para el vuelo de regreso en la mañana del domingo. El habitual surtido de golpea-y-corre con lo esencial que pudiera necesitar.

Paseó la yema de los dedos sobre la cara pieza de equipaje, un regalo de su jefe un par de años atrás, cuando la suya se extravió en algún punto entre una sesión de fotos en España y el aeropuerto de Nueva York. Se le escapó un suspiro y una triste sonrisa curvó sus labios. A veces, sólo a veces, había sido capaz de mostrarle compasión y consideración.

Su viejo equipaje estaba andrajoso y con cicatrices a causa de los años de abuso. Después de que él tuviera conocimiento de su pérdida, al regresar a casa, se había encontrado un conjunto de quince piezas del más exquisito y costoso juego de maletas del mercado, lleno de la más elegante y cara ropa que el dinero pudiese comprar. Todo, desde ropa interior hasta zapatos, incluido un flexible sombrero de ala ancha (ella se había quejado de haber sufrido quemaduras solares en España), todo de las tallas correctas y en los colores que adoraba. Se había sorprendido, se había sentido eufórica. Pero cuando trató de darle las gracias por su consideración, él había ignorado su agradecimiento igual que a un mosquito molesto, afirmando con rotundidad que simplemente había encargado a alguien la tarea de remplazar lo que había perdido, que no había sido gran cosa.

Pero para Lali sí había sido muy importante. Otro jugoso hueso arrojado al fiel cachorro. Le había hecho cambiar de opinión y pensar que posiblemente valía la pena no desollarle la deliciosa piel que tan prósperamente se extendía sobre esa pulida y apetitosa masa de músculo. Otra discusión perdida contra su reflejo.

Así es como funcionaba siempre. Ella se decidía a decirle que cogiera su bien pagado puesto de trabajo y se lo metiera por el trasero, y de repente, él hacía algo que la dejaba totalmente impresionada. Como la vez que se rompió el tobillo cuando iba corriendo por la calle para hacer otro de los recados imprevistos que solía encargarle, sin preocuparse lo más mínimo del hecho de que ella ya tuviese algo planeado, e inesperadamente él se presentó en el hospital en un helicóptero alquilado, aterrizando en el helipuerto de salvamento y corriendo a la sala de emergencia directamente desde una fiesta de alto standing, vistiendo un corbatín negro y faja de seda tornasolada de plata, con su oscuro cabello mojado por la lluvia. Después de que la enyesaran y le dieran el alta, él la había recogido de la silla de ruedas con la que la habían llevado a la pista de aterrizaje y la había llevado en brazos hasta el helicóptero que los estaba esperando.

Y además le contrató una enfermera y un ama de llaves hasta que fue capaz de levantarse y salir de nuevo por sí misma.

¡Maldito sea! Y ella ya había planeado decirle que contratara a otra tonta para limpiarle sus desastres. Hizo una pausa para enfocar su objetivo de nuevo. Eso había sido… de acuerdo… el intento fallido de renunciar del año pasado.

Frunció el ceño hacia su reloj. Si llamaba un taxi ahora, enseguida estaría en el aeropuerto, en su vuelo, y de camino a renunciar de nuevo. Esta vez no iba a permitir que nada le impidiera comunicárselo. Malditos fueran los huesos rotos y las pérdidas de equipaje. Se llevaría la profunda satisfacción de contemplar la cara de pasmado que se le quedaba  cuando le devolviera el teléfono vía satélite que le había dado con el propósito de poder localizarla durante todas y cada una de las horas del día o de la noche. ¡Ja! No sería capaz de encontrar otra sirvienta como Lali Esposito. Tendría que tratar a la siguiente como si tuviera cerebro. Una vida, incluso.

Sí. Recuperaría su vida. Claro. Ahora, si sólo pudiera mantener ese pensamiento.

 * * * * *

El conductor del taxi le entregó el equipaje y cogió el dinero de la carrera haciéndole un guiño. Ella se encaminó hacia la entrada de la terminal privada, asintiendo al guardia uniformado que le abría la puerta.

“Señorita Esposito… “Se tocó el sombrero y sonrió mientras caminaban juntos.

“¿Qué tal está hoy tu esposa, Jimmy? ¿Ha tenido ya ese bebé?”

“Está pasada de cuentas, con atraso de una semana,  pero le pasó igual con nuestro último hijo. No hay problema”.

Lali sonrió al piloto, el cual entregó su bolsa al copiloto, antes de ofrecerle una mano para subir la escalera de metal que llevaba a la puerta de carga abierta del Learjet-85. Una vez acomodada en uno de los cuatro asientos de cuero hechos a medida, aceptó una botella fría de Evian y asintió para indicar que tenía el cinturón puesto de forma segura.

2 comentarios:

  1. MAS NOVE!!!!

    Me encanta! ;D espero el próximo!!!

    BEsos ;)

    @caparatodos

    ResponderEliminar
  2. Me encantaaa
    ya quiero el prox cap :D
    quiero momento laliter
    subii mas

    @lali_peterlove
    /gonzalez_andy92

    ResponderEliminar