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.—El
entender los entresijos lleva años de estudio. Algunas de las doctrinas son
intelectualmente estimulantes, pero no estoy de acuerdo con el principio
básico.
—¿Cuál
es?
—Que
el sufrimiento es necesario para alcanzar la iluminación espiritual, el ch'i,
y que necesitamos pasarnos la vida expiando pecados del pasado. No quiero
tener que ser tan bueno.
—¿Por
qué?
—Porque
—murmuró, con la mandíbula contra el cuello de la joven y sus dedos buscando
los de ella—, ser bueno significaría no poder tocarte. Porque el deseo, en
todas sus formas, condenaría al pecador a un interminable ciclo de infierno en
la tierra.
Lali apenas podía pensar con él
acariciándola de ese modo. Si el deseo la condenaría, aceptaría el castigo.
Cualquier otra forma de verlo significaba una vida llena de privaciones.
—El
placer debe evitarse —prosiguió, mientras con los labios le rozaba la mandíbula
—porque sólo es temporal. El deseo —susurró, haciéndole alzar el rostro hacia
él, quedando sus labios muy cerca de los de ella— es esclavitud.
Lali cerró los ojos e intentó
respirar mientras él le hacía volver la cabeza. Él amplió la postura de ella,
controlando sus acciones, haciéndole vibrar el cuerpo.
—Obtén
tu energía de tu interior. Calma tu mente, de modo que cada momento se llene de
gracia y armonía. Concéntrate en la respiración. Inhala lentamente. Desde aquí.
—Le apoyó la palma contra el diafragma.
Lali se sentía débil, emocionada con
cada ligera caricia de las manos de él a través de su cuerpo.
—Concéntrate
en el punto de ataque. —Le enderezó el brazo, sacándolo hacia delante con la
palma hacia arriba—. Usa la fuerza de tu enemigo para vencerlo. Si él es
fuerte, ataca lateralmente. —Hizo un amplio movimiento hacia abajo—. Si es
débil, golpea desde el frente. —Guió el brazo de la muchacha transversalmente
con respecto al cuerpo de ésta—. Si te agarra desde atrás... —Su brazo le
envolvió la cintura con más fuerza, una de sus grandes manos peligrosamente
cerca de los pechos— lleva tu cabeza hacia atrás contra su nariz, o libera tus
brazos... —Le hizo sitio para que lo hiciera— y dale un codazo en el plexo
solar. —Le mostró cómo—. Si eso no da resultado... —Se acercó y ella pudo
sentir apoyados contra sus nalgas un calor y una dureza tentadores— entonces
sube el talón y golpéalo en la ingle.
Lali cerró los ojos sintiendo que el
aliento le raspaba los pulmones mientras instintivamente se movía contra él,
cuyo gemido surgido desde lo profundo de su garganta elevó el calor a un nuevo
nivel.
Él
tomó aire y la hizo girar para mirarla de frente.
—Cuanto
más simple el método —la instruyó—, mejor.
Luego la soltó, dejándola con la extraña
sensación de haber sido despojada de algo.
—¿Por
qué Tahj le enseñó Shaolin a usted, si se supone que sólo debe pasarse
el conocimiento a otros monjes?
—Porque
me consideraba un ejemplar patético de la humanidad y se compadeció de mí.
Lali rió ante tan absurda afirmación.
—No
bromee.
—Lo
digo en serio. El pequeño desgraciado me derribó sobre mi trasero durante
nuestra primera salida. Una experiencia humillante, te lo aseguro.
Si Lali no hubiese visto un
despliegue de la habilidad de Tahj, nunca habría creído la historia que le contaba Peter.
—¿Qué
impulsó a Tahj a realizar esa buena acción?
—Él
cree que un cuerpo fuerte puede superar las deficiencias de la mente.
Con toda seguridad, Peter tenía un cuerpo fuerte. Su
mirada recorrió sin vergüenza la sólida amplitud de su pecho, el abultamiento
de los brazos... y más abajo.
—¿Y
qué deficiencias tiene la mente de usted? —preguntó ella, su cuerpo
estremeciéndose por la cercanía de Peter.
Alargó la mano y acomodó un mechón que había caído sobre la
mejilla de la joven.
—Demasiadas
para que las comprenda alguien tan inocente como tú.
—Yo
no soy inocente.
—Dios,
espero que no —dijo él con voz áspera, mientras se inclinaba y le rozaba los
labios con un beso ligero como una pluma. La caricia terminó antes de que ella
pudiera tomarse un momento para saborearla. Cada vez que él la tocaba, el
contacto parecía volverse más natural y necesario.
Al recobrar el aliento, ella preguntó:
—¿Por
qué Tahj le enseñó estas técnicas secretas?
Él
se encogió de hombros y se inclinó para deslizar sus dedos a través del agua, presionándolos contra la nuca.
—Porque
yo tenía tiempo.
—¿Por
qué?
—¿Acaso
un hombre no puede haraganear?
—No
puedo imaginármelo a usted haraganeando.
Él
le echó una ojeada hacia atrás.
—¿Debería
tomar eso como un cumplido?
—Como
un comentario.
—Sospecho
que tienes muchos de ésos.
Así
era, otra de las razones por las que ella nunca encajaría en las esferas de la
sociedad londinense, que se caracterizaba por su afectación y refinamiento.
Tenía una tendencia a ser siempre franca y a decir lo que pensaba. Maxi le
había contado que en Londres lo que se consideraba más atractivo en una mujer
era la timidez y el recato al coquetear. A Lali todo eso le parecía tonto y sin
sentido. Ella preferiría mil veces leer una novela interesante y discutir sus
méritos que asistir a reuniones sociales donde el tema de conversación más
interesante era la última moda. Se ahogaría en un ambiente tan restrictivo.
¿Cómo se podía vivir en un lugar donde no era posible ver el océano o aspirar
el perfume del aire marino cada día?
—¿Distraída?
Al volverse, Lali se encontró con Peter contemplándola
con expresión curiosa.
—Disculpe.
Dejé vagar la imaginación.
—¿Te
estoy aburriendo?
Aunque él acababa de darle un pretexto para marcharse, todo lo que ella dijo fue:
—No.
—Bien,
porque he recolectado para ti una provisión de ostras como para toda una
semana.
La mirada de Lali lo siguió hasta la roca donde ella
había dejado su primera ostra. Ahora las ostras apiladas allí formaban una
pequeña montaña. Sonrió.
—Ha
sido usted muy laborioso, señor.
—Claro que sí, pero tengo mis motivos. Tengo la intención
de convidarte con todas y cada una de ellas.
—No
podría comer ni una tercera parte. Tendré que regresar después con un balde.
—Enviaré
por ellas a Tahj. No quiero que bajes sola por esa cuesta; podrías caerte y
partirte la crisma.
Por un momento,Lali se quedó mirándole sin decir nada,
luego rompió a reír.
—Eso
sí que absurdo. He explorado estos riscos desde que era una niña.
—Y
alguien debería haberte controlado. Quizás hoy no serías tan temeraria.
—¿Se
ha propuesto convertirse en mi padre? —preguntó ella incrédula, ya sin rastro
de buen humor, debido a la actitud dictatorial de él.
—No
regresarás aquí sin mí y esa es mi última palabra. ¿Entendido?
¿Cómo
se atrevía a ser tan prepotente? ¿Quién se creía que era para darle órdenes de
ese modo? Su amo y señor, al parecer. Y en su rol de sirviente, ella tenía que
obedecer.
Asintiendo bruscamente, giró sobre sus talones y se
alejó de él, con la intención de dejarle solo donde estaba de pie. Ahogó un
grito al verle aparecer detrás de ella, con el sigilo de un fantasma.
Se puso rígida cuando él la abrazó.
—¿Acostumbra
usted a coquetear con la servidumbre?
—Sólo
con quienes me golpean —dijo él, rozándole el cabello con los labios.
—Eso
explica por qué está usted completamente atontado.
Inesperadamente, él rió.
—Eres
terrible, mi pequeña valquiria[1].
Lali detestaba la facilidad con que él podía derretirla.
—Déjeme
en paz.
—¿Estás
ofendida conmigo porque no quiero que te hagas daño?
—Sí
—respondió ella con frialdad.
mas porfavor ya quiero que intimiden estos dos me tiene loca espero le proximo grosa
ResponderEliminarSubi otro cap, y siento decirte que aun falta para que estos dos tengan algo enserio, auqnue inimidades hay unas pocas :)
EliminarGracias por firmar siempre (L
Muuuy bueno =)
ResponderEliminarme encanta que lali se haga la dificil aunque al mas minimo rose se derrita =)
me encanta la novela!
espero mas
un beso
Juli♥
Me alegro de que te guste la nove, te aviso que ya suibi otro cap :)
EliminarMe encanta la nove! Es realmente buena!
ResponderEliminarLa sigo desde que la empezaste en flog y hasta hoy puedo firmar por que hoy me cree un blog! ;)
Me encanta como se histeriquean entre los dos, qe le siga explicando las tecnicas :P jajajaja bueno el cap. muy bueno :D
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