37.
—Quiero
que me cuente usted sobre su familia.
Él
se quedó inmóvil, estudiando el rostro de ella con la mirada. Luego sacudió la
cabeza.
—Lo
que hay entre nosotros no tiene nada que ver con mi familia.
—Si
usted va a entrometerse en mi vida, debe estar dispuesto a ofrecer algo a
cambio.
—¿Es
eso lo que estoy haciendo, entrometiéndome en tu vida?
—Siempre
está usted creando problemas a propósito.
—Es
lo que mejor sé hacer.
—No
le facilitaré las cosas.
—No
sé por qué, pero dudaba que fueras a facilitármelas. —La contempló largamente y
luego dijo—: Bueno ¿y qué vas a darme por compartir estas confidencias contigo?
—¿Dar?
—¿Qué
parte de ti? —Al ver su expresión escandalizada, él sonrió—. Tengo la intención
de explotar esta oportunidad, amor, que no quepa la menor duda.
—¡Eso
es pecaminoso y despreciable!
Él
rió.
—Entre
los atizadores y esa lengua tuya tan reprobatoria, no me extraña que aún seas
una doncella. Sospecho que la mayoría de los hombres te temen demasiado para
acercarse.
—Pero
no usted.
—No.
Yo no. Eres como el fuego. —Alargó la mano hacia las llamas, acercándola cada
vez más hasta que ella pensó que seguramente su carne se chamuscaría—. Dejas
que te miren, pero no que te toquen. Chisporroteas, silbas y adviertes a los
incautos, pero si se arroja algo volátil en la mezcla... —Arrojó el resto de su
bebida al fuego, encendiendo una ardiente explosión de calor, haciendo que las
llamas se elevasen— ardes descontrolada. Yo, mi querida muchachita, soy ese
elemento volátil. —Se movió para quedar delante de la silla tras la cual ella
se había refugiado—. Y tú arderás por mí. Entonces, vuelvo a preguntar: ¿qué me
darás?
La
perspectiva la emocionaba y atemorizaba al mismo tiempo.
—¿Qué
es lo que quiere?
—Igual
compensación por cada revelación.
—Eso
es demasiado vago. —Oyendo el sonido de la capitulación en su propia voz, ella
añadió—: E inescrupuloso.
—Lo
es, ¿no es verdad? —Sonrió con picardía—. Ahora que hemos llegado a un acuerdo,
¿por dónde empezamos?
—Yo
no he acordado nada.
—Pero
lo harás. Tienes una curiosidad innata que necesita ser aplacada, no puedes
evitarlo.
¿Acaso
ella era tan transparente?
—Quizás
lo haga, pero primero tendrá usted que decirme su precio.
—Bien.
¿Qué es lo que quieres saber?
Lali
meditó acerca de su pregunta por un momento y luego dijo:
—Quiero
que me cuente usted sobre su vida y su familia.
Una
extraña tensión se apoderó de él mientras bajaba la mirada hacia Inkwell, que
se estiró mientras dormía y se dejó caer sobre el otro lado del cuerpo. Lali se
alarmó al ver la repentina palidez de su rostro.
—¿Se
siente mal? —preguntó, preocupada de que su herida fuera peor de lo que él
había revelado.
—¿Qué?
—Él le clavó la mirada, con una expresión de confusión en sus ojos que luego se
aclaró, llevando a la joven a preguntarse si las sombras estarían engañando sus
sentidos.
—Estoy
bien —dijo él, en un tono ligeramente brusco—. Y ya he decidido cuál será el
precio. —¿Y cuál es?
—Abrazarte.
Lali
parpadeó, sorprendida por el pedido.
—¿Eso
es todo lo que quiere? ¿Sólo abrazarme? —Había temido que él pidiera mucho
más... y aun así acceder a sus condiciones.
—Sí.
Eso es todo lo que quiero. ¿Estamos de acuerdo?
La
joven dudó, luego asintió lentamente con la cabeza.
La
mirada de él se alejó de Lali y caminó hacia la vitrina de los licores, cogió
su vaso vacío e inclinó la botella para servirse coñac.
—No
beba más —se oyó diciendo, sin saber bien por qué se lo pedía; sólo sabía que
lo quería sobrio. Se daba cuenta de que algo estaba molestándolo y estaba
usando el licor como un bálsamo.
Él
miró fijamente la botella, luego volvió a colocarle el tapón de vidrio y apartó
la licorera.
El
silencio invadió el cuarto y Lali se preguntó si él estaría arrepintiéndose del
trato que habían hecho.
Entonces
Peter empezó a hablar.
—Tengo
un vivido recuerdo de Church Lane, en St. Giles. Mi padre me llevó a un burdel
allí cuando yo tenía trece años. Le parecía que ya era hora de que me hiciera
hombre, así que me hizo mirarle mientras se follaba a una prostituta llamada
Blythe.
Lali
se quedó como petrificada y la invadió un frío interno.
—Pero
no era más que un niño.
Él
no despegaba los ojos de la pared.
—En
esos barrios miserables trece años es edad suficiente para ser padre de un
bastardo, ni qué decir tiene fornicar con una puta. No era raro ver a una
jovencita, poco más que una niña, cargando a un bebé chillón sobre las caderas.
El East End[1]
es un mundo aparte y lo que se consideraría inconcebible en el resto de la
sociedad no es raro dentro de sus límites.
Lali
nunca hubiera imaginado acciones tan deplorables por parte de un padre. Aunque
los suyos no habían sido los más dedicados, jamás la habían sometido a
prácticas depravadas.
—¿Su
madre ya no estaba viva? —preguntó la joven, dándose cuenta por la tensión en
los hombros de cuál sería la respuesta.
—Estaba
bien viva. Nunca se lo conté.
—Lo
siento.
Él
se volvió a mirarla.
—No
te conté la historia para que te compadecieras de mí. Pero si lo haces, tanto
mejor. Quizás me tengas lástima.
—No
creo que lo que usted quiera sea lástima.
—Me
conoces tan bien, ¿verdad?
Ella
enfrentó su mirada sin inmutarse.
—¿Por
qué me contó esa historia?
Él
se encogió de hombros.
—Fue
lo primero que se me vino a la mente.
—Es
muy curioso que haya pensado en una cosa así después de tantos años.
—Tengo
una memoria de largo alcance.
Lali
se preguntaba si serían esos recuerdos los que le impedían dormir por la noche.
—¿Y
qué hizo usted?
—¿Qué
hice? ¿Con qué?
—Con
la prostituta. ¿La compartió con su padre?
Sus
ojos se tornaron sin vida y adquirió una expresión glacial.
—No
se permiten más preguntas.
—Pero
su historia está incompleta —protestó ella—. No puedo respetar nuestro acuerdo
sin oír el principio y fin del relato.
Dio
un paso hacia ella, con un semblante que recordaba a una nube de tormenta.
—Crees
poder manipularme, ¿no es verdad?
—Deseo
saber qué sucedió. No podría ser más espantoso que lo que me contó. Yo diría
que lo peor ya pasó.
Lali
aguardó, preguntándose qué haría él a continuación. Estaba presionándole, pero
quizás era necesario que alguien lo hiciera. Sentía que él quería hablar y no
encontraba las palabras.
—No
—dijo él.
—¿No
qué?
—No,
no la toqué.
—Eso
pensé.
Su
mirada capturó la de ella y preguntó agresivamente:
—¿Piensas
que tenía miedo?
Qué triste y pensar q muchos chicos se iniciaron en la vida sexual con experiencias en ese tipo de lugar!
ResponderEliminarmas triste al historia de peter pobre
ResponderEliminarquiero otro mas
ResponderEliminarque feo todo lo que paso el pobre que bueno que lali lo va conosiendo de a poco todo lo que a vivido peter
ResponderEliminarquiero saber lo qeu va a pasar subi mas porfavor
ResponderEliminarque estoy enamorada de la novela
pobre peter amo la novela hasta el proximo grosa
ResponderEliminarmassssssssssssssssssss
ResponderEliminarPobrecito :| mas nove
ResponderEliminaraaaa me dio tristes peter =(
ResponderEliminarque bueno que lali esta alli para consolarlo con todo lo que le dijo
ResponderEliminarmass
ResponderEliminarnovelaaaaaaaaa
que me mata
la intriga
ay como esta peter quisiera ser lali para contenerlo y comermelo a besos
ResponderEliminarhermoso el cap
ResponderEliminarestoy ansiosa por leer mas
ResponderEliminarbuenisimo el cap... mas novelita
ResponderEliminares muy linda la nove ... me encanta!!! espero el proximo!!!
ResponderEliminarq triste la historia de peter... me gusto mucho el cap...
ResponderEliminarespero el proximo...
me encantaria que peter se sincere con ella mas nove
ResponderEliminarAngie
muy bueno el cap!
ResponderEliminarMe encanta la nove!
Besos
@vagomi