CAPITULO 21
Lali se mordía
los labios para no reír. Aunque hacía sólo un día que había conocido a su
tutor, comprendía perfectamente la frustración de Tahj.
—¿Por qué estás
en la cama? ¿A qué estás jugando ahora?
—Me dispararon.
Tahj lanzó un
bufido.
—Estás
perfectamente bien. Sólo buscas engañar a estas dos jóvenes.
—En verdad le
disparé —intervino Lali—. Pensé que era un ladrón.
Con suficiencia, Peter
arqueó la ceja en dirección al extraño hombrecito y cruzó los brazos sobre el
pecho.
—¿Lo ves?
Lo que sucedió a
continuación fue tan rápido que Lali apenas tuvo tiempo de parpadear. Tahj
arremetió hacia la cama con la pierna estirada, apoyando con fuerza el talón
donde Peter había estado hasta hacía sólo un momento. Este había rodado fuera
de la cama a la velocidad del rayo, levantando el brazo derecho para
interceptar el «hachazo» que, curvado hacia abajo, iba directo a su cabeza,
arrojando la palma de su otra mano hacia el diafragma del viejo, movimiento que
logró derribarle hacia atrás.
—¡Ja! —alardeó Peter—.
Tu chochez te está volviendo lento, viejo.
—Nunca demasiado
viejo para darle una lección a un cachorro como tú.
Tahj asió el
pilar de la cama y balanceó las piernas en arco, dándole a su oponente justo en
el pecho y haciéndole expeler el aire con fuerza mientras retrocedía
precipitándose hacia la cómoda.
Los movimientos
que siguieron fueron como una imagen borrosa: brazos, manos y piernas
interceptaban un golpe tras otro en un frenesí de fintas y paradas que eran un
espectáculo increíble. En un momento, Peter estaba encima de Tahj, al
siguiente, era éste quien tenía arrinconado a aquél. Costaba creer que un
hombre tan delgado pudiera defenderse contra una bestia del tamaño de Peter.
El combate
concluyó poco después, cuando Tahj estiró la pierna, capturando el tobillo
herido de Peter y derribándole al suelo, donde le puso la rodilla sobre el
pecho.
—Fue sólo un
golpe de suerte.
—No existen los
golpes de suerte. Uno construye su propio destino. —Cogió de la mano a Peter
para ayudarle a levantarse—. Ahora, vístete. Queda mucho que meter a puñetazos
en esa cabeza dura tuya.
Peter se sentó
sobre la cama.
—Mi enfermera me
dijo que necesito descansar. —Miró a Lali, como esperando que lo rescatara—.
¿No es verdad, Ángel?
El rubor encendió
las mejillas de la joven.
—Le dije que no
me llamara así —siseó furiosa, con lo cual sólo consiguió que él riera entre
dientes mientras ella giraba sobre sus talones y se dirigía hacia la puerta—. Espero
que él le quite las ganas de alardear.
Peter aún reía
cuando ella desapareció dando un portazo. Era una verdadera tentación cuando
estaba enojada, le brillaban los ojos como fuego y el rubor hacía llamear su
piel cremosa. Un peligro innegable para su paz mental.
Se dejó caer
contra las almohadas, sus músculos doloridos parecían estar protestando. La
tunda de Tahj había sido otra de las lecciones del monje. Este creía que la
fuerza del cuerpo fortalecía la mente, la cual él había intentado reforzar a través
de la meditación. Pero Peter no deseaba ahondar demasiado en su propia mente.
Lo único que conseguía al hacerlo era revivir su pasado, las dos vidas que
había vivido. Una de ellas, perdida para siempre. La otra, demasiado arraigada
en él como para olvidarla.
—No me gusta esa
mirada en tus ojos —dijo Tahj, vigilando a Peter con una expresión de franca
desaprobación en el rostro redondo.
—Como de
costumbre, estás viendo cosas que no existen.
—Veo muy
claramente. Tienes las miras puestas en la muchacha de cabello oscuro.
—¿Y qué? ¿Qué
tiene eso que ver contigo?
—Es una inocente.
—¡Inocente!
—gritó él—. Pero si me disparó. Y eso después de haberme dejado inconsciente y
por poco estéril cuando traté de rescatarla de un matón. —Y aún no sabía qué
era lo que ella buscaba aquélla noche.
—Es una inocente
—repitió firmemente Tahj, sin oír o sin importarle lo que decía Peter. Esto
último, sin duda—. No has estado practicando tu Shaolin[2].
Estás lento. No estás preparado.
—¿No estoy
preparado para qué? Mis días de batalla ya quedaron atrás. —Pero nunca
olvidados. Aún podía ver los rostros de todos los hombres caídos, toda aquella
pérdida de vidas sin sentido. ¿Para qué? ¿Para subordinar a un pueblo al
dominio británico? ¿Para forzarlos a aceptar el cristianismo en vez de su
propia religión?
Pero había
cumplido con su deber llevado por su necesidad interna de matar, por su deseo
de infligir un justo castigo a la gente que lo había aprisionado, golpeado y
drogado para que no pudiese escapar, haciéndolo esclavo de su propia debilidad
aun ahora, tantos años más tarde.
—Nunca te das por
vencido, ¿verdad?
—El que haya
estado contigo todos estos años debería responder tu pregunta. Debes exorcizar
el ashura para encontrar la paz.
Una ira que le
era familiar se abrió paso en el interior de Lucien.
—¿La paz? ¿Crees
que eso es lo que me falta? He perdido quince años de mi vida. ¿Cómo sugieres
que supere eso? Toda mi familia ha desaparecido. Dorian, Jillian, Hugh, Gavin,
Jensyn. Mis padres.
Caminó
rígidamente hacia la ventana, observando a un cuervo zarandeado por el viento.
Hacía mucho tiempo que había perdido a su familia, sólo los escombros marcaban
lo que quedaba de la pequeña casucha donde había pasado casi toda su juventud,
amontonado en una sola habitación con sus hermanos. Él era el mayor, el
protector. Pero no se había dado cuenta de lo mal preparado que estaba para
protegerles cuando llego el momento de hacerlo y sus tontas bravuconadas habían
sido el principio del fin.
me encanto el cap no se porque no me dejaba comentar antes segui asi con la nvoela estoy super enganchada me gusta mucho
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