Los
intermitentes rayos del sol, que arrancaban destellos azules al
agitado mar verdoso, y la brisa salada, tan densa que se podía saborear, dieron
la bienvenida a Mariana a la costa del Pacífico. Se le puso la piel de gallina
mientras se estiraba para intentar captar una vislumbre del espumoso océano
azul.
El
chillido de las gaviotas surcaba el aire mientras peter conducía el Corvette
por el camino de entrada a una casa gris de difícil descripción con las
contraventanas blancas. Un anciano con una camiseta sin mangas, unos pantalones
cortos de poliéster gris y un par de chanclas baratas permanecía de pie en el
porche.
Tan
pronto como el coche se paró, Mariana alcanzó la manilla y salió. No esperó a
que peter la ayudara, aunque de todas formas no creía que fuese a hacerlo. Tras
una hora y media sentada en el coche, el papel de «viuda alegre» se había
vuelto tan forzado que llegó a pensar que después de todo iba a marearse.
Tiró
del dobladillo del vestido rosa hacia abajo y cogió el neceser y los zapatos.
Las ballenas del corsé le presionaron las costillas cuando se inclinó para
ponerse las sandalias rosas.
—Por
Dios, hijo —gruñó el hombre del porche con voz grave—. ¿Otra bailarina?
peter
frunció el ceño mientras guiaba a Mariana a la puerta principal.
—Ernie,
me gustaría presentarte a la señorita G Mariana esposito. lali, éste es mi
abuelo, Ernest Lanzani.
—¿Cómo
está usted, señor? — Mariana le ofreció la mano y observó la cara arrugada
increíblemente parecida a la de Burgess Meredith.
—Una
sureña... hum. —Se dio la vuelta y entró en la casa.
peter
mantuvo la puerta de tela metálica abierta para que Mariana entrara. La casa
estaba amueblada en tonos azules, verdes brillantes y marrones claros, de tal
manera, que uno tenía la impresión de que el paisaje exterior, visible a través
de la gran ventana panorámica, formaba parte de la sala de estar. Todo parecía
haber sido escogido para hacer juego con el océano y la playa arenosa, todo
menos la orejera con tapicería Naugahy de de color plata y los dos palos de
hockey que formaban una X sobre la parte superior de la estantería repleta de trofeos.
peter
se quitó las gafas de sol y las tiró sobre la mesita de café de madera y
cristal.
—Hay
una habitación de invitados en ese pasillo, es la última puerta a la izquierda.
El cuarto de baño está a la derecha —dijo, pasando por detrás de Mariana para
dirigirse a la cocina. Agarró una botella de cerveza de la nevera y la abrió.
Se llevó la botella a los labios, recostando los hombros contra la puerta
cerrada de la nevera. Esta vez había metido la pata a base de bien. No debería
haber ayudado a Mariana y sabía que había sido un error llevarla con él. No
había querido hacerlo, pero entonces lo había mirado con aquellos ojos, tan
vulnerable y asustada que habría sido incapaz de dejarla tirada en el arcén.
Esperaba —como que había infierno— que Vico no lo averiguase jamás.
Se
alejó de la nevera y regresó a la sala de estar. Ernie se había sentado en su
orejero favorito con la atención puesta en Mariana. Ella estaba de pie al lado
de la chimenea con el pelo revuelto por el viento y el pequeño vestido rosa
totalmente arrugado. Parecía muy cansada, pero por la mirada de Ernie, éste la
encontraba más tentadora que un buffet libre.
—¿Ocurre
algo, lali? —preguntó peter, llevándose la cerveza a los labios—. ¿Por qué no
has ido a cambiarte?
—Existe
un pequeño problema —dijo con su acento arrastrado al tiempo que lo miraba—. No
tengo nada que ponerme.
Él la
apuntó con la botella.
—¿Qué
hay en esa maletita?
—Cosméticos.
—¿Sólo
eso?
—No.
—Lanzó una mirada a Ernie—. Tengo alguna otra cosa y la cartera.
—¿Y
dónde está tu ropa?
—En
cuatro maletas en la parte de atrás del Rolls Royce de Vico.
Así
que, a fin de cuentas, él tendría que alimentarla, alojarla... y vestirla.
—Ven
—dijo, luego colocó la cerveza en la mesita de café y la guió por el pasillo
que llevaba al dormitorio. Buscó en el armario y cogió una vieja camiseta negra
y un par de pantalones cortos con la cinturilla ajustable de color verde—. Ten
—dijo, lanzándolos sobre el edredón azul que cubría la cama antes de volver a la
puerta.
—¿peter?
Se
detuvo al oír su nombre en sus labios, pero no se dio la vuelta. No quería ver
la mirada asustada de esos ojos verdes.
—¿Qué?—No
puedo quitarme este vestido yo sola. Necesito tu ayuda.
Se
volvió y la encontró dentro del charco dorado que proyectaba la luz del sol que
entraba por la ventana.
—Algunos
botones quedan demasiado arriba —señaló con torpeza.
No sólo
quería que la vistiera, encima quería que la desnudara.
—Son
muy escurridizos —explicó.
—Date
la vuelta —ordenó él con voz ruda mientras daba un paso hacia ella.
Sin
rechistar, ella le dio la espalda y miró hacia el espejo que había encima del
tocador. Entre los suaves omóplatos quedaban los cuatro botones diminutos que
cerraban la parte superior del vestido. Se retiró el pelo a un lado, dejando a
la vista los pequeños rizos del nacimiento del pelo. Todo en ella era suave: la
piel, el pelo, ese acento sureño.
—¿Cómo
te metiste en esta cosa?
—Con
ayuda. —Lo miró a través del espejo.
peter
no podía recordar otro momento en que ayudara a una mujer a quitarse la ropa
sin que planeara acostarse con ella después, pero no tenía intención de tocar a
la fugitiva novia de Vicomás de lo necesario. Levantó las manos y tiró con
fuerza hasta que uno de los pequeños botones se salió del resbaladizo ojal.
—No
puedo imaginar lo que estarán pensando todos ahora mismo. mery trató de
advertirme de que no me casara con Vicol. Pensaba que podría hacerlo, pero al
final no fui capaz.
—¿No
crees que deberías haber llegado antes a esa conclusión? —le preguntó él,
desplazando los dedos más abajo.
—Lo
hice. Traté de decirle a Vico que tenía dudas. Traté de hablar con él sobre eso
ayer por la noche, pero no quiso escucharme. Luego vi la cubertería. —Negó con
la cabeza y un suave tirabuzón le cayó sobre la espalda rozándole la piel
suave—. Escogí para la lista de bodas una cubertería Francis I, y sus amigos
nos regalaron una buena parte —dijo distraída como si él supiera de qué diablos
hablaba—. Ah, sólo ver todos esos cubiertos con frutas talladas me produjo escalofríos.
mery cree que debería haber escogido algo repujado, pero siempre he sido una
chica Francis I. Incluso
cuando era pequeña...
peter
no era nada tolerante con la cháchara de las mujeres. En ese momento deseaba
tener a mano un radiocasete y otra cinta de Tom Petty. Dado que no tenía esa
suerte, se desconectó mentalmente de la conversación. Muy a menudo lo acusaban
de ser un malvado insensible, una reputación que consideraba ventajosa. De esa
manera, no tenía que preocuparse de que las mujeres consideraran su relación
como algo permanente.
—Ya que
estás en eso, ¿puedes abrirme la cremallera? De cualquier manera —continuó—,
casi lloré de alegría cuando puse los ojos en los tenedores de escabeche y las
cucharas de fruta y...
peter
la miró con el ceño fruncido a través del espejo, pero ella no le prestaba
atención; lali tenía la vista clavada en el lazo blanco del corpiño. peter
trató de alcanzar la cremallera y, cuando tiró, descubrió la razón por la que Mariana
tenía dificultad para respirar. Entre la cremallera abierta del vestido de
novia vio los enganches plateados que cerraban una prenda de ropa interior que peter
de inmediato reconoció como un corsé. Todo era de raso rosa: la lazada, el
revestimiento de los aros y el corsé que le apretaba la suave piel.
Ella
levantó una mano hacia el lazo del corpiño, sujetándolo firmemente contra sus
grandes senos para impedir que el vestido se le cayera.
—Al ver
mi cubertería de plata favorita se me fue la cabeza y creo que dejé que Vico me
convenciera de que sólo eran dudas prematrimoniales. En realidad quería
creerle...
Cuando peter
terminó con la cremallera anunció:
—Ya
está.
—Oh
—ella lo contempló a través del espejo luego, rápidamente, bajó la mirada. Sus
mejillas se pusieron al rojo vivo al preguntar—, ¿puedes desabrochar mi ah...
ah, la prenda de abajo?
—¿El
corsé?
—Sí,
por favor.
—No soy
una maldita doncella —protestó él, y levantó las manos otra vez para tirar de
los enganches y los ojales. Mientras lidiaba con los diminutos corchetes, rozó
con los nudillos las marcas rosadas que le arruinaban la piel. Ella se
estremeció y un largo suspiro se le escapó desde lo más profundo de la
garganta.
peter
miró hacia el espejo y detuvo las manos. La única vez que veía tal éxtasis en
la cara de una mujer era cuando estaba profundamente enterrado en su cuerpo.
Una rápida punzada de lujuria lo golpeó en el vientre. La reacción de su cuerpo
ante la satisfacción que se reflejaba en los ojos y en los labios de Mariana lo
irritó.
—Oh,
sí. —Ella respiró profundamente—. No puedes imaginarte lo bien que sienta esto.
No había pensado llevar puesto este vestido más que una hora y han sido tres.
Su
miembro podía responder a una mujer hermosa —de hecho, le preocuparía que no
fuera así—, pero no pensaba hacer nada al respecto.
—Vico
es un viejo —dijo sin molestarse en disimular la irritación de su voz—. ¿Cómo
demonios esperabas que te sacara de aquí?
—Eso ha
sido cruel —susurró.
—No
esperes amabilidad de mi parte, Mariana —le advirtió, tirando con brusquedad
del resto de los enganches—. O te llevarás una decepción.
Ella lo
miró y se dejó caer el pelo por los hombros.
—Creo
que podrías ser simpático si quisieras.
—Claro
—dijo, moviendo las yemas de sus dedos para rozarle las marcas que tenía en la
espalda, pero antes de que pudiera aliviar su piel con la caricia dejó caer la
mano—. Si quisiera —dijo, y se fue de la habitación cerrando la puerta tras él.
Cuando
llegó al salón, sintió inmediatamente la mirada especulativa de Ernie. peter
tomó la cerveza de la mesa, se sentó en el sofá que había delante del viejo
orejero de su abuelo y esperó a que Ernie comenzara a lanzar sus preguntas. No
tuvo que esperar demasiado.
—¿Dónde
la recogiste?
—Es una
larga historia —contestó, luego explicó la situación sin dejarse nada en el
tintero.
—Dios
mío, ¿has perdido el juicio? —Ernie se inclinó hacia delante sobre el borde del
asiento y le dijo—: ¿Qué crees que va a hacer Vico? Por lo que me has dicho,
ese hombre no es exactamente un dechado de misericordia y prácticamente le has
robado a la novia.
—No se
la robé. —peterpuso los pies sobre la mesita de café y se hundió más en los
cojines—. Ella ya lo había dejado.
—Sí.
—Ernie cruzó los brazos sobre el delgado pecho y miró ceñudo a peter—. En el
altar. Un hombre no es propenso a perdonar y olvidar una cosa como ésa.
Peter apoyó
los codos sobre los muslos y se llevó la botella a los labios.
—No se
enterará —dijo antes de dar un largo trago.
—Espero
que no. Hemos trabajado muy duro para llegar tan lejos —le recordó a su nieto.
—Lo sé
—dijo, aunque no necesitaba que se lo recordara. Le debía todo lo que era a su
abuelo. Después de que su padre muriera, su madre y él se habían trasladado a
vivir a la casa de al lado de Ernie. Cada invierno Ernie había llenado su patio
trasero de agua para que John tuviera un sitio donde patinar. Había sido Ernie
quien había practicado con peter sobre ese hielo helado hasta que ambos
acababan congelados hasta los huesos y quien le había enseñado a jugar al
hockey, llevándolo a los partidos y quedándose para animarle. Fue su abuelo
quien los mantuvo unidos cuando las cosas iban realmente mal.
—¿Vas a
«hacerlo» con ella?
peter
miró la cara arrugada de su abuelo.
—¿Qué?
—¿No es
así como lo dicen los jóvenes ahora?
—Jesús,
Ernie —dijo John, aunque en realidad no estaba escandalizado—. No, no voy a
«hacerlo» con ella.
—Sin
duda alguna, eso espero. —Cruzó su calloso y agrietado pie sobre el otro—. Pero
si Vico se entera de que está aquí, pensará que lo has hecho de todas maneras.
—No es
mi tipo.
—Claro
que lo es —discutió Ernie—. Me recuerda a esa artista de striptease con la que
saliste hace poco, Cocoa LaDude.
peter
echó un vistazo al pasillo, agradeciendo que Mariana aún no hubiera aparecido.
—Su
nombre era Cocoa LaDuke, y no salí con ella. —Volvió la mirada hacia su abuelo
y frunció el ceño. Si bien Ernie nunca se lo había dicho, peter tenía el
presentimiento de que su abuelo no aprobaba su estilo de vida—. No esperaba
encontrarte aquí —dijo, cambiando de tema a propósito.
—¿Dónde
querías que estuviera?
—En
casa.
—Mañana
es día seis.
peter
volvió la mirada a la enorme ventana que daba al océano. Observó cómo se
hinchaban las olas para después replegarse sobre sí mismas.
—No
necesito que me des la mano.
—Lo sé,
pero pensé que te gustaría tomar una cerveza con un amigo.
peter
cerró los ojos.
—No
quiero hablar de Linda.
—No
tenemos que hacerlo. Tu madre está preocupada por ti. Deberías llamarla más a
menudo.
peter
rascó ligeramente con el pulgar la etiqueta de la botella de cerveza.
—Bien,
lo haré —convino, aunque supo que no lo haría. Su madre solía portarse como una
bruja con él sobre el tema del alcohol; lo machacaría con que llevaba una vida
autodestructiva. Sabía que tenía razón, pero no necesitaba que se lo
recordaran—. Cuando pasé por el pueblo, vi a Nico Riera saliendo de tu bar
favorito —dijo, cambiando otra vez de tema.
—Estuve
antes con él. —Ernie se levantó lentamente de la silla. Sus torpes movimientos
le recordaron a peter que su abuelo tenía setenta y un años—. Vamos a salir a
pescar por la mañana. Deberías madrugar y venir con nosotros. —Varios años
antes, peter habría sido el primero en subirse en el bote, pero ahora
normalmente se despertaba con un agudo dolor de cabeza. Levantarse antes del
amanecer para congelarse el culo no le atraía en absoluto.
—Lo
pensaré —contestó, sabiendo que no lo haría.
espero mas me encanta
ResponderEliminar@angie232alma
me encanta el cap dios me callo un poco mal el abuelo de peter
ResponderEliminarquieroooooooooo masssssssssssssssssssssss
ResponderEliminarno lo podes dejar alli quiero seguuir leyendo mas
ResponderEliminarme muero por mas
ResponderEliminarmas porfavor
ResponderEliminarpobre peter con esa tentacion lo que tiene que aguantarse ya el abuelo sabe que peter pronto se va a costar con ella jajajajajaj
ResponderEliminarnovela novela mas
ResponderEliminarnecesito mas genia
ResponderEliminarpone mas porfa
ResponderEliminarmas =D
ResponderEliminarME ENCANTA QUIERO MAS NOVELA QUE BUENO QUE VOLVISTE CON DISFRAZADOS Y CON ESTAS ERES UNA GENIS UN BESO TE AMAAA GENIA
ResponderEliminarDULCE
na me parese a mi o lali se lo hace a proposito para tentarlo jajajaj
ResponderEliminarhasta el proximo cap genia ya estoy super enganchada con esta nueva novela =)
ResponderEliminarespero que vico no sepa que el la ayudo y que no los descubra asi pueden aser lo que quieren
ResponderEliminarmawssss ♥
ResponderEliminarAunque se niegue,Peter ya siente algo mas k atracción ,x Lali.
ResponderEliminarHola soy nueva y aun tengo que leer los capitulos anteriore pero me encanto el cap
ResponderEliminarEstoy segura que Peter se enamorara de Lali cuando menos se le espere jaja
hay mas linda Lali
jajja
tengo nove si quieres te puedes pasar para ver que tal esta, espero que te guste
y mas Nove me encanta!
Jaja
Q pasó q dejaste de subir nove???????me dejaste con las re contra ganas...:-(!!!!!!!!!!!!!!!!:'(besos
ResponderEliminarBeth
dejo el link de mi nove beso!
ResponderEliminarhttp://adaptacioneslaliypipu.blogspot.com.es/
Pasó mucho tiempo .¿Seguirás con las novelas?.Espero k estés bien.
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