viernes, 17 de febrero de 2012

CONQUISTAR A LA DONCELLA CAP 27





CAPITULO 27

Las cartas de Nico no transmitían demasiado acerca de lo que estaba viviendo en la India. Peter sabía que él no había querido preocuparla, pero la falta de información había sido peor. Aún ahora no entendía del todo en qué circunstancias había muerto.

—¿Alguna vez tuvo que matar a alguien?

—Sí —dijo él, con la vista clavada en sus manos a través del agua turbia.

Lali se sentía desorientada. ¿Qué sabía en realidad ella acerca de la guerra? Pese a considerarse más culta que la mayoría de las mujeres, no podía ni empezar a comprender las razones de los hombres para tomar las armas.

—¿Te molesta? —preguntó él en voz baja.

La joven parpadeó y se volvió hacia Peter, que la observaba fijamente.

—¿Si me molesta qué?

—Que haya matado a otros hombres.

Por su modo de mirarla, Lali notó que su respuesta era importante para él. Pero ¿podía ella consentir que se matara?

—Debe haber tenido sus razones.

—¿Y si te dijera que no las tenía? ¿Y si te dijera que simplemente quería que esos desgraciados muriesen?

Ella sintió un frío recorrerle los omóplatos.

—Yo... —Sacudió la cabeza—. No lo sé.

Él asintió y desvió la mirada. Siguieron unos minutos de tenso silencio mientras ella pensaba sobre lo que él parecía estar contándole, que había matado gente sin justa razón. Su mente no podía aceptar eso.

Deslizó las manos de nuevo en el agua fresca y buscó un tema neutral.

—¿Por qué Tahj se viste con esas túnicas anaranjadas?

—Es un monje budista. Esa ropa es parte de su cultura.

—¿Los monjes no están generalmente recluidos en monasterios?

—La mayoría de ellos lo están. Pero, para mi desgracia, Tahj se ha autodesignado mi guardián.

Aunque intentaba parecer ofendido, Lali empezaba a darse cuenta de que simplemente le gustaba rezongar.

—Él debe creer que usted necesita un guardián. —Lo miró de reojo—. ¿Lo necesita?

Ella hablaba medio en broma, pero la expresión de sus ojos cuando levantó la cabeza para clavarle la mirada distaba mucho de ser divertida.

—No. —Parecía estar hablando completamente en serio—. Lo que necesito, señorita Purdy, es que me dejen en paz de una condenada vez. Mi vida es lo que yo hago de ella y me concierne exclusivamente a mí, a nadie más.

Lali no sabía por qué, pero la advertencia realmente la hirió.

—Le dejaré solo, entonces. —Se levantó, pero él le enroscó los dedos en la muñeca, mirándola con una brillo desafiante en los ojos.

—No te tenía por una muchacha que se escapa. ¿Tienes miedo?

—¿De usted? Por supuesto que no —se mofó ella. No le temía físicamente, pues sabía que él no le haría daño. No le había levantado la mano, pese a que ella le había dado sobrados motivos para hacerlo.

Pero sí había encendido algo en ella, un sentimiento que la invadía cada vez que él le sonreía y que se agudizaba cuando la tocaba.

—Entonces quédate y quizás aprendas algo —dijo él, todo un desafío encerrado en sus palabras, como si entendiera lo que la atraía. Con cada segundo que transcurría, este hombre se volvía más enigmático para ella y eso sólo acrecentaba su deseo de saber más acerca de él.

¿Y qué cosa que a mí me interesara aprender podría usted enseñarme?

Mientras preguntaba se arrodilló nuevamente junto a él.

Los ojos de Peter habían recobrado aquel brillo malévolo cuando respondió.

—A besar a un hombre como es debido, para empezar.

pETER rompió a reír al verla jadear, agraviada, y la atrajo hacia sus brazos.

—Quite sus garras de mí, demonio. Sólo estaba bromeando.

Él se inclinó, acercándose, sus labios muy cerca de los de ella mientras añadía:

—Me encanta tu forma de besarme. No te reprimes y esos suaves gemidos que suben desde el fondo de tu garganta me enloquecen.

—Yo, no...

Le aprisionó la boca, silenciando su protesta, y Lali se derritió en un segundo. Válgame Dios, qué maravillosamente besaba; el beso era a un tiempo suave e intenso, apasionado y travieso, y le hacía olvidar su propósito de mantener distancia de él.

Él retrocedió y levantó el rostro de ella para que lo mirara.

—¿Mejor? —murmuró, y todo lo que ella pudo hacer fue asentir cuando debería haberle reclamado enojada por las libertades que él se tomaba. Otra vez—. ¿Amigos?

—¿Por qué? —preguntó ella, con voz que era casi un gruñido.

—¿Quieres decir, por qué quiero ser tu amigo?

Ella asintió con la cabeza.

—Porque me haces sonreír. Y haces mi vida mucho más interesante al ser parte de ella. Pero principalmente, me mantienes sobre ascuas. Nunca sé si vas a dispararme o a besarme tan dulcemente que mi corazón podría detenerse. Si tan sólo supieras cuánto deseo tenderte sobre la hierba y saborear cada centímetro de ti. Las imágenes que tengo de ti en este momento no son propias de un caballero.

Las imágenes en la mente de ella tampoco eran tan inocentes. Se imaginaba tomándolo de la mano y llevándolo hasta la orilla, temblando expectante hasta que él se lanzara sobre ella como un glorioso ángel sombrío. Ella tenía necesidades y deseos y nunca los había sentido con tanta fuerza como en ese momento.

Cerró los ojos mientras los dedos de él le rozaban el cuello, haciéndole echar la cabeza hacia atrás.

—Comenzaría por aquí —rugió con voz ronca, rozándole levísimamente la garganta con sus labios—. Lentamente descendería por tus clavículas, luego seguiría bajando entre el valle de tus pechos, saboreando cada sedoso centímetro de piel... hasta llegar a tus pezones, dulces y erguidos. —Respiraba en su oído—. Los estimularía con la boca y la lengua hasta dejarlos tan sensibles que con sólo soplar sobre ellos te hiciera estallar de deseo por mí. Pero en cambio seguiría sembrando besos sobre tu vientre y deslizándome entre tus muslos, donde me demoraría, saboreándote, hasta haber quitado de un lametazo hasta la última gota de dulzura.

El erotismo de sus palabras hacía estremecer a Lali, el calor florecía entre sus muslos, donde sentía latir su feminidad... y él no la había tocado ni con un dedo.

La soltó y ella clavó la vista en sus ojos ardientes. No sabía qué hacer. No podía tocarlo, sería una invitación a compartir su cama.

Él respiró profundo y se volvió, apretando los puños a los costados del cuerpo antes de sumergirlos en el agua para desenterrar más ostras.

Lali lo observó por un momento, tratando de aquietar el alboroto de sensaciones en su interior. La camisa arremangada hasta los codos dejaba ver sus relucientes antebrazos mojados. Sus manos eran tan grandes... y ella las deseaba sobre su cuerpo.




3 comentarios:

  1. mori con el cap!! jaja me encanta Peter! jijiji maaas nooove! Besos!

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  2. na no sabes como me tiene la nvoela la amo espero el proximo genia

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  3. Me encanto este cap en un momento pense que lo ivan a hacer ahi jajajaja todo lo qe le dice Peter y Lali solamente se lo qedo mirando me imagino las cosas que se pasaron por sus mentes. Me gusto muchisimo la nove :D

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